Señorita Gales (completa)

1. La loca viene por ti

Con muchas y pesadas maletas, Jack Weston bajó del taxi justo a las afueras de la que sería su nueva vivienda en la ciudad de Wibston.

Al inicio, cuando le dijeron que debía mudarse a otra ciudad debido a un ascenso en el trabajo, su mayor preocupación radicó en el hecho de su residencia ¿En dónde se quedaría? ¿Encontraría un buen espacio en donde establecerse?

Había trabajado por los últimos tres años en la famosísima editorial Van’Hausens, en Hopmond, como editor literario, siendo su especialidad los libros de misterio, suspenso y fantasía; pero las puertas a este gran cambio se abrieron cuando tuvo que reemplazar por un mes a su amigo y muy famoso escritor, Isaac Anthonyson, como jefe de editores literarios.

Sus dudas se disiparon cuando le informaron que—y como muchas empresas hacen—Van’Hausens se ocuparía de su alojamiento, y en caso él se mostrara inconforme con el lugar que le asignaran, podría mudarse asumiendo sus propios costos, sin embargo, considerando que era nuevo en el lugar y que no estaba dispuesto a asumir un gasto tan grande como un alquiler, aceptó muy agradecido el compartir una casa con algunos otros trabajadores de la empresa.

La sucursal de la editorial en Wibston era relativamente nueva, hacía tan solo tres meses que se había inaugurado debido a la gran demanda de libros que tenía la empresa, y gracias este incremento, y a la notoria habilidad de Jack, decidieron ofrecerle el puesto de jefe de editores; algo que sabemos, aceptó muy contento.

—¡Bienvenido, Jack! —un joven de cabello oscuro, al cual le calculó casi su misma edad, lo saludó muy amablemente, ayudándolo a cargar sus maletas. —Soy Pedro, Pedro Gaunt. —se presentó. —Compartiremos esta casa junto a Fred. Él vendrá en un rato; salió a comprar algunas cosas para la cena.

—Es un gusto. —saludó Jack un tanto nervioso. Él no era precisamente alguien cohibido, pero la idea de conocer nueva gente pareció dejarlo sin mucho que decir.

Pedro lo condujo hasta la habitación que ocuparía Jack, ayudándolo a subir sus maletas.

—Puedes instalarte aquí; te avisaré cuando llegue Fred, para que lo conozcas. —Jack asintió en silencio con amabilidad, aún incapaz de hablar como él solía hacer.

Se acomodó el cabello con una de las manos, ya que sus castaños rulos se habían despeinado al subir las escaleras con todo el peso entre las manos. Sí, le urgía un corte, pero el trajín de la mudanza no le había permitido tomarse el tiempo de visitar la barbería, así que se propuso ir al siguiente día, justo antes de iniciar sus labores en la editorial.

...

Descendió escaleras abajo cuando Pedro le informó que Fred estaba en casa. No se sentía nervioso, es más, se encontraba notoriamente relajado, pensando constantemente en todas las cosas que debía hacer para concluir rápidamente con su instalación: guardar su ropa, tender la cama y ordenar sus artículos de colección.

Jack Weston era —desde hacía muchos años atrás. —un muy grande fan de una saga de magos. Sí, quizás para un joven de veinticinco años, relativamente maduro, aquella afición era un tanto infantil, pero eso poco le importaba. Él era feliz con ello.

—Hola. —saludó acercándose al salón de la casa. Era una vivienda moderna; no tan lujosa, pero muy amplia y ordenada. —Soy Jack, el nuevo.

—Hola, soy Fred Hunter; espero nos llevemos bien. —respondió el joven en un tono muy agradable. Él era de piel morena, muy contrastante en comparación a la suya y a la de Pedro; alto y de cabello oscuro. —He comprado cosas para preparar la cena de bienvenida, pero demorará un poco.

—Somos pésimos cocinando. —aclaró Pedro desde la cocina. —De hecho, cada uno suele comprar su propia cena, ya que por lo general no coincidimos en horarios, pero hoy decidimos hacer una excepción.

—Vale; yo puedo encargarme de cocinar si quieren. —se ofreció Jack. —Se me dan muy bien esas cosas.

—¡Epa! Tenemos un chef, Fred, creo que ya se acabaron los almuerzos de sopa instantánea los fines de semana.

—¡Gracias a Dios!

—Tampoco abusen. —se defendió Jack riendo un poco, poniéndose en acción.

Conversó un rato con los chicos, mientras ellos le daban una fugaz limpiada a la casa y ordenaban la mesa para la cena. Fred era editor literario, al igual que él, en cambio, Pedro pertenecía al equipo de publicidad de la editorial. Ninguno era natal de Wibston, era algo obvio; el moreno se había mudado desde Los Estados Unidos, mientras que Pedro de Learns, una provincia de Vrend.

Un sonido melodioso, aunque un tanto ensordecedor, se escuchó a la distancia. Jack observó a través de la ventana de la cocina, intentando descifrar el lugar correcto de donde provenía aquel ruido, el cual no tardó en identificar como el sonido de un saxo alto.

—Ya empezó la loca. —comentó Fred un tanto quejumbroso.

—¿La loca? —preguntó Jack con el entrecejo fruncido. Admitía que la melodía de aquel mambo era pegajosa, pero sus constantes repeticiones comenzaban a fastidiarle.

—Sí; es la hija de los Gales. —aclaró el moreno. —Vive al frente, en la casa de tejado rojo. Su mamá es la jefa de recursos humanos de la editorial, créeme, sólo por eso toleramos su horrorosa bulla.

Pedro se hizo presente en la sala, sobando su cabello en señal de frustración.

—Voy yo. —se ofreció. —Iré a decirle que se calle.

Ni Jack, ni Fred se opusieron a que Pedro se acercara a casa de los Gales; no era mentira que la música ya comenzaba a irritar los oídos de los tres.

Cuando el joven regresó, a lo diez minutos, la cena ya se encontraba servida sobre la mesa y la música había cesado. Fred ingresó a casa un tanto alterado, y tomó asiento con cierto fastidio.

—¡Es tan irritante! —se quejó. —Agradezco que su madre no haya estado en casa, o de seguro me hubiera ganado un reproche de su parte; por cierto, Jack, ten cuidado. —advirtió. —La loca viene por ti.



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En el texto hay: comedia, musica, amor amistad

Editado: 04.07.2023

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