Ven, música, necesito tu compañía,
que me alejes de esta apatía que me hunde en el hastío.
Llévame a navegar por tus mares de fantasía,
pues me rodea la tristeza, que no es tristeza sino vacío.
Toma mi mano y condúceme por ocultos caminos,
plenos de curvas y extraños destinos.
Sendas abiertas entre montañas y valles
o pequeñas veredas de enredadas calles.
Ya te oigo, ya te siento.
Naces con un grito de alegría,
otras veces con un lamento.
Hay algo en tu eco,
una emoción que yo no entiendo
entre dulzura y valentía.
Envuélveme con tu magia,
abrázame con suavidad para luego más fuerte golpear.
Que tus ondas me hagan vibrar en lo más profundo de mi pecho.
Hazme reír, hazme llorar, hazme sudar,
dámelo todo y hazme desear más.
Quémame con tu fuego, déjame tocar el cielo.
Lentamente,
súbeme allí, a la cresta de esa ola creciente
de espuma blanca y brillo resplandeciente.
Ahora mantenme ahí, sostén mi aliento,
es tan solo un momento.
Luego vuélveme a abrazar,
hasta que el alma me llegue al cuerpo.