Beatriz León:
¡Veo correr como un loco furioso a don Alejo con machete en mano, como un buen manaba que se respete!, desde acá la señora Hilda lo instigaba a perseguir al delincuente que había entrado a mi casa.
-No lo dejes escapar Alejo, ¡pobre de ti!, esta noche duermes en el patio si se te escapa, ¡escuchaste!.
Me daba algo de pena don Alejo, metido en un lio que no era suyo, y además con semejante amenaza sobre su cuello.
Con los gritos de la señora Hilda comenzaron asomarse vecinos a ver que sucedía, de pronto la calle estaba llena de curiosos, que no hacían nada por ayudar, solo salieron por el morbo, la sapada les podía decía ella por lo bajo.
Aun con el susto, no podía evitar sonreír, esta mujer no tenía pelo en la lengua.
Llegó la policía, ¡alguien la llamo!, pero solo vinieron a proteger al delincuente, que don alejo atrapo, luego de tirarle una piedra en la cabeza, y este se detuvo por la sorpresa y el dolor.
-Haber no lo vayan a maltratar ¿ustedes saben cómo son los Derechos Humanos?, lo tenemos que llevar al Hospital y luego la perjudicada deberá poner la denuncia.
-Si claro, cuidado se desangra el pobrecito.
-¿Quién los llamo? Deberíamos quemarlo vivo, como muestra para que otros no vengan a robar a aquí.
-Es por gusto, más tarde está libre, no vaya vecina es una pérdida de tiempo.
-A mi hermana le robaron la semana pasada, el delincuente fue a pasear en el patrullero, y después lo soltaron, y ella fue amenazada por los familiares del angelito.
-Piénselo vecina déjelo ir, es gastar dinero en vano, a usted la vendrán a amenazar y no cambiara nada, el delincuente tiene más derechos que nosotros, hágame caso.
-Si desde que lo famosos Derechos Humanos aparecieron, ellos son intocables, más seguro que Alejo vaya preso, por herirlo que el por robar.
Esas eran algunas cosas que escuche, de parte de mis vecinos, mientras el delincuente era subido al patrullero.
-Haber dejen de difamar a las autoridades.
-¡Que autoridades!, ustedes son solo agentes del orden, no se coloquen títulos que no tienen.
Gritaba otro vecino, indignado.
-¿Quién fue el sapo, que llamo a la policía?, la próxima los cogemos y los quemamos vivos, como hacen en el Oriente, nuestros hermanos indígenas.
-Ustedes no saben que eso es un delito.
-¡Y lo que ellos hacen no!, robarnos lo poco que tenemos, gracias a nuestro trabajo, el esposo de ella tiene dos trabajos, y a dura penas tienen para comer, y aun así les roban, ya sé que son extranjeros, pero eso no quita que deben ser explotados y robados.
-Sí.
Esos eran los gritos de indignación de mis vecinos, no pensé que nos fueran a respaldar.
-Nosotros no hacemos las leyes, solo las hacemos cumplir, no somos sus enemigos, también tenemos familias a quien alimentar, pónganse en nuestros zapatos, ¡sabemos cómo se sienten!, también nos indignamos cuando hacemos nuestro trabajo, y los Jueces los sueltan.
-Entonces deberíamos enjuiciar a los Jueces corruptos.
-Si hagamos una marcha, para que lo Asambleístas trabajen para variar.
-Déjelo así vecina, solo cierre bien la puerta y la ventana, cuando salga y este en casa sola con el niño, déjelos ser, no gana nada.
Eso fue lo último que escuche de la señora que vivía dos casas más allá de la mía.
Me acerque donde estaba el patrullero, y les dije -déjenlo ir, yo no tengo dinero, para un abogado ni para el pasaje.
El policía que lo tenía esposado dentro del vehículo, me miro con pena e impotencia, igual ellos no tienen la culpa de que el sistema este corrompido.
-Está segura señora, mire que después no quiero quejas.
Sí señor, igual no sé si se habrá llevado algo, solo lo vi salir por la ventana de mi casa.
-Revísalo, para ver si se llevó algo, le dijo el otro policía, al que estaba junto al ladrón.
Comenzó a revisarlo, y no estaba preparada para ver, lo que había sustraído de mi casa.
Eran dos prendas interiores mías, que Julio me había comprado hace un par de meses, ¿Qué hacia ese hombre con mi ropa interior, para que la quería?, yo no fui la única que me quede en shok, todos los presentes se quedaron con la boca abierta.
El señor policía, le pasó las prendas al otro, y este las levanto, para enseñarlas a los presentes, mi cara estaba roja como un tomate de la vergüenza.
-Miren lo que este angelito se llevó de la casa de la señora, ¿tu esposa no tiene, por eso te llevas las de otras mujeres?, que cochino eres, -le grito el policía.
Yo no podía creer lo que pasaba, para que ese hombre quisiera mi ropa interior.
-Es un fetiche, he leído sobre eso, grito una mujer a lo lejos.
-Que fetiche, es un maricon, así le llaman en mi tierra, no le pongas nombres bonito.
-Ya cálmense, no discutan entre ustedes por favor, tome señora sus prendas.
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Editado: 14.11.2024