Sentimientos encontrados. Parte 1.

Emociones negativas

Un día después, Yuki se encontraba con Ricardo. Necesitaba alguien con quien desahogarse y fue a él a quien contó todo lo que pasó.

―¡Qué difícil! ―exclamó Ricardo al final―. No puedo decir que Haruto nos traicionó al decirle lo que hicimos ya que tú pensabas hacer lo mismo, e imagino que lo hizo por las mismas razones que tú, quería confesarle lo que sentía por ella.

―Lo sé, pero yo… Sé que sonará estúpido, pero Matsumoto nunca la amará como yo la amo ―Yuki sonaba enfadado―. No la conoce ni la mitad de lo que la conozco yo. Pero… ella no rompería esa promesa por mí, ¿verdad?

―Andy es muy leal a sus promesas. ―Ricardo puso su mano en el hombro de Yuki―. Sin embargo, Andy todavía cree que la tienes en el friend-zone, ¿cómo puede considerarlo si ni siquiera sabe lo que sientes por ella?

―No sé, si se lo digo ahora, no creo que me funcione en absoluto ―Yuki miró hacia el cielo―. Creo que sólo debo hacer lo que he hecho hasta ahora, ser su amigo. Todo mundo me lo ha dicho, yo tengo un don para encontrar las oportunidades, así que esperaré, tengo de aquí a febrero para encontrar esa oportunidad y ganarle a Haruto.

―Si te soy honesto ―dijo Rucardo―, veo a Andy más con alguien como tú que con Haruto. Te deseo suerte.

Comenzaba noviembre y la familia Matsumoto se preparaba para colocar la ofrenda de día de Muertos. Andrea había conseguido calaveras de azúcar y chocolate además de la receta del tradicional pan de muerto que hacía su abuela Mary. Los señores Matsumoto y Shuhei habían salido de compras para obtener todo lo necesario mientras Haruto y Andrea estaban en casa preparando el altar. Mientras lo hacían, Haruto la felicitaba por su notorio avance en japonés antiguo, una de las materias con las que ella tenía problemas para el examen de admisión a TODAI.

―A veces siento envidia de ti ―dijo Andrea, colocando el papel picado que había comprado en México―, todo lo memorizas sin problema alguno.

―Hay cosas que no me son tan simples, pero ―expresó Haruto―, sólo se necesita un poco de esfuerzo.

―¡En tu examen de exploración obtuviste un 96% de probabilidades de quedar en TODAI! ―Andrea sonreía, orgullosa―, es algo que pocos consiguen.

―Si a esas vamos ―Haruto suspiró y dejó lo que estaba haciendo―, hay algo en lo que yo te envidio aún más. Tú has sabido casi toda tu vida qué es lo que quieres hacer. Yo no tengo realmente idea de qué es lo que quiero.

―¿No tienes idea? ―Andrea frunció el entrecejo―, creí que tomarías alguna carrera relacionada con tecnologías de la información, como papá.

―No me mal entiendas, sí me gusta, y me parece interesante lo que se hace en la compañía de papá, pero no fue sino hasta que te conocí y te vi hablar de tus planes en la carrera de medicina que me di cuenta de que una cosa es que te guste y otra que te apasione, y eso no me apasiona.

―¿Y qué te apasiona entonces? ―preguntó Andrea.

―No lo sé. Desde niño me condicionaron a que mi destino era heredar la empresa de papá ―Haruto suspiró y su mirada se dirigió al retrato de su abuelo, el cual estaba en su altar de siempre―. Ahora que lo veo, todo mundo siempre ha esperado demasiado de mí. No importa qué tan bien haga las cosas, papá, mis maestros, mis tíos… todo mundo siempre me dice lo mismo: Puedes hacerlo mejor.

―No había pensado en eso ―Andrea se quedó pensativa―. Ahora que lo dices, he escuchado muchas veces a los maestros felicitarte, pero siempre te dicen lo mismo:

―“Puedes hacerlo mejor” ―dijeron a la par.

―Hay ocasiones en las que hasta el estómago se me revuelve cuando escucho eso ―Haruto volvió a ver el retrato de su abuelo―. Todos siempre me han tratado como una especie de máquina de mejora continua y, justamente la única persona que me trataba como un ser humano, se ha ido.

Andrea miró también el retrato del abuelo de Haruto. Haruto no se lo esperaba, repentinamente, Andrea le abrazó con fuerza, un abrazo que con las palabras que vinieron a continuación, le resultaron realmente confortantes.

―Sueles ser tan frío que es difícil ver al ser humano, pero yo lo he visto muchas veces, incluso antes de que ese viaje a México te cambiara tan drásticamente.

Haruto nunca se sintió tan relajado como en ese momento, le agradeció sus palabras.

―¿Sabes qué deberías hacer? ―dijo Andrea―, deberías tomar un trabajo de medio tiempo en la compañía de papá.

―¿Un trabajo?

―Sí ―Andrea encogió los hombros―. Podrías comenzar conociendo el trabajo de papá más de cerca, te ayudará a tener una mejor visión de qué es lo que quieres.

―No es mala idea ―Haruto sonrió―. Sí, eso es lo que haré.

Haruto se sintió tranquilo y feliz, pero ese sentimiento se transformó en un volcán de ira cuando el resto de la familia regresó para terminar de montar la ofrenda y Andrea colocó el retrato de un sonriente jovencito de tez apiñonada y grandes ojos negros.

―¿Por qué colocas el retrato de tu exnovio? ―reclamó Haruto evitando que sus padres los escucharan.

―Es un altar de muertos ―dijo Andrea, confundida―. Y él… ha muerto.

―¡Pero prometiste que tratarías de olvidarlo! ―reclamó Haruto―. Su recuerdo ya no es…




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