"¿Qué provoca las fases de la luna?"
"El movimiento de la luna alrededor de la Tierra."
"Hn... ¿y por qué sólo vemos una cara de la luna?"
"Porque el movimiento de la luna y el tiempo de rotación es el mismo."
"¿Y qué ángulo forma la luna con la Tierra?"
"Un ángulo de cinco grados."
"Ya te sabes estas cosas." El demonio de fuego sentado en el alféizar refunfuñó, abandonando la libreta y abriendo de golpe el libro. "¿Cuál es el diámetro de Júpiter?"
"¡Hiei, eso no es justo, el examen de mañana es sobre la luna!"
"En unidades igual a la longitud de tu nariz." Presionó con burla. Kurama sonrió con satisfacción.
"Hm… de acuerdo, vamos a ver. Mi nariz parecer tener... ¿desde dónde lo estamos midiendo, de arriba a la punta o de arriba abajo?"
Hiei se lo quedó mirando con incredulidad. "No vas a contestar a eso, ¿verdad?"
"Suponiendo que quieras decir de arriba abajo." Kurama prosiguió, ignorando el comentario y colocando su dedo debajo de la nariz para enfatizar. "Mi nariz mide unos... ¿cinco centímetros? Suponiendo que hay veinte narices por metro. Y mil metros por kilómetro, habrían veinte mil narices por kilómetro. Y el diámetro de Júpiter es de ciento cuarenta y dos mil setecientos kilómetros, entonces ciento cuarenta y dos mil setecientas veces veinte mil... serían..." Kurama cerró los ojos un momento. "Dos mil millones ochocientas cincuenta y cuatro millones de narices hacen el diámetro de Júpiter." Pronunció triunfante, abriendo los ojos y sonriendo.
"Ahora haz de arriba a la punta." Respondió Hiei, sarcásticamente.
"Bien, veamos..." Bromeó Kurama, fingiendo pensar.
"No, ya es suficiente. Obviamente lo sabes todo. No sé por qué te molestas en hacer que te pregunte." Cerró la libreta y se la devolvió.
"Gracias. Me has ayudado."
"A la única cosa que te he ayudado es a lucirte."
"Eso no es verdad." Protestó Kurama.
"Hn. Me voy."
"Yoroshii. Cierra la ventana cuando salgas."
"Sí, mamá." Hiei puso los ojos en blanco. Pero Kurama oyó el ligero sonido de una ventana cerrándose y sonrió para sí, echando un vistazo para ver nada que pudiese revelar la anterior presencia de Hiei. La única cosa que había fuera de la ventana era un interminable cielo negro y aterciopelado. Ese conocimiento condujo a pensar en el hecho. Era una magnífica noche de fiesta, algo cálida y definitivamente seca. Y aún así Hiei había venido. Era tal vez una semana después del incidente del soneto, y durante ese periodo de tiempo, los dos habían estado pasando un poco bastante más tiempo con el otro.
Apenas la semana pasada estaba utilizando la casa como el último recurso para pasar la noche cuando había tormenta, pensó Kurama. Y ahora es casi cada noche. Aunque fuese sólo durante unas horas para vaciar el congelador de Kurama de helados (su madre había empezado a pensar que era cosa de una deficiencia de calcio), o forzado a hacer preguntas al zorro demonio pelirrojo para un próximo examen. Con todo, más o menos una vez a la semana Hiei hasta le esperaba que viniese de la escuela, pero cuando lo hacía, normalmente daban un paseo por el parque. Kurama sonrió abiertamente, recordando la vez que enseñó a Hiei el misterio y el placer conocido como 'puestos de perritos calientes'. No podía recordar a Hiei haciendo tantas caras divertidas en un solo día. Por supuesto no era únicamente debido a los perritos calientes... Kurama sonrió ligeramente y se permitió vagar por el recuerdo.
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"Probablemente eso no va a saber muy bien." Kurama advirtió mientras su amigo ponía cada condimento que el vendedor tenía. "Tienes más mostaza que carne."
"Le pondré lo que yo quiera." Vino la indiferente respuesta del demonio de fuego mientras el vendedor negaba con la cabeza. Kurama pagó al hombre y empezaron a andar. No fue hasta unos segundos más tarde que se dio cuenta de que Hiei, quien normalmente mantenía exactamente el mismo paso, no estaba en su habitual sitio a su lado.
"¿Hiei?" Preguntó Kurama, dándose la vuelta con su propio perrito caliente, coronado con una muy fina línea de ketchup además de condimento y envuelto en una servilleta.
"¡Maldita cosa!" Soltó Hiei, la boca cubierta de mostaza y la mitad de su, por lo visto ahora roto, perrito caliente colgando fuera del panecillo. Kurama hizo todo lo que pudo para no sonreír, cosa que no creía que Hiei fuera a apreciar. Realmente era una vista divertida. Cruzó de un tranco la distancia que les separaba.
"Oh, dame eso. Y-" Kurama hizo señas hacia su propia cara y luego hizo un movimiento de limpiarse. Hiei se limpió la boca con el dorso de la mano, que sólo la extendió más. Kurama negó con la cabeza. Desenvolviendo la servilleta de su prefecto y entero perrito caliente, se la dio a Hiei, cogiendo el deformado y tirándolo.
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Editado: 04.09.2019