Será porque te odio

2. El objetivo

—No puedo creer lo que me dices… ¡Te descubrió! —grita Katy, atrayendo la mirada de las pocas personas en la cafetería.
Lisa se levanta y la empuja de los hombros para que tome asiento de nuevo.
—De haber sabido cómo te pondrías, no te habríamos contado nada —dice Lisa.
Obvio la señorita a mi lado exprimió toda la historia sobre lo sucedido el mismo día sábado, mientras comíamos helado que, como de costumbre, tuve que pagar yo. Ella no iba a poder soportar hasta hoy, aunque Katy tampoco, dado que estuvo acosándome el domingo, cuando ya había solucionado todo, buscando que le diera respuestas y tuve que mantenerla feliz diciéndole que le había encantado el regalo.
—No puedo creer que nunca hayas pensado en regalarme una camiseta así —me queje.
Las dos dejaron de murmurarse entre sí y me volví su foco de atención.
—¿Te gustó? ¿Osea que lo viste? —pregunta sin poder creerlo.
—¿Acaso no te dije que le encantó? —cuestiono confuso— ¿Sobre qué creías que hablaba? ¿La caja de cartón?
Definitivamente no entiendo su lógica.
—No, solo pensé que te había escrito o algo así —comenta.
—¿Por qué intercambiaríamos números de contacto? Ni siquiera somos conocidos —replico.
—Bueno, no lo sé. Creí que habían socializado —dice en voz baja.
—Creo que la situación en la que estaban envueltos no pudo darles para más —agrega Lisa.
Volteo a mirarla con el ceño fruncido.
—Ustedes solo hablan idioteces —mascullo.
Ambas comienzan a reír.
—Debemos comenzar a armar el segundo paso en el plan de conquista y daremos por hecho que el primero fue un rotundo éxito —Katy salta emocionada en su asiento.
—“Debemos” suena a mucha gente, considerando que de este trío solo a una persona le gusta ese tipo —aclaro.
—Concuerdo con la persona a mi lado —agrega Lisa, dándome un leve empujón con su hombro.
—¡Por favor! ¿¡No dijeron que eran mis ángeles custodios!? —hace un puchero.
¿Hasta cuándo piensa seguir insistiendo con el tema?
—¿De cuando a acá eres religiosa? —pregunta Lisa.
—Desde que necesito que me ayuden en mis cinco pasos de conquista —responde con una sonrisa.
—Recuerdo que la primera vez que hablamos sobre esto, el lunes pasado para ser exactos, dijiste que era un plan de solo 3 pasos —agrego con molestia.
—Bueno, no pude considerar en ese entonces otros factores y por eso el plan se ha alargado dos pasos más —explica.
Lisa asiente pero sé que no entiende nada. O eso quiero creer para no tener que ser el único al que le sucede.
—¿Qué factores? —la verdad no puedo quedarme con la duda.
Lisa y Katy me miran fijamente por lo que considero un minuto completo, con los segundos demorándose tres veces más de lo habitual en moverse.
—¿Cómo no lo sabes? —Lisa se cruza de brazos.
—Es muy obvio, te dejaremos analizarlo —Katy comienza a organizar sus cosas.
Mi cabeza está dando vueltas sin ningún tipo de pista, solo intentando hacer parecer que lo estoy pensando.
—¿Qué cambio en el señor Eric desde el lunes, que recién entro a jugar baloncesto, hasta hoy? —Lisa se coloca enigmática.
—Nos sorprendió porque crecimos que era más de fútbol —respondo con obviedad.
Katy me está cacheteando mentalmente.
—¿Nos sorprendimos? ¿Con lo alto que es? ¡Por favor! Es solo tu ego hablando porque toda la atención está ahora sobre ese club y tú prefieres el hockey sobre hielo —dice Lisa con burla.
—¿Qué me importa sobre lo que más se hable? Sigo prefiriendo el hockey sobre hielo.
¡Por Dios! Ese chico apenas lleva poco más de un mes aquí y ya tiene a la mayoría de las chicas y chicos locos por él. Y de por sí es esa clase de persona que te coloca incómodo si se acerca. Y lo tuve que vivir en carne propia el sábado porque el plan de Katy es tan inestable como la cantidad de pasos que va a terminar necesitando para poder llevarlo a cabo.
—¿Siquiera estás pensando en la respuesta? —cuestiona Katy.
