En un momento me había negado a asistir a la boda de mi mejor amiga y lo iba a mantener... No deseaba cruzar mi mirada con el novio, no sabiendo que no le era sincero a mi amiga e insistía en casarse con ella... Clarisse, mi amiga, merecía que yo no estuviera allí presente, merecía ser feliz y si yo iba, no lo sería... No lo sería porque no podía mantener más el secreto bajo llave, ella tenía que saberlo... Sin embargo, Clarisse persistía en que yo tenía que asistir, que sino sí que no sería completamente feliz ya que su mejor amiga no podría compartir su felicidad...
Así que ahí estaba plantada, mirando a los novios desde mi asiento y evitando cualquier mirada, en especial, del novio. Durante la comida, me disculpé de mis compañeras de mesa y de la novia y marché a dar un paseo que aclarase mis ideas... Cual fue mi sorpresa cuando una mano se posó en mi hombro y al darme la vuelta, descubrí que se trataba de la del novio.
“¡Genial! Peter aquí, por si no quería cruzar nuestras miradas... ¡TOMA ENCUENTRO!” Bajé mi mirada al césped del jardín colindante para no ver sus ojos, pues su sola presencia ya me quemaba gravemente el corazón. Su roce se clavaba en mis entrañas como un puñal. Su mirada, que aún no había mirado, creaba en mí unas ganas de explotar incontenibles...
¡¡¡LO ODIABA!!! Odiaba lo que me había hecho y odiaba lo que le habíamos hecho a Clarisse, sin ella saberlo. No soportaba tener cerca al hombre que se había unido de por vida a mi amiga sin serle realmente sincero, sin abrirle del todo su corazón. Sabía que, si en verdad hubiese querido, ahora no estaríamos tan distanciados... Ahora yo no le ODIARÍA de tal manera...
Tenía total seguridad en que, de habérselo propuesto, él no se habría cruzado tan profundamente en mi vida y tal vez, sólo tal vez, él y yo hubiésemos sido, simplemente, el novio y la mejor amiga de la novia... Pero él causó lo que ahora era la despedida de todo lo conocido para crearme un nuevo futuro.
–̶¿Podrías mostrarte menos arisca conmigo, Sussie?
–̶No me llames así, no soy Sussie, para ti soy simplemente Susanne. ̶Le espeté sin dudar un segundo acerca de lo dicho. Respiré hondo y contuve todas mis ganas de estrangularle pues no quería cargar sobre mi conciencia su asesinato...
–̶Bien, Susanne, te llamaré así. ¿Contenta? ̶Asentí ligeramente.
–̶¿Para qué has venido?
̶–Me ha contado Clarisse que te marchas de la ciudad, ¿es cierto?
̶–Sí, tú sabrás por qué lo dudas.
–̶¿Te marchas por lo que ocurrió? ̶No respondí, me mantuve en silencio oyendo cada uno de los pasos que daba con mis zapatos de tacón ̶. Dicen que el silencio es el sonido de los que no viven... –¿Eso era una ironía o tiene doble sentido? ̶ No me vas a responder a eso, ¿verdad?
–̶No, tú mismo te puedes contestar. ̶–Mantuve mi mirada fija en el horizonte sin vacilar que nada podría sacarme de mis convicciones...
–̶¿Por qué no te quedas? Clarisse te va a echar mucho de menos y estoy seguro que le haría mucho bien poder verte siempre que pudieseis... ̶ Puse los ojos en blanco y me mantuve a la espera de sus nuevas palabras. De repente, me agarró por la muñeca izquierda y me giró con el fin de mirarme a los ojos ̶. Te lo pido como amigo, y como su marido...
̶ Tú, ¿mi amigo? ¡NO ME HAGAS REÍR! ̶ Con toda la ironía y tristeza de la que pude hacerme cargo para mi reclamo ̶. ¿Tú, pretendes que YO te considere MI amigo? ¿Después de lo que me hiciste? ¿Te atreves a pedirme que me quede? ¿Sabes lo que eso supondría para mí?
̶–Lo sé, Susanne...
–̶¿QUÉ VAS A SABER TÚ? ¡UNA MIERDA, LO SABES! ¡SI NO, NO ME LO PEDIRÍAS! ¡SI LO SUPIERAS NI TE HUBIESES PLANTEADO HACERLO! ¡ERES TAN IMBÉCIL, PETER!
–̶¡Calma! Estás montando un espectáculo, ¿qué pensará la gente?
–̶¡QUE PIENSE LO QUE QUIERA! ¡A MÍ, SANTAS PASCUAS! ¡LÁRGATE! Si sólo has venido para esto, déjame en paz y deja que yo haga lo que me parezca. ̶ Él se quedó paralizado en silencio largamente en aquel sitio mientras yo avanzaba hacia el bosque que se encontraba tras el restaurante.
Al llegar a un roble bastante viejo, me senté entre sus raíces para esperar hasta que el jolgorio y todo lo demás hubiese concluido, pues no tenía ánimos para celebrar ninguna felicidad con el resto de comensales. Creí que Peter me dejaría en paz tras aquel alarde de fuerza de voluntad y, en cierto modo, así fue porque regresó con su esposa. Sin embargo, no duró mucho tiempo ya que después retornó, aunque muy discretamente, y colocándose apoyado en un lado del grueso tronco, me dijo:
̶–Yo... no sé qué decirte, Susanne.
̶–Pues cállate, me harías un favor muy grande... ̶ Se acuclilló delante de mí y cogiendo mi mano, la comenzó a acariciar. Yo traté de soltarme, pero él no me lo permitió.
̶–Tengo algo que decirte... Apostaría todo lo que tengo a que no lo vas a recibir bien y a que vas a odiarme completamente tras oírlo... Pero necesito que lo sepas, así me verás profunda y completamente, y no me odiarás sólo por lo que te hice, ni por lo que represento... Pero antes de decírtelo, quiero reconocer que soy un miserable, una alimaña e, incluso, y muy a pesar mío, una mierda, si quieres calificarme así. ̶ Yo nunca le hubiese descrito mejor de lo que él lo había hecho... La verdad sea dicha, él sí que sabía reconocer las cosas por su nombre ̶. Luego podrás añadir a esos tres calificativos algún improperio más, pero eso es algo que tú decidirás.
Me abstuve de hacer comentarios y de volver a intentar soltar mi mano de la suya, sólo le miré a los ojos. Nuestro contacto visual durante aquel largo segundo, dejó mi corazón más herido de lo que ya estaba como si alguien realizase vudú con un monigote representándome. Él cerró los ojos como para calmarse y los volvió a abrir, brillaba en ellos la determinación y la claridad que le embargaban. ¿No le echaría de menos Clarisse? Contuve mi impaciencia y, finalmente, aclaró su garganta mediante un leve carraspeo.
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Editado: 08.02.2021