—Y bien... ¿Quieres comer algo?
—Un helado estaría bien. Yo invito.
Winnie Gales se sentía muy culpable por no haber comido lo que Jack había preparado, aunque aún culpaba a Mike por no haberle guardado siquiera un trozo.
—Bueno, pero no le digas a Mike que tú pagaste la comida en nuestra cita.
—¿Cita? —las mejillas de Winnie enrojecieron una vez más por la sorpresa. ¿En serio aquel chico que tenía al lado suyo era el mismo Jack Weston que ella había conocido?
—Es broma, es broma. —aclaró el joven entre ligeras carcajadas. —¿A qué heladería quieres ir?
—Conozco una en la calle Fergui, pero debemos ir rápido, porque en una hora debo entrar al trabajo.
—Podría acostumbrarme a que me estés dando órdenes, claro, si después de eso me das helado.
—¡Jack! —le reprochó Winnie casi riendo. —Estás muy raro. —dijo esto último casi en un susurro, a lo que él solo sonrió un tanto complacido.
Llegaron a la heladería en cuestión de minutos, sorprendiéndose de hallar un gran letrero en la entrada, el cual bloqueaba el paso.
"Visítanos en nuestro nuevo local en la calle Guido #345. Muchas gracias por su comprensión"
—¡¿Se mudaron al otro extremo de la ciudad?!
—Nos tomará cerca de media hora ir hasta allá. —comentó Winnie un tanto entristecida.
—Bueno, abróchate el cinturón entonces. Llegaremos en veinte minutos.
—¡¿Qué?! —Winnie se aferró a la tranquilidad de su asiento con mirada de espanto. —Estás loco.
—No te quedarás sin tu helado, Winnie. —advirtió el joven —Mis amigos me llaman Meteoro.
—Eso no es cierto. —y claro que no lo era. No hacía falta que Winnie se cerciorara de aquello; en ninguna vida podría existir alguien capaz de llamarlo así, sobre todo después de haber conocido aquella rígida faceta de él.
—Bueno, quizás no lo es, pero podrías ser la primera en llamarme así.
Winnie rodó los ojos un tanto divertida y se abrochó el cinturón mientras Jack ponía en marcha el auto. No tenía idea del porqué él parecía ser totalmente otra persona, pero no podía negar que le agradó mucho el verlo tan divertido y aventurero.
...
—Entonces...¿te gusta la lo...digo, Winnie?
—Sí, chicos. Me gusta ella, y no está loca.
Pedro y Fred, pese a la gran sorpresa que les había dado Jack, se sintieron muy tentados de reírse en su cara, pero los nuevos aires decisivos del joven los convencieron de que no se trataba de una broma.
—¡Vaya! Pero hace unas semanas dijiste lo contrario. —comentó Pedro un tanto pensativo. —Aunque eso explica por qué te enojaste con nosotros, pero descuida, te perdonamos.
—No, no. Es decir, sí, y dije eso porque soy idiota, pero no estuvo bien, y ustedes deben pedirle perdón a Winnie también.
—Trabajamos hasta tarde esta semana...
—No me importa, los dejaré salir antes. La invitaré a cenar en estos días, ustedes serán amables con ella, y luego le pediré que acepte una cita conmigo. Después de eso, le entregaré el regalo que compré para ella, el cual, creo y espero no equivocarme, pueda conmoverla lo suficiente como para que acepte darme una oportunidad. Por cierto, debo escribir algunas cosas antes, pero descuiden, si mantengo el orden, todo saldrá perfectamente bien.
Tanto Pedro como Fred enmudecieron al observar a Jack tan desesperadamente obsesionado con su plan, y es que lo que ambos jóvenes no sabían, era que acababan de descubrir al Jack Weston más sincero posible; aquel que planea todo cuando se emociona lo suficiente, aquel que alberga el corazón de un niño parlanchín que no puede hacer más que hablar sin parar, pero, sobre todo, a aquel que cuando sabe lo que quiere, no se anda con rodeos.
Era sencillo. Cenaría con Winnie y los chicos en casa; tendría el regalo listo para salir a caminar con ella después de eso; aprovecharía la tranquilidad de la luna llena del domingo —día en el que la invitaría a cenar gracias a dicho fenómeno satelital—y la llevaría a pasear por el muelle de Tol en donde le entregaría el presente, le diría que ha sido un ciego y le pediría una oportunidad.
Pero... ¿Qué pasaría si ella no quiere pasear ese día? Quizás aceptaría salir con él otro día y tendría que guardar su regalo para esa nueva fecha; esto, si aceptaba su invitación a salir, porque todavía podía negarse a ello. ¡Oh Dios! Jack Weston jamás había sido bueno con las chicas; la última que le gustó terminó siendo la ex de un primo cercano; y aquello no había terminado para nada bien.
No sabría la respuesta a sus muchas preguntas ansiosas, y al parecer, no las tendría en un buen tiempo, pues, cuando salió por la puerta principal de su casa, se encontró con Pierce a punto de subir a su coche.
—¡Ey, peliazul! —le gritó desde la acera con mucha confianza. —¡Tengo algo que confesarte!
Pierce lo observó un tanto extrañado, y se acercó a él con pasos tranquilos.
—¿Estás bien, Jack? Jamás me habías llamado así.
—Bueno, tú me dijiste "rulitos" y fingí que me gustó, pero era mentira. Sólo mi amigo Isaac puede decirme así. Lo siento, no me caes mal, pero no me llames así de nuevo.
—Oka...y. Creo que no te encuentras tan bien, o eso quiero suponer. —comentó el moreno un tanto confundido, pero sonriente, como siempre. —Si eso era lo que tenías que confesarme, lo entiendo a la perfección. Ya no más "rulitos" y...
—No, no es eso. —lo interrumpió. —Me gusta Winnie; mucho. Y la invitaré a salir.
—Jack... —respondió Pierce un tanto sorprendido, pero apenado. —Creo que eso no va a ser posible.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque yo la acabo de invitar a salir, y ha aceptado. Lo siento, amigo, pero este domingo le pediré que sea mi novia.
...
Nota de autora:
Hola, es hora de ponerse al día jaja,
Tres cosas.
1. La razón por la que no he actualizado en estos días es porque me enfermé. Estuve con fiebre de 38.5, mareos y toda la cosa. Descuiden, la prueba de covid salió negativa. El hemograma, normal. Pero... tengo migraña. Sí, básicamente se trato de eso.