“Aquella joven con ese rostro melancólico, una gran lluvia de sentimientos que derramaba lágrimas, sin saber por qué lloraba, estuve incomprensible ante sus palabras, pero, esa era mi duda, ¿por qué lloraba?”
Parte I: La dama y el obrero
Miraba una vez más, insegura, escribiendo todos los hechos que últimamente he estado anotando en un cuadernillo que había oculto entre la sala del administrador, organizando desde el poco tiempo en el que tengo conocimiento de todo esto, desde que desperté, el vínculo de personas que conocen a Arcadia, su aspecto e historia y actualmente no he podido conseguir mucho, pero he logrado conectar cosas en común con su entorno.
Apenas eran las tres de la mañana, el clima estaba frío y distante, los árboles se agitaban y la lluvia apenas arreciaba, pero aún seguía en pie la celebración que lady Anna y su marido habían organizado, yo estaba en lo que al parecer era mi alcoba, pero por su aspecto no podía aceptarlo, aquel lugar con las paredes de un color grisáceo y una temperatura fría pero aceptable, con solo un colchón en el suelo cubierto con una sábana beige que, aparte de polvoriento, estaba incomodo, un pequeño armario construido a base de cajones de madera estaba al lado del colchón y dejaba mostrar mis pocas prendas de vestir.
Mientras el arduo sonido de los instrumentos se reflejaba por las partes bajas del lugar, guardé el cuadernillo, salí de la alcoba y me dirigí al establo, justo en el momento exacto en el que mi descanso había terminado. Al llegar, el joven de cabellos negros, Patrick, acariciaba a los caballos dándoles igualmente de comer, miraba atento al animal como nunca antes observé a alguien hacerlo, sus ojos llenos de un brillo avivado por la noche, mientras musitaba por lo bajo notándose de la abertura de la fina comisura de sus labios una pequeña melodía, que al escucharla algo en ella estremecía mi cuerpo.
Patrick, aquel joven que me ha guiado hasta ahora, sobre las reglas del personal, la persona que me habló mientras me guiaba hacia lady Anna, con apenas catorce años, su piel de un tono café claro y esos orbes ámbar tan fríos y serios como su ajustada personalidad, que han logrado cautivar el interés de muchos hacia el joven debido a su esfuerzo.
Mis ojos se hipnotizaron ante tal hermosa y tenebrosa melodía, él se detuvo de acariciar al equino y, con una mirada fría y distante habló:
—¿Qué acaso no tienes que estar durmiendo? Faltan dos días, ¿sabes?
—¿Qué era eso, que estabas hablando? —pregunto con desconfianza, sabiendo que su actitud según mi análisis daría resultados negativos.
—¿Acaso necesitas saberlo? Eso no te incumbe, por más que necesites saber. —Su arrogancia había aparecido nuevamente, ese gesto de su parte me hizo recordar algo peculiar.
Hace unos días (por una encomienda de Lady Anna) él joven y yo caminamos por el pueblo buscando unas decoraciones para su fiesta de media noche, el día estuvo tranquilo, aunque las personas se movían al azar muy adjuntas unas a otras, había una gran variedad de puestos de comercio, en las que me daban curiosidad, pero Patrick me decía que era mejor no acercarse y terminar el trabajo. Caminaba a paso lento detrás de él observando y conociéndolo todo, pero más que todo, mirándolo a él. ¿Qué se esconde detrás de su fría mirada? ¿por qué actúa así siempre? Tan atento y dedicado, sin tomarse algún descanso.
Fui empujada y despojada de mis pensamientos luego de que unos niños pasaran por mi lado, corriendo con lo que al parecer eran tres bolsas de verduras, un hombre robusto y de barba corría detrás de ellos gritándoles, “¡vuelvan aquí pillos del demonio!” mientras los niños corrían riendo, y parte de la gente les miraba y otras les ignoraba como si nada.
De repente un sonido retumba, se cae uno de los tres niños, y el hombre logra alcanzarlo tomándolo por el brazo derecho, el menor le mira con refunfuño y le grita que le suelte.