Sentimientos encontrados. Parte 1.

Petición mortal

La familia de Andrea se mostró interesada en la propuesta de Yuki, sin embargo, no era algo que pudieran tomar a la ligera. El señor Tsuyuri entrevistó a Andrea y propuso una visita personal durante el verano, quería tomarse un tiempo para aprender español y entrevistar a la familia de Andrea personalmente.

Los Tsuyuri regresaron a Kioto dejando a Yuki con mejor humor. Él se sentía más animado al saber que Andrea volvía a ser su amiga, sobre todo ahora que ella le confiaba su vida por completo.

―Yo detestaba a Noelia porque fue ella quien me arrancó del lado de mi familia justo cuando yo más podría haber ayudado a mis primos ―Andrea hablaba con él mientras salían de clases―, pero ahora me da lástima, y más lástima me da Haruto. En algún momento esa venda caerá de sus ojos y verá que está al lado de un monstruo. ―Andrea negó con la cabeza―. No quiero ni pensar en qué va a pasar con él cuando eso suceda.

―Fue su decisión ―respondió Yuki―, así que tendrá que afrontarlo.

Entraban al salón del club de danza cuando el profesor Tachibana los llamó.

―Chicos, les tengo buenas noticias, hay un grupo de apoyo social que está interesado en tomar su club de danza como parte de un programa de prevención a la delincuencia.

―¿El club de danza? ―preguntaron a la par.

El profesor les explicó de aquel programa. Había hablado con el director de esa institución social sobre el club de danza y de cómo había ayudado a muchos alumnos a verlo como un método de motivación para aumentar sus notas, pero era algo que podría quedar en el olvido en cuanto Andrea y Yuki egresaran del colegio, fue entonces que el director propuso tomar esa actividad como un distractor que podría evitar que jóvenes de zonas conflictivas se metieran en problemas de delincuencia y pandillerismo. El único detalle era que tenían sólo un par de semanas para armar una presentación que convenciera a gente del ayuntamiento a apoyar esa propuesta. Andrea y Yuki hablaron con sus compañeros del club al respecto.

―Algo bueno ―dijo Andrea―, es que tenemos vestuario y cuadros para cuatro estilos diferentes. Algo malo es que quieren ver al menos cinco estilos diferentes.

―Otra cosa buena ―intervino Yuki―, es que el profesor Tachibana tiene contacto con una familia mexicana que tiene un restaurante en Tokio, y nos donarán vestuarios del estado de Tamaulipas, pero aquí viene algo malo…

―No nos han enseñado bailes de Tama… como-se-llame ―intervino una chica.

―Exacto ―dijo Andrea―, pero tenemos tres semanas y creo que con eso será suficiente para montar una presentación aceptable. Hablaré con Richard, estoy segura de que podrá venir a bailar con nosotros y… pues el club seguirá, aunque nosotros nos graduemos de esta escuela.

Haruto, por su parte, notó que Andrea estaba más distante de él que nunca, y, aunque no sabía que todo era por el proyecto en el club de danza, podía darse cuenta de que lo que fuera, Yuki estaba muy inmiscuido en ello. Fue por eso por lo que un día antes de San Valentín decidió ir a casa, con el fin de acercarse a ella y saber cómo estaba.

El aroma de panqué recién horneado invadía la sala. Se acercó a la mesa, viendo lo que seguramente Andrea había preparado para dar a sus amigos al siguiente día: una bolsa con chocolates y unos cuantos panqués de chocolate adornados, dentro de pequeñas bolsas de celofán. En ese momento Shuhei salió del baño y se acercó a su hermano, sonriente.

―¿Dónde están todos? ―preguntó Haruto después de saludarlo.

―Mamá fue a cenar con sus amigas ―respondió Shuhei―, y escuché que Andy y papá están hablando en el despacho.

Haruto se fue hacia el despacho de su padre, la puerta estaba abierta y, oculto detrás de una planta, se detuvo a escuchar.

―¿Por qué decidiste tan repentinamente hacer revisar el testamento de mi abuelo? ―Andrea parecía confundida al hablar con el señor Matsumoto.

―En realidad fue sugerencia de tu amigo Yuki ―respondió el señor Matsumoto―. Vino a verme hace unos días. No fue claro, sólo me dijo que conoció a tu madrastra y que algo le hizo pensar que podía haber un fideicomiso del que el abogado no te mencionó palabra alguna.

―Y ¿es cierto? ―preguntó Andrea.

―Andy… Encontré varias cosas que necesito hablar contigo, y es por eso por lo que te pedí que vinieras a mi despacho. ―El señor Matsumoto inhaló con un gesto de gravedad―. Primero que nada, tu abuelo estipuló en el testamento que el cincuenta por ciento de los activos de su franquicia serían tuyos, pero como todavía eras menor de edad cuando él falleció, tu padre quedó como albacea…

―Y algo me dice que él no tenía intención de que yo supiera de eso, ¿no es así? ―Andrea comenzaba a tornarse furibunda―. En agosto pasado yo cumplí la mayoría de edad, entonces se suponía que yo debí ser dueña de la mitad de los restaurantes.

―Hay algo peor. En cuanto dejaste México, él vendió todos los restaurantes que poseían. Recibió un aproximado de seis millones de dólares, de los cuales, en su cuenta bancaria, sólo queda poco menos de un millón.

―¿Seis millones de dólares? ―Andrea se levantó del sillón―, ¿quiere decir que en agosto pasado yo debí recibir tres millones de dólares? ―Andrea se dejó caer de nuevo en el sillón―. En menos de dos años él se gastó cinco millones… y mientras, mi familia padeciendo… ¡es increíble!




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