En el susurro del viento en la tarde,
palabras flotan, etéreas, errantes.
Quisiera desvelar mi alma al instante,
pero en el silencio, la voz es cobarde.
Tempestad impredecible, tan loca,
una danza de miedos y luces lejanas,
que arrastra mis sueños con manos tiranas,
y el eco de un grito en mi pecho se atesora.
Tan sensible, el corazón se desata,
renace en el caos, se ahoga en la bruma,
bajo cielos que recurren a la espuma,
donde el deseo y el dolor se destruyen.
Quien arrastra, quien enreda mis ideas,
hilos de emociones en un torbellino,
laberintos de sombras que nunca adivino,
en la tormenta de hacer y deshacer, óseas.
Me voltea de pie, entre luces y sombras,
un baile frenético de lo eterno y lo efímero,
como un faro perdido en el espacio íntimo,
mi voz se quiebra, pero el anhelo me asombra.
Quiero decir tanto, sin poder decir nada,
un cosmos de sueños cautivos en el aire,
soy el eco sutil de un amor que no arde,
un poema sin versos, una vida callada.
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Editado: 18.03.2025