Sentimientos encontrados. Parte 2.

El regalo de los Tsuyuri

Por causa de los exámenes que se venían, el resto del otoño pasó muy rápido. En todo ese tiempo, Haruto no pudo tener otra oportunidad para salir con Sakura. Había conocido al fin a Kotarou, aquel joven que atraía a Sakura. Era un tanto atractivo, aparentemente miembro de una familia disfuncional, quien había tenido ciertos encuentros con la ley al haber sido parte de una pandilla. Según versión de Andrea y Yuki, Kotarou hizo conciencia de su propia situación en un momento en que una pelea casi lo llevó a la muerte. Decidió entrar a una escuela técnica e ingresó al club de danza para mantener su mente lejos de todo aquello que le causó problemas.

Pero Haruto no podía comprender cómo Sakura podía fijarse en Kotarou, a pesar de haber cambiado su vida, era notorio que era una persona bastante vulgar y muy ignorante. Simplemente no podía aceptar perder contra alguien como él.

Llegó diciembre y Andrea y Yuki se ausentaron del colegio desde unos días antes de las vacaciones oficiales ya que Andrea pretendía pasar la navidad con su familia en Kioto, mientras Yuki asistía a las reuniones del consejo de Tsuymeshi. Habían hecho el primer viaje en tren y esperaban en la estación por un taxi que los llevara a casa. Andrea tenía una paleta de caramelo y Yuki vio de reojo cómo ella la metía en su boca.

―No hagas eso ―dijo con una sonrisa.

―¿Hacer qué? ―preguntó Andrea, confundida.

―No chupes así esa paleta… me haces recordar… cosas ―dijo Yuki con una sonrisa pícara. Andrea sonrió.

―¿Te refieres a esto? ―Andrea sacó la paleta y la acarició sobre su lengua de forma sensual. Yuki rio y obligándola a sacar la paleta de su boca, la besó.

―Sabes que esta vez no permitiré que nada se posponga, ¿verdad? Pediré a tu tío que apruebe nuestro compromiso, y en la noche…

―Lo sé ―interrumpió Andrea―, te prometí que tendríamos nuestra primera noche juntos después de anunciar nuestro compromiso y así será. ―Ella llevó de nuevo la paleta a su boca con una sonrisa traviesa. Yuki gruñó entre risas y la abrazó con fuerza.

―¡Deja de hacer eso o no resistiré más!

Llegaron a casa del abuelo Takashi. A Yuki no le sorprendió ver a varios miembros de la familia Tsuyuri, incluso tíos lejanos, pero lo que le extrañó fue ver que, entre su familia, estaba el abuelo de Andrea, Rutilo Guerrero, esperando con un semblante hosco.

―¿Abuelo? ―Andrea esbozó una sonrisa.

―Vine de visita ―el gesto del abuelo Rutilo seguía siendo severo―, porque escuché algunas cosas que no me agradaron nada.

El padre de Yuki se acercó a ellos y, junto con los abuelos de Andrea, fueron llevados al despacho. El abuelo se paró frente a Yuki con los brazos cruzados.

―Me diste tu promesa de que Andrea terminaría su carrera de medicina.

―Y lo hará, señor Guerrero ―Yuki hizo una reverencia―, lo prometí y…

―Explícame entonces ese rumor de un compromiso ―gruñó el abuelo en lo bajo.

―No hagas tanta alharaca, viejo gruñón ―la abuela Mary habló con calma―. Yuki es, después de todo, un muchacho noble, y siendo tan prósperos…

―¡El dinero va y viene, mujer! ―rugió el abuelo Rutilo―. Mírame a mí, yo podía ofrecerte todo cuando te casaste conmigo y, ¿de eso qué quedó? Ve al padre de Andrea, era millonario, ¿y qué le dejó a su hija?

―Señor Guerrero ―era de esas raras ocasiones en que el padre de Yuki tenía un semblante serio―, yo se lo dije, no solo tiene la palabra de mi hijo, sino también la mía. Andy-chan terminará su carrera. Ahora si me permite, tenemos unos asuntos urgentes.

El señor Tsuyuri salió de la sala junto con Yuki, él miró a Andrea con un gesto de preocupación, pero ella le hizo una seña de que todo estaría bien. Cruzaron un bello jardín estilo zen hasta una enorme sala de juntas con grandes ventanales. Aún desde fuera, Yuki pudo ver que Tessho estaba sentado al fondo, junto a sus padres.

La reunión dio inicio. El abuelo Takashi comenzó hablando de forma apasionada sobre el apoyo que Yuki aportaba a la compañía, seguido de los hechos ocurridos aquella noche, cuando fue atacado. A Yuki le sorprendió ver que incluso los tíos cercanos de Tessho miraban al acusado con rostros furibundos.

―Pero Tessho, mi primo Usui me hizo recordar ―el abuelo señaló a otro hombre de avanzada edad que estaba sentado cerca de él―que eres nieto del único de mis hermanos que sobrevivió a aquella guerra, y él mismo me propuso que, en honor a su memoria, te diéramos otra oportunidad.

Los reclamos no se hicieron esperar, pero el abuelo Tsuyuri hizo que todos callaran. Le cedió la palabra a su primo, Tsuyuri Usui, un anciano hijo del segundo fundador de Tsuymeshi y quien era dirigente en la parte del consorcio que creó su padre.

―Lo hemos discutido, Tessho ―dijo el anciano―, y seré yo quien te dé esa oportunidad. Tenemos planes de abrir una empresa de maquinaria robotizada en Okinawa. Tú siempre has sido hábil en la ingeniería, así que esta es la propuesta: pedirás tu cambio a la universidad de Ryüküs, en esa misma ciudad, ingresarás a la facultad de ingeniería y nos ayudarás a fundar esa nueva línea de negocio. Abogado, si quiere darle los pormenores a mi sobrino nieto ―el abuelo Usui cedió la palabra a un abogado.




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