Era el último día de octubre y Haruto encontró a su madre y su hermano levantando un colorido altar en una mesa, mientras Andrea sacaba algunas botellas de licor y utensilios de barro de una caja.
―¿Qué hacen? ―preguntó Haruto.
―¡Haruto-chan! ―su madre sonrió al verlo―. ¡Ven, ayúdanos! Estamos colocando un altar de muertos al estilo mexicano.
―¿Altar de muertos?
―Andy nos contó de esa tradición ―explicó Shuhei―. Se celebra el 1 y 2 de noviembre, así que estamos ayudándola con el altar.
―Oh, sí ―Haruto se acercó a ellos―, oí que en México adoran a la muerte.
―¡No adoramos a la muerte! ―Andrea reclamó dándole un golpe en la cabeza―, celebramos a nuestros difuntos, que es muy distinto.
―Perdón ―Haruto sobaba su cabeza―. Yo había escuchado de religiones donde adoran esqueletos o algo por el estilo.
―Ah, eso de la santa muerte ―Andrea continuó sacando objetos de la caja―. Sí, algunas personas tienen esa religión, pero no tiene nada qué ver con el día de muertos.
―Es una tradición un poco similar al Obon ―explicó su madre acercando tres retratos que tenía en otro altar―. Andy dice que, en estos días, los muertos tienen permiso de venir a visitarnos, así que se les recibe con sus bebidas y comida favorita en un altar. Y como Andy estuvo en México durante el Obon, ahora estamos compartiendo el día de muertos con ella.
―Mamá me ha contado de que ustedes celebraron el Gozan no Okubiri en agosto, cuando yo estaba en México. El año entrante quizá vuelva a México para esas fechas, así que me prepararé con ustedes para celebrar el Tourou Nagashi ―dijo Andrea, observando con cariño una fotografía en su mano―, vi las fotos. ¡Es una tradición muy hermosa! Realmente quiero compartir el Obon con ustedes.
Haruto no pensó que Andrea estuviera tan entusiasmada por las celebraciones a los muertos, le pareció interesante que su cultura y la de ella compartieran esos festejos llenos de muestras de cariño hacia sus difuntos.
―¿Todo esto ―Haruto señaló papel colorido, velas y algunas otras cosas que había en el altar― debe ser parte del altar?
―La cruz es porque se convirtió en un festejo católico ―explicó Andrea―, pero puedes colocar cualquier símbolo religioso. La luz de las velas les ilumina su camino ―señaló unas veladoras―, se supone que se debe usar una especie de flor llamada cempasúchil, pues su aroma es la que los atrae hacia el altar, pero dado que en Japón no hay esa flor, usaremos crisantemos.
―Y colocaremos sus fotos para que sepan que ellos son los invitados de honor en este festín ―dijo la señora Matsumoto colocando la fotografía de un hombre de mediana edad y otra de una mujer joven.
―En vacaciones compré todo lo necesario para colocar el altar con ustedes ―Andrea señaló todo lo que sacó de aquella caja, había vasijas de barro, copal y dulces de azúcar y chocolate con formas de cráneos humanos.
Haruto observó las fotos que su madre había colocado. Era su abuelo materno y una hermana de su papá. Observó con interés cómo entre los tres colocaban el altar con gestos de cariño, tanto, que le contagiaron esa emoción. Se ofreció a acompañar a Andrea por lo necesario para la comida de los muertos.
―¿Quiénes eran las personas de las fotos que colocaste? ―preguntó Haruto.
―Mi abuelo Benito y mi tía Carmela ―respondió Andrea.
―Benito era tu abuelo paterno, ¿no es así? ―dijo Haruto―. Te he escuchado hablar mucho de él, ¿de qué murió?
―Vejez, supongo ―dijo ella encogiendo los hombros―. Tenía 92 años cuando le vino un infarto.
―¿Lo querías mucho? ―, Andrea asintió con la cabeza y corrió hacia un puesto.
―¡Mira, aquí hay fruta fresca!
Haruto comprendió que Andrea no hablaría nada sobre su abuelo tan fácilmente, así que recurrió a otra estrategia.
―La foto que colocó mamá era de mi abuelo Sasuke ―comentó con una sonrisa nostálgica―. Era médico, ¿sabes? Enfermó de esclerosis, y en sus últimos años vivió con nosotros y es él quien cuidó de mí cuando mamá dio a luz a Shuhei. Murió dos años antes de que tú llegaras esta casa. Yo lo quería mucho, y en cada Obon yo siempre envío una luz para él.
―Mamá y Shuhei me han contado de él ―dijo Andrea después de pagar la fruta que pidió―. Habla de él con tanto cariño que lamento no haberlo conocido.
―Sí, era un hombre cariñoso, el único capaz de sacarme de esa frialdad que tengo. Si te hubiera conocido, seguramente te habría alentado a quedarte en Tokio para estudiar medicina. Pero supongo que tu abuelo Benito influyó en tu decisión de regresar a estudiar a México, ¿o no?
―No lo sé ―Andrea se tornó nostálgica―, de entrada, si él hubiera estado con vida, yo no habría venido a Japón. Como sea, es por él que quiero estudiar medicina.
―¿Cómo es eso? ―preguntó Haruto.
―Cuando se enteró de que mi mamá estaba embarazada, se entusiasmó tanto por la idea de ser abuelo que se compró varios libros y videos sobre ginecología, pues él quería saber qué es lo que pasaba dentro del vientre de mi madre mes con mes.
Editado: 12.09.2023