—La profesora siempre se demora así que tengo tiempo para escucharte —vuelve a tomar asiento frente a nosotros.
—Lo único que puedo pensar es que el lunes siguiente nos dirás que el plan es ahora de diez pasos —comento distraído.
Katy me mira sería y Lisa se ríe, empujándome de nuevo con su hombro.
—Solo intenta irte por la borda —agrega Lisa entre risas.
—¡Por favor! ¡Ni siquiera es tan difícil! —se queja Katy, golpeando ambas palmas contra la mesa.
Nuevamente somos el centro de atención y todos nos miran como si esperarán que termináramos peleando.
—Para su pequeño cerebro, sí. Sabes que no podemos exigirle demasiado, sus papás nos lo confiaron —Lisa me abraza incómoda y da una leve palmada a mi espalda.
La alejo de inmediato, escuchándola reír.
—Púdrete —mascullo, quitándole los lentes.
—¡Oye! Eso es jugar sucio —se queja, intentando quitármelos de las manos.
Ahora es turno de Katy y mío para largarnos a reír a costa suya.
—¡Son unos idiotas! —termina rindiendo se.
—Por lo menos tenemos más voluntad —dice Katy, recibiendo una mala mirada de Lisa.
—Solo hace esto para que olvidemos el tema principal —Lisa me sonríe con malicia.
—Toma tus lentes, es como si te hubiera robado todo el rostro —comento entre risas.
Me golpea en el pecho, riendo también de mi mal chiste.
—Vamos, solo contesta la pregunta o serás vetado de este trío —amenaza Katy.
—¿Se supone que es premio o castigo? —pregunto.
—¡Obvio es un castigo! Somos tus mejores amigas —agrega con obviedad.
—Ustedes dos solo son mi karma —comento con seriedad.
—Bueno, no es muy contrario a lo que tú eres para nosotras —agrega Lisa.
—Por favor, es más probable que ustedes sufran por mi ausencia, a que yo lo haga por la suya —explico.
—Como tú digas, solo responde la pregunta —gruñe Katy—. Hemos dado tantas vueltas que ya hasta olvide cuál era.
—¿Entonces qué quieres que responda? —pregunto confundido.
—Por algo somos dos contra uno, querido —ríe Lisa— ¿Qué cambio en el guapo y atlético Eric desde el día lunes de la semana pasada hasta hoy? —repite la pregunta, aunque creo que de un modo diferente.
—¿Entro a jugar baloncesto? —cuestiono con obviedad.
—¡Eso ya te lo había dicho la propia Lisa! —se queja Katy con brusquedad.
—¿Y yo qué culpa tengo de que no formule la pregunta exactamente igual que la primera vez? —me quejo de vuelta, alzando la voz.
—¡Bien, señor obvio! —Lisa me golpea en el pecho— ¿Qué cambio en Eric desde el lunes, que recién entro a jugar baloncesto —recalca la frase final con fuerza—… hasta hoy? —culmina mirándome con los ojos entrecerrados.
—Aumentaron sus admiradores —respondo entre dientes.
Ambas se levantan a aplaudirme, las pocas personas a nuestro alrededor las miran como si estuvieran locas y quisiera dejarles en claro que efectivamente eso es lo que son.
—¡Bravo! —grita Katy.
—¡Bravísimo! ¡Mío estúpido! ¡Bravo! —exclama Lisa.
—Solo porque veas un show italiano no quiere decir que seas hablarlo, más aún si lo ves con esas horribles voces dobladas —me quejo.
—¡Cállate! ¡Mío bambino asquerosini! —mueve su mano sobre mi rostro.
—¡Bueno, bueno! ¡Cómo sea! —me levanto— Ya respondí la estúpida pregunta, me voy para no verme envuelto en más dramas relacionados con ese tipo —mascullo.
—¡Mío bambino celosin! —Lisa continua con su italiano asqueroso.
—¡Pero si tienes una hora más libre! —dice Katy, como si ella no debería estar en clase ya.
—Por eso, un hora libre de ustedes dos —agrego, colocándome la mochila.
—¡Qué cruel! —exclama Lisa— ¡Mío bambino! —obvio tenía que agregar.
Le empujó para que vuelva a tomar asiento, me mira con la boca abierta.
Le saco la lengua.
—Adiós. Me tuvieron y no supieron aprovecharlo, ahora solo les queda llorar —intento rimar.
Se echan a reír, como cosa rara, mientras me doy vuelta y salgo de la cafetería en donde todos los presentes escucharon el montón de tonterías que hablamos cada que compartimos tiempo juntos.




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