Ser Madre

Capitulo 36

Paulina Mendoza:

Se escuchan disparos afuera de la casa, despierto a los niños, que están durmiendo conmigo esta noche, ha ocurrido un apagón, creo que general, miro a mis niños bien dormidos, los remeso nuevamente, con la esperanza de que despierten, pero nada parecen piedra.

Bebes despierten, escuchen vamos despierten, -tía tenemos sueño, no importa si no vamos a la escuela, igual ya perdimos el año escolar por falta, déjanos dormir tía.

No escuchan que hay disparos afuera, y si alguna bala perdida cae aquí, escondámonos rápido.

-Está bien tía, quien estará disparando a esta hora, -no sé, pero igual no voy a salir a preguntar.

-Tía está muy oscuro, no alcanzo ver nada, -lo se Eric, por lo mismo tenemos que buscar un lugar seguro, agáchense y escondámonos debajo de la cama, creo que es un buen lugar y colocamos la mesa para protegernos, en caso de que alguien llegue ingresar.

-Si tía, tienes razón, apurémonos en traer la mesa, y colocarla como escudo, -Carlos tu y yo podemos con ella, mientras la tía se refugia primero.

Como creen ustedes eso, vamos bajen rápido y escóndanse, yo arrastrare la mesa, apúrense niños que no tenemos mucho tiempo.

Estaba arrastrando la mesa, cuando escucho como la puerta de la entrada de la casa, es abierta de un solo golpe, lo primero en lo que pienso es en ocultar a los gemelos, corro en la oscuridad para colocar seguro a la puerta, y algo pesado para que no ingresen a mi cuarto, arrastro una pequeña cómoda, y me paro firme para que mi peso no les haga fácil entrar, justo suena mi teléfono, y es Jaime, corto la llamada con la esperanza de que los delincuentes no hayan escuchado el teléfono.

Mi corazón late tan fuerte, que creo que el teléfono es el menor de mis problemas, ya que mi corazón me delata.

¡Señor ayúdanos por favor! No sé porque tenemos que pasar por todas estas pruebas, compadécete de nosotros, y es cuando me acuerdo de mis padres y Patricia, ¡Dios Que voy hacer! Otra vez suena el teléfono, contesto rápidamente, -Dime Jaime, tengo miedo nos están atacando, hace poco se escuchaban disparos y ahora alguien ingreso a la casa, ayúdanos.

-Para eso te llamo, manténganse escondidos, mis hombres están luchando con los secuaces de José, sé que ingresaron escóndanse bien, aprovechen la oscuridad y no hagan ruido, confía en mí.

-No hables, escóndete bien y no salgan por ningún motivo, escúchame escóndanse.

Ha ciento con la cabeza como si el me estuviera viendo, cuelgo rápidamente y me escondo junto a los gemelos, les digo silencio, no hagan ruido escuchen lo que escuchen, si nos encuentran nos separaran nuevamente, -¡no tía! No aremos ruido.

Escucho pasos torpes, como si se tropezaran con los muebles, debido a que no conocen la casa, parece que todavía están en la sala, por suerte los cuartos quedan en el piso alto, ojala que los hombres de Jaime nos rescaten pronto.

Estoy casi comiéndome los dedos, porque ya me comí las uñas, ¡Diosito por favor ayúdanos!.

Se escuchan pasos que se acercan a mi habitación, comienzan a tratar de abrir, pero como le coloque dos cerrojos no pueden ingresar, la comienzan a forzar pero ella resiste, veo como la patean y maldicen a todos míos antepasados, abrazo fuertemente a los gemelos, les hago seña de que se queden calladitos, ellos solo me miran con su carita llena de terror, ya que saben que si se los llevan nunca mas los volveremos a ver, la pobre puerta comienza a ceder, veo como una mano aparece para empujar la cómoda, de pronto se escucha más pasos, que se dirigen hacia aquí.

¡Dios que sean los hombre de Jaime!.

Se escucha insultos entre ellos, y de pronto más detonaciones, parece que se están dando bala en mi casa, y lo que me preocupa es una bala perdida, abrazo fuerte a los gemelos llevándolos conmigo hacia la pared, acercándonos a la veladora, para que nos sirva de escudo.

Los gemelos comienzan a sollozar, tienen miedo pobre de mis niños, yo también estoy llorando no sé cuando comencé, pero si quería que no nos encontraran, debido a nuestro llanto ya nos detectaron.

Observo que el hombre que ingreso su mano, para empujar la cómoda, todavía está haciendo presión para ingresar, -niños quédense aquí, yo voy a evitar que entren, no se muevan.

-Pero tía te van hacer daño, quédate con nosotros, ya perdimos a nuestra madre, que será de nosotros si te pasa algo, no nos dejes tía, verdad Carlos, para nosotros eres lo más parecido a una madre, no nos dejes tu también.

Los observo, y me debato entre quedarme con ellos, o detener a ese sujeto, -niños tienen que ser valientes, ayúdenme a empujar la cómoda, esa es nuestra única oportunidad, para que los malos no entren.

-Cuenta conmigo tía -y conmigo también.

¡Esos son mis niños, quien dijo que los Mendoza nos acobardamos!

Salimos debajo de la cama, casi a arrastras, pero logramos incorporarnos rápidamente, los tres corrimos para sostener la cómoda en su sitio, empujándola contra la puerta para que no, lleguen a nosotros.

-Malditas alimañas, como se atreven a detenerme, cuando les ponga las manos encima, les daré un tiro directo en la cabeza, como a las serpientes para acabar con ustedes de una vez por todas.




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