Sentimientos de una pentathleta

Capítulo 1. Oso gris más allá de la eternidad

Oso gris fui. Haber sido pentathleta puede parecer lo más asombroso de mi vida, junto a la playera gris con el logo institucional que llevé puesta, ambos aspectos me entusiasman. Mis días de recluta significaron un cúmulo de destellos que explotan como estrellas en el cielo. Cada vez que porté el uniforme era una aventura del más allá, del universo mismo. Haber llegado a superar mis temores, nunca había sido una posibilidad tan descarada en mi vida. Mi mejor día en Pentathlón fue aquel que viví desde lo profundo de mi corazón. Las tinieblas son el depósito de la debilidad propia, que va más allá de mí. La emoción más tentadora del elemento es la muerte, siendo un oso gris divisado como una eternidad pura. La fuerza de los vientos cuando marchaba no era de lo más normal. Los sonidos de los latidos del corazón aceleran la emoción en el ser. Pero hay vacíos que trascienden en el eco del alma. Sí, quizá sean sentimientos de un pentatleta, que trasciende con amor e ímpetu. El coraje recorre mis venas y sucumbe en lo más íntimo de ellas. La elevación celestial con la terrenal es un éxtasis divino. La caricia del entusiasmo juvenil del pentatleta es esplendorosa, te olvidas hasta de ti mismo, es sumergirse en la libertad suprema que Dios designa a sus hijos, aquella libertad donde los límites desaparecen. Cuando estoy en firmes, los vientos recorren mi cuerpo pesado, la felicidad toca las puertas de mi ser y la emoción del taconeo de las botas son indescriptibles. La dicha ya no es una opción, es una compañera de vida. Todo lo abominable se desvanece, el gozo se corona sobrenaturalmente. El sufrimiento se ve tan distante entre los elementos en formación, como si se despidiera eternamente de mí. La plenitud y júbilo de la extraordinaria aventura son interminables. Soy tan soñadora que tengo la certeza de haber encontrado la pasión de mi vida. «Las flores de amor del arte de la guerra», así llamé la experiencia que viví. La inspiración y anhelo son más interminables que el infinito. De una cosa estoy más que segura, Pentathlón fue creado para mí y yo fui destinada para él. Lo maravilloso se queda corto. La emoción gozosa eriza la piel y renuncia a la mediocridad. Brincos de alegría indescriptibles se suceden con ilusiones llenas de inocencia. Disfrutar los días de instrucción fue magnífico, representó darlo todo o nada, yo prefiero morir como pentatleta que vivir desolada. La Patria me necesita como su hija, sí, Pentathlón es mío…



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En el texto hay: experiencias, metas, militar

Editado: 11.05.2023

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