Sentimientos encontrados. Parte 2.

Epílogo

8 años después.

 

Yuki y Haruto estaban charlando en la sala de espera del aeropuerto de Narita cuando Ricardo llegó acompañado de su mujer y dos niños varones. Una sonrisa se esbozó en los rostros de los tres y Ricardo se acercó a saludarlos con un abrazo.

―Ya extrañaba estos cálidos saludos tuyos ―expresó Yuki.

―¿Andy y Ushi no vienen con ustedes? ―preguntó Ricardo

―Están en casa ayudando a mamá ―respondió Haruto―, vamos, también mis papás los están esperando.

Ricardo y su familia entraron al automóvil de Haruto y juntos iniciaron el trayecto hacia la casa de los Matsumoto.

―¿Cómo van las cosas en Londres? ―preguntó Yuki.

―Excelente ―respondió Ricardo―, justo hace unos días me ofrecieron trabajo como coreógrafo. Estoy evaluando dejar la compañía de danza en la que trabajo actualmente para tomar esa nueva oportunidad. ¿Qué hay de ustedes?, en las redes sociales vi que Andy está embarazada de nuevo.

―Sí, de hecho, recién nos enteramos de que es una niña. La señora Matsumoto ya está planeando comprar una casa de vacaciones en Kioto para estar cerca de ella.

―Debe volverse loca de felicidad, ¿no es así? ―dijo Ricardo―. Haruto y Andy le han dado dos nietos varones, pero seguro esperaba con ansias una niña.

―Vaya que si está loca ―Haruto rio―, hizo que papá comprara una casa cerca de la mía con tal de estar todos los días con mi hijo. Ahora pretende tener una casa de vacaciones en Kioto para poder visitar constantemente a Andy y a su nueva bebé.

―¿Qué hay de Tsuymeshi?, ¿tu padre ya ha tomado las riendas?

―El abuelo Takashi no ha dejado Tsuymeshi del todo ―Yuki esbozó una sonrisa al pensar en su abuelo―. Es increíble, a sus años y sigue siendo tan fuerte como un roble. Sin embargo, papá se involucra cada vez más en la dirección de la compañía y yo estoy muy de cerca, apoyándolos en todo momento.

―¿Y Andy?, algo me dijo de una fundación.

―Andy convenció a la abuela Yuina de apoyarla con una fundación en donde se da apoyo médico a personas de escasos recursos ―explicó Yuki―. Se ha metido de lleno en eso, ya la conoces cómo es, ni sus embarazos la detienen, de hecho, ella suele llevar a nuestro hijo tantas veces al hospital que él ya está tomando gusto por jugar al médico.

―Pero en una charla que tuve con ella ―comentó Ricardo―, supe que tú también llevas a tu hijo a las terapias que das a la gente de Tsuymeshi y, aparentemente, también le gusta la psicología.

―Oh, sí ―Yuki rio―, ya tiene psicoanalizados a todos sus muñecos.

―¿Sabes qué hay del grupo de danza? Hace años que no platico con nadie de ellos.

―El grupo sigue gracias al profesor Tachibana ―respondió Yuki―. Dos de los miembros del grupo original están tomando clases de danzas tradicionales japonesas y como están integrando ambas culturas, han recibido más apoyo.

―Oh, debe ser genial. Las danzas tradicionales de Japón son muy hermosas, realmente espero tener tiempo para ir a visitarlos. ¿Y tú, Haruto? Andy me dijo que la empresa Matsumoto ha creado una división especializada en la construcción de videojuegos, ¿es así?

―Sí, y está creciendo ―comentó Haruto―. Se ha hecho ya un anime de uno de los mangas de Sakura, y eso es suficiente publicidad para nuestros videojuegos.

Ellos continuaron charlando de lo que había sido de sus vidas en los últimos seis años, tiempo que Ricardo llevaba viviendo en Londres. Llegaron a una casa en los suburbios, más grande de la que habitaban cerca de la bahía y con un hermoso jardín en donde jugaban dos niños de alrededor de tres años. Ambos se acercaron corriendo al ver que los recién llegados llegaban con los hijos de Ricardo.

―¿Es tu hijo? ―dijo Ricardo al ver a Yuki levantando al niño en brazos―. ¡Es idéntico a Andrea! Pero no puede negar su ascendencia oriental, esos ojos almendrados son definitivamente de su padre.

―Él es tu tío Richard, Takeo. Salúdalo ―dijo Yuki. El niño se recargó en la cabeza de su padre con timidez al ver que Ricardo le apretaba las mejillas.

En ese momento, Andrea salió de la casa, esbozando una amplia sonrisa. Fue hasta Ricardo y le saludó con un abrazo.

―¡Qué linda te ves embarazada! ―exclamó él al verla con una bata de maternidad color salmón―. ¿Cómo va tu embarazo?

―Muy bien ―dijo ella―, pero esta niña me ocasiona mucho sueño. Necesito estar durmiendo siestas todo el tiempo.

―¿Ves lo que haces? ―Ricardo gruñó hacia Yuki― hazte cargo de los pendientes y deja dormir a tu mujer.

―¿Qué me reclamas? ―espetó Yuki―, al contrario, yo quiero que descanse más, pero es muy difícil ponerla en paz.

―¡Richard! ―Sakura salió de la casa y fue hacia él para saludarlo―, ¡hace tanto tiempo que no te veía! ¿Cómo se porta ese señor? ―preguntó a su esposa.

―No me quejo ―dijo ella―, es buen esposo.

La señora Matsumoto les llamó desde la puerta para invitarlos a refugiarse del abrazador sol de verano. Charlaron dentro de casa y, después de terminar con la preparación de la comida, Sakura salió para llevar vasos de té frío a su hijo y al resto de los niños. Desde una ventana, Yuki pudo notar que una mujer elegantemente vestida se acercaba hacia Sakura con un gesto desdeñoso. Yuki codeó a Andrea y ambos salieron hacia el jardín.




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