Sentimientos encontrados. Parte 1.

El prometido

Era el último día del año y Yuki llegó por Andrea a su casa. Ella salió llevando ropa abrigadora y el cabello suelto por debajo de una gorra tejida.

―Creo que es la primera vez que te veo sin el cabello recogido ―comentó él.

―El frío contribuyó a que mamá no me obligara a usar un moño ―respondió ella―. Al menos mi cabello me ayuda un poco más, hace demasiado frío.

―¡No hace tanto! Ni siquiera está nevando ―gruñó Yuki.

―Vengo de un lugar en donde 10 grados es frío ―dijo ella cruzando sus brazos por debajo de una capa tejida.

―Ven ―Yuki la rodeó con el brazo―, pégate a mí, así tendrás menos frío.

Pero para Yuki fue el pretexto perfecto para poder caminar abrazándola. Yuki le contaba sobre el significado de ir al templo en año nuevo, del porqué del cascabel que debían hacer sonar antes de comenzar sus plegarias, y de las costumbres modernas alrededor de ese festejo. Yuki adoraba cómo ella sonreía cada que alguien le contaba de la cultura japonesa, algo con lo que ella se entusiasmaba cada vez más, y eso era lo que él quería, que ella se entusiasmara lo suficiente para quedarse.

Cerca del templo vieron a Haruto acompañado de su exnovia y algunos otros compañeros del colegio. Haruto los miró de soslayo y volteó la cara con un gesto desagradable. Yuki frunció el entrecejo.

―¿De nuevo estás peleada con Matsumoto?

―Me vi en la penosa necesidad de golpearlo ―dijo Andrea con una sonrisa―, así que creo que tardará un tiempo en perdonarme.

―¿En verdad golpeaste a Haruto? ―Ricardo estaba cerca de ellos y no lo notaron hasta que habló, haciéndoles respingar.

―¡Richard! ―reclamó Andrea―, ¡me asustaste!

―Pero Mejía-kun tiene razón ―comentó Yuki―, ¿es cierto o bromeas?

―Por desgracia, es cierto ―dijo ella haciendo una mueca entre su sonrisa―, pero a mi favor debo decir que se lo ganó.

―¿Vienes solo, Mejía-kun? ―preguntó Yuki.

―Me cité con una chica que conocí en mis clases de shuuji. Pero entre tanta gente, no he podido encontrarla.

―Vamos juntos ―dijo Andrea―, te ayudaremos a encontrarla.

Yuki no se sintió muy complacido con ello. Su intención era pasar ese rato solamente con ella y, aunque le agradaba la compañía de Ricardo, en ese momento lo sentía como un intruso. Y no fue lo único que arruinó ese plan.

Andrea se quedó esperando en la fila hacia el templo mientras Ricardo y Yuki iban por vasos de amazake. Ricardo al fin se encontró con su amiga y llevando sus vasos de bebida caliente, regresaban con Andrea cuando notaron que Kairi estaba entre la gente, abriéndose paso hacia Andrea. Se había convertido en parte del club de danza para poder conocer a Andrea, pero, dado que ella siempre estaba acompañada de sus amigos, nunca había podido expresarle lo que sentía por ella, y quizá ya había desesperado, ya que delante de toda esa gente, se paró frente a Andrea y simplemente lo dijo.

―Goicoa-san, yo te quiero ―hizo una reverencia―, por favor, sé mi novia.

Andrea dio un paso hacia atrás, confundida. Un tanto incómoda miró de soslayo a la gente a su alrededor, frunció sus labios con un gesto de condescendencia y puso su mano en el hombro de Kairi.

―Lo siento mucho ―y realmente se veía apesadumbrada―pero no puedo corresponderte. Yo ya tengo novio, de hecho, estoy comprometida.

Kairi no fue el único que se sorprendió ante esa respuesta. Yuki quedó congelado al escuchar las palabras de Andrea. Volteó a ver a Ricardo, buscando una respuesta. Ricardo tenía una sonrisa irónica en su rostro.

―Es lo malo de declararse ante tanta gente ―comentó―, el rechazo pasa de ser doloroso a embarazoso.

―¿En verdad tu amiga está comprometida? ―preguntó la acompañante de Ricardo. Él volteó a ver a Yuki.

―Supongo que tampoco les ha contado de eso, ¿verdad? ―Yuki negó con la cabeza―. Sí, tiene novio. Le propuso matrimonio antes de venir a Japón, tienen pensado casarse en cuanto ella regrese y estudiar medicina en la misma universidad.

Yuki sintió como si toda ilusión que pudiera tener de ser feliz se le derrumbara. Por fortuna para él, Ricardo nunca notó la decepción en su rostro. Y la declaración de Kairi fue tan incómoda que Andrea prefirió quedar callada mientras avanzaban en la fila.

Cuando llegaron al templo, Yuki hizo sonar el cascabel con fuerza. Por primera vez en su vida, no le importaba ser egoísta, pidió por un milagro que le permitiera tener una oportunidad para que a Andrea se quedara en Japón, a su lado.

Pero el tiempo pasaba y no veía que pudiera tener oportunidad.

Era febrero y Andrea se había enterado de que en Japón se tenía la costumbre de que las mujeres regalaban chocolates a los hombres en San Valentín, así que ocupó todo un fin de semana con la señora Matsumoto, decorando chocolates con diferentes figuras, tanto para sus amigos como para los chicos del club de danza. A Yuki le dio un chocolate más grande que a los del club, pero él no sintió nada especial en ello, pues había hecho lo mismo para el director Kinomoto, Ricardo, los Matsumoto y hasta para los abuelos de Yuki, era evidente que esos chocolates eran para las personas con quienes más había convivido en Japón.




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