Sentimientos encontrados. Parte 1.

El pasado de Andrea

Yuki se enteró de que Andrea continuaría en pie con aquel pacto y su depresión regresó a él con más fuerza que nunca. Su infalible intuición le hacía comprender que, en su inseguridad y celos, Haruto era un hombre de voluntad frágil, bastaba con una ligera sospecha para que sus celos lo llevaran a hacer a Andrea un daño del que ella no sería capaz de reponerse. Andrea había prometido a Haruto mantenerse alejada de Yuki sólo para definir si realmente podía estar con él, y eso dejaba a Yuki con menos oportunidades.

Terminaba enero cuando Yuki recibió el resultado de su examen preliminar de admisión a TODAI. Dejó salir una sonrisa amarga al ver el resultado. Tenía una puntuación casi perfecta, algo que muy pocos lograban. Pero no era algo que le provocara alegría o autosatisfacción. Hacía un año que se había enterado de que Andrea estaba comprometida y comenzó a hacer lo mismo que hizo cuando rompió con su exnovia: refugiarse en los estudios. Esto se intensificó más cuando ella hizo esa promesa con Haruto y aunado con el hecho de que por algunos meses la ayudó a estudiar, Yuki simplemente obtuvo esos resultados más por su tristeza que por su esfuerzo, así que no era algo que lo animara.

Una semana después, Yuki recibió visita inesperada. Regresando del colegio abrió la puerta de su departamento y fue recibido por una explosión de serpentinas. Dentro estaban sus padres y su hermana, con una amplia sonrisa.

―¿Qué es todo esto? ―preguntó, confundido.

―Es por tu puntuación en tu examen de práctica para TODAI ―su madre le abrazó―, ¡muchas felicidades, Yuu-chan! Sabía que lograrías triunfar.

―¿Cómo se enteraron?

―Nos llamaron del instituto ―dijo su padre―. Ya sabemos que para ti no es algo para celebrar, pero para nosotros lo es, así que por eso hemos venido.

―Les agradezco mucho ―Yuki dejó salir una sonrisa forzada―. Es bueno tenerlos aquí de visita.

Pero, aunque su madre y su hermana no notaban nada extraño en él, su padre se dio cuenta de inmediato de su estado de ánimo. No dijo nada sino hasta dos días después, cuando aprovechó que el resto de la familia se fue a pasear por Tokio y ellos se quedaron a solas.

―¿Es por esa chica que estás así? ―le preguntó.

―¿De qué hablas?

―La chica de la que tanto me hablas por teléfono ―dijo su padre. Suspiró y palmeó la espalda de su hijo―. ¡Lo siento, es culpa mía! Temo que te heredé esta estúpida manía de esperar demasiado del amor. Pero no te sientas derrotado, el amor llegará a ti, de una forma u otra.

―¿Tú crees?

―Me pasó a mí. Son ya veinte años de feliz matrimonio y, la ventaja de ser un romántico es que somos de las pocas parejas que no pierden el encanto con los años, sigo amando a tu madre como desde el primer día.

―Yo quisiera que Andy me amara al menos la mitad de lo que mamá te ama a ti ―Yuki suspiró―, pero no puedo forzarla a amarme, ¿verdad?

―Lo único que puedes hacer es mostrarle que estás con ella, y queda en ella decidir si entregarte su corazón o no.

―Sí, tienes razón ―Yuki sonrió con tristeza―. Pero no quiero estar triste ahora que ustedes están aquí, mejor cuéntame de ti, ¿cómo vas en la planta?

―No muy bien ―su padre rio―, temo que me falta fuerza. Suelo tener la manía de hacer amistad con todos mis empleados y eso me está costando un poco el control. Los veo como mi familia y ellos respetan eso, sin embargo, hay algunos que se aprovechan mi exceso de confianza. Estoy considerando seriamente en contratar a un capataz lo suficientemente rudo para que me ayude, pero es difícil encontrar a alguien de carácter fuerte, confiable y que, a su vez, tenga amplios conocimientos en materia de productos agropecuarios. Entre las nuevas generaciones es difícil encontrar a alguien que quiera estos trabajos tan pesados, pero estoy considerando usar el programa del gobierno de migrantes, sé que están aceptando latinos y es gente con mucha fuerza.

―Fuerza… ―Yuki lo pensó por unos segundos y una sonrisa se esbozó en sus labios―. Papá, ¿estarías dispuesto a contratar a un mexicano?

―¿Hay alguien que me puedas recomendar?

―Sí, sí que lo hay. Espera al lunes, hablaré con una persona y te diré si es posible.

Al siguiente día por la mañana, Yuki recibió otra visita más que no esperaba. Su familia entera, incluyendo a su abuela materna, habían salido de paseo, y justo después de que se fueron, un lujoso auto se estacionó frente a la pastelería. Yuki sintió un vuelco en el corazón al ver desde su ventana a un imponente hombre vestido con una hakama. Era el abuelo Takashi. Su abuelo Shigeru salió de inmediato de la pastelería, colocándose en posición defensiva.

―¿A qué ha venido? ―gruñó el abuelo Shigeru.

―He venido a ver a mi nieto. ¿Está él en casa?

―Creí que usted lo había desconocido como parte de la familia Tsuyuri. ―Rugió el abuelo Shigeru.

―Déjalo abuelo, ―Yuki llegó donde ellos y jaló a su abuelo por el hombro―, puedo manejarlo.

―Le advierto ―el abuelo Shigeru señaló al señor Tsuyuri―, yo no toleraré que toque un solo cabello a Yuu-chan.

El abuelo Shigeru se hizo hacia atrás, pero no se retiró del todo. Yuki quedó parado frente a su abuelo paterno, guardando silencio por unos segundos. En seguida hizo una reverencia, manteniendo su semblante serio.




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