Andrea y Yuki se vieron en la estación del tren, muy temprano al día siguiente. Yuki no había podido dormir por la pena, por lo que durmió casi todo el viaje, recargado en el hombro de Andrea. Cuando despertó notó que ella estiró su cuello de un lado a otro.
―¡Te dio tortícolis por mi culpa! ―exclamó.
―No mucho ―dijo ella con una sonrisa―. Quería moverme, pero estabas durmiendo tan plácidamente que no me atreví a despertarte. ¿Descansaste?
Yuki la miró con ternura. Ella solía hacer bromas de todo, pero en esa ocasión se había reservado todo comentario de burla, lo que le indicaba lo mucho que le preocupaba él en ese momento.
―Gracias por estar conmigo ahora, Andy-chan ―Yuki le besó en los labios. Ella negó con la cabeza.
―No necesitas agradecer, siempre lo estaré.
La abuela Yuina estaba en tal estado de salud que había sido internada en el hospital, así que se dirigieron hacia allá. Yuki entró apretando fuertemente la mano de Andrea, pero al llegar a la habitación notó que el abuelo Takashi estaba ahí, por lo que se quedó en la entrada.
―… dice Rinko que es un lugar hermoso, que las aguas son tan azules que parece una enorme turquesa convertida en mar ―el abuelo Takashi hablaba con voz temblorosa―. Anímate, Yui-chan ―al fin comenzó a sollozar―, en cuanto te recuperes te llevaré de viaje a esas playas… mojarás tus pies con el agua que llevan las olas… te compraré uno de esos hermosos vestidos vaporosos que siempre has querido… por favor, Yui-chan, despierta y haremos todo lo que siempre has querido hacer. ―Hubo unos minutos de silencio―. Ya despertaste ―la voz del abuelo se recompuso―. Le diré al médico que venga… por favor, no vuelvas a quitarte las sondas.
Yuki llevó a Andrea a una habitación contigua, ocultándose con ella. Se asomó para ver a su abuelo quien salía de la habitación e iba hacia los elevadores.
―Andy-chan, entraré a hablar con mi abuela. Por favor, vigila los elevadores, si ves que mi abuelo regresa, evita a toda costa que entre.
Yuki entró a la habitación y lo que vio hizo que sus piernas perdieran fuerza. Su abuela estaba completamente pálida, con sondas en sus brazos, pero sus ojos apagados cobraron algo de brillo cuando le vio.
―Yuu-chan ―musitó.
―Aquí estoy, abuela ―él se sentó a su lado, poniendo de inmediato su mano sobre la cabeza de ella―, estoy contigo.
―Tu tía… ―la abuela hizo un puchero.
―Lo sé, abuela ―Yuki le dio un beso en la frente―, siento mucho no haber estado aquí ese día, pero lo estoy ahora.
―¿Qué voy a hacer sin ella, Yuu-chan? Ella era mi amiga, mi compañía… ¡No es justo que un padre entierre a sus hijos!
―No, no lo es ―Yuki frunció los labios―, y tampoco es justo que dos niños pequeños crezcan sin una madre. Abuela, sabes que yo te amo, y me rompería el corazón perderte, pero más importante son esos dos pequeños que están tan acostumbrados a ti. Por favor, por ellos, tienes que ser fuerte. La tía Nanako estaría muy intranquila si sabe que sus hijos pierden a su abuela ahora que ella se fue.
―Los niños… ―la abuela abrió más sus ojos.
―Sí… ambos nacieron después de que me fui de Kioto ―Yuki esbozó una sonrisa triste―, pero la tía Nanako siempre me hablaba de ellos, de sus ocurrencias, de sus travesuras. Dice que son un poco parecidos a mí.
―¡Vaya que lo son!
Yuki logró lo que quería, que la abuela Yuina hablara de esos dos pequeños a quienes ayudó a criar. La tía Nanako siempre había sido muy unida a su madre, y cuando atendía sus responsabilidades en el consorcio, era la abuela quien ayudaba a cuidar a sus hijos. Hacer que la abuela hablara de ellos seguramente le haría despertar a la realidad de que no había perdido su vida junto con la de Nanako, y, por el contrario, ella había dejado a dos pequeños que necesitaban de ella tanto como la abuela necesitaba de ellos.
―Yuu-chan, hazme un favor, hijo ―dijo la abuela dando unas palmadas en su mano―, dile al médico que me quite estas endemoniadas sondas. Quiero que me traigan la comida. ―Yuki asintió y salió de inmediato, iba directo a los elevadores cuando escuchó la voz de su abuelo.
―¡Quítate muchacha o no respondo!
Andrea estaba parada en el umbral de una puerta que daba acceso hacia las habitaciones, con manos y piernas abiertos para evitar que su abuelo pudiera pasar. El abuelo Takashi quiso pasar por un hueco a la derecha y ella se agazapó hacia allá, después por la izquierda. Enfurruñado, el abuelo la empujó por la cintura, pero ella se aferró con fuerza. El abuelo gruñó, la abrazó por la cintura y la levantó del suelo, pero apenas la volvió a bajar y ella se dejó caer en el suelo, abrazando ambas piernas del anciano.
―¡Muchacha tonta!, ¡me vas a hacer caer!
―¡Solo ―Andrea no lo soltaba― deje que Yuu-chan haga su trabajo!
―¡Llamaré a seguridad!
―Lo hará, pero cuando él termine. Por favor, le ruego que lo deje terminar.
―¡Maldición! ―el abuelo dio un golpe en la pared―. ¡Está bien!, te prometo que no daré un paso más. Ahora suéltame, me estas cortando la circulación.
Andrea se soltó lentamente y se fue poniendo de pie sin dejar de mirar a su rehén.