Sentimientos de una pentathleta

Capítulo 5. Desde el rifle hasta el estudio

Se trataba de mi tercer día en la gran y honorable institución, un domingo. Los días sábados era instrucción de cuatro a siete de la tarde, pero este día era domingo, por lo tanto, de 8 de la mañana a 12 del medio día. Llegábamos al cuartel, seguimos los protocolos de sanidad por el COVID-19, ellos tenían encargados del área de sanidad para medirnos la temperatura y echarnos gel antibacterial, y por supuesto, todos con cubrebocas, era regla general y protocolaria, aspecto que era complicado al hacer ejercicios. Como era rutina, comenzó el conteo de uno al diez y pase de revista, es decir, revisar la uniformidad, las botas boleadas correctamente, el peinado adecuado y el pago de la cuota voluntaria. La primera actividad fue orden cerrado, esta la disfrutaba tanto como nadie se lo puede imaginar. A comparación del día anterior fuimos muy pocos, creo que les daba pereza, madrugar, mal por ellos, mientras yo moría con que todos los días hubiese Pentathlón. Nos impartía la sargento los procedimientos de pelotón. Amaba escuchar la voz de la sargento Tiana decir: «Atención, pelotón, reunirse… Alto, ya, firmes, ya, alinearse por la derecha, ya, firmes, ya, saludar, ya, pasos de costado a la derecha, alto, ya, pasos de costado a la izquierda, alto, ya, medio franco derecho, ya, medio franco izquierdo, ya, abrir fila, ya, cerrar fila, ya, paso atrás, ya, alto, ya, complexión a la derecha, ya, ¡no escucho el taconeo de las botas! Alto, ya, complexión a la izquierda, ya, ¡con fuerza, que se note que son pentathletas, con fibra! Alto, ya, al franco derecho, ya, franco derecho, ya, franco izquierdo, ya, hilera a la izquierda, ya, por a la derecha en línea, ya, por el franco izquierdo, ya, franco izquierdo, ya, marcar el paso, ya, alargar el paso, ya, acelerar el paso, ya, acortar el paso, ya, marcar el paso, ya, paso redoblado, ya, media vuelta, ya, columna por dos, ya, columna por tres, ya, hilera a la izquierda, ya, alto por el franco izquierdo». Era toda una serie de instrucciones que emocionaba mi ser por completo. Al finalizar la actividad de instrucción militar, rompemos la formación diciendo con todas nuestras fuerzas «¡fibra!», la instructora decía griten a tal grado que los escuchen las boinas negras, otro grupo parecido a nosotros que tenían su cuartel cerca, solo que con otros ideales.

Después, siguió acondicionamiento físico con ejercicios de abdomen y pierna, puedo decir que se hizo difícil saltar en los escalones con un pie solamente, sobre todo porque de pequeña sufrí un esguince, mis pies no eran del todo fuertes. La respiración aumentó, me atrasaba en el ejercicio de los escalones y sentía que debía darme prisa, era un cansancio, quería rendirme y no volver jamás por la pena, aunque mi sargento Hernández era muy comprensiva, me decía en mis pensamientos «¿por qué mejor no estás en casa, cómoda, dormida? Se trata de un domingo, es para descansar», ignoraba mis pensamientos y reafirmaba mi decisión de continuar porque yo iba con un ideal fuerte: hacer lo que más amaba. Realmente este tipo de medio significa mucho sacrificio, entrega, disciplina… Y yo estaba más que dispuesta a seguir las órdenes.

La clase que tendríamos después era tiro deportivo, no me lo esperaba, cuando menos pensé vi a mi sargento con algunas de mis compañeras, salir del cuartel con los rifles, iban con un porte que no tengo palabras para describirlo, me llenaba de orgullo observarlas con marcialidad y ese empoderamiento femenino. A los elementos de mayor antigüedad les daban un rifle para que lo llevaran al stand de tiro que se encontraba algo retirado, justo a un lado donde hicimos rapel, allí colocamos las dianas y los rifles, nos turnamos para disparar. Los rifles eran color madera, estaban pesados para mí, aunque con el tiempo me acostumbré clase tras clase. Mi desempeño en tiro deportivo no fue bueno, me ocasiona risa de alegría, mis puntuaciones en la diana eran muy bajas. Me ponía metas en mi mente, ser cadete de primera de infantería, yo quería demostrarle a mi sargento que merecía un ascenso lo más pronto posible. Y esos resultados no contribuyeron a mi anhelo. El instructor de tiro deportivo era un señor, que era como ayudante de esa área, más no un elemento del Pentathlón. Yo estaba muy nerviosa, ¿se imaginan? Era la primera vez que tiraba, temía equivocarme en el procedimiento porque tienes que cargar el rifle con diabolos y disparar con técnicas como controlar la respiración, mantener una buena posición y mover el gatillo de forma adecuada.

Por último, casi culminando la instrucción de este domingo, nuestra instructora nos hizo un examen diagnóstico, a mí me lo hizo más sencillo que a los demás, pues ellos ya llevaban años en los osos grises. Mi examen llevaba preguntas como la mascota representativa de la institución, lema, colores distintivos, nombre completo de Pentathlón, entre otras preguntas muy sencillas. Yo ya me las sabía, pues soy experta en temas militares y más aún si ingresaba a Pentathlón debía conocerlos, yo los seguía en redes sociales y aprendía bastante. Terminé muy rápido de responder. Mi sargento Tiana se sorprendió mucho, me dice sinceramente «pensé que tardarías más, por lo regular se rascan la cabeza y están queriendo hacer trampa, en cambio, usted Jhoana me deja maravillada, ¿por qué sabe tanto de nosotros?», respondí: «Los sigo en redes sociales y allí aprendo. Los conocí gracias a mi prima, ella estuvo aquí hace años, formó parte de sanidad, ingresó por medio del servicio social de la preparatoria».



#6222 en Otros
#458 en No ficción

En el texto hay: experiencias, metas, militar

Editado: 11.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.