—¡No puedo creer que perdiéramos! —exclama Katy molesta.
—¿Tu cuando jugaste? —pregunto distraído.
—¡Todo esto es tu culpa! —me señala con el dedo índice— No debías ir con tus malas energías. Seguro y por dentro estabas deseando esto.
—Yo creo que perdimos porque el señor Eric no pudo jugar a último minuto —comenta Lisa, tomando asiento en la mesa con su bandeja cargada de comida hasta el tope.
—Eso también fue decepcionante —suspira Katy.
—No, eso solo demostró lo mal organizados que están sin su estrella —reprocho—. Es obvio que la mayoría ni siquiera tiene habilidades para jugar baloncesto pero les gusta estar en el foco de atención.
La mesa queda en un silencio tan pesado que me toca levantar la vista de los apuntes que estoy haciendo para poder descubrir la razón.
—No sabía que eras crítico deportivo, tienes muy buenos argumentos —dice el señor millonario, tomando asiento frente a mi, ya que Lisa se corrió al lado contrario.
—Hola Eric, ¿Cómo estás? —dicen casi al unísono Lisa y Katy, comparten una rápida mirada y se enfocan en el millonario.
—Muy bien, gracias. ¿Y ustedes cómo se encuentran? —responde muy formal, alternando la mirada entre nosotros tres.
—Bien —murmuro.
—¡Muy bien! —exclaman felices las chicas.
—Lamento tanto el que no hayas podido jugar, espero ya te encuentres mejor —dice Katy, tocando levemente su mano que se encuentra apoyada en la mesa.
Volteo a mirarla con incredulidad y luego me recriminó, dado que el millonario desvía la vista en ese segundo hacia mi.
—Yo casi muero, quería verte jugar —agrega Lisa con una amplia sonrisa.
—Si, no tenía previsto amanecer con ese horrible malestar en el cuerpo. Pero aún: aburriendo en ese hotel —comenta.
—Es cierto y eso estábamos debatiendo —dice Katy.
—Confiamos plenamente en que él aura de odio de nuestro amigo aquí presente fue el culpable de todo —argumenta Lisa, casi sacándome un ojo con su dedo.
—Si, es muy bien sabido que no le gusta el equipo de nuestra universidad y prefiere al capitán del equipo que enfrentarán dentro de dos semanas —Katy deja fluir su chisme como si yo no estuviera sentado a su lado.
—¿Alex? —pregunta sorprendido, mirándome fijamente.
—Si —murmuro, bajando la vista hacia mis apuntes.
—¿Cierto que es ridículo? —se burla Lisa— Tu eres mil veces mejor que él.
—Solo le gusta porque suelen pasar los fines de semana en casa jugando videojuegos muy violentos —agrega Katy.
Ruedo los ojos, conteniendo una risa.
—¿En serio? —el millonario parece aún más sorprendido.
Casi quiero reírme en su cara pero mejor no doy paso a chismes por fuera de esta mesa.
—No, me gusta porque es mi primo —suspiro y alzo la mirada—. Creo que eso sonó mal —agrego.
—Había olvidado ese detalle —Katy se echa a reír, según la vista de quienes no la conocen, “apenada”.
Incluso Lisa le observa con el ceño fruncido, mientras el millonario luce muy confundido con la información.
—Somos familia por parte de padre —digo—, últimamente hemos estado muy ocupados y casi no hemos tenido tiempo de vernos.
—Entiendo. Eso quiere decir que irás a ver ese partido, ¿Verdad?
—Si, quiero que sea una sorpresa —comento, llevando mi dedo índice hacia mis labios en señal de silencio.
—Pero no te emociones, va a ir a apoyar a su equipo —agrega Lisa, palmeando su espalda.
—Si, en eso no hay duda —asegura Katy.
—Supongo que no debo ni preguntarte —dice divertido.
Niego con la cabeza.
Es un hecho y promesa que hice con mi primo, desde que decidimos ir a universidades separadas. Más que todo era cómodo para ambos, aún con todo el cariño que nos guardamos, no queríamos tener que ir a estudiar tan retirado de dónde cada uno vivía. Podemos vernos los fines de semana sin problema y cada que los equipos de baloncesto se enfrentan. Cómo sucederá dentro de dos semanas.
—Bueno, lamento decirte que será la primera vez que los veas perder contra nosotros —comenta con una sonrisa de lado—. Me encargaré de estar al cien por ciento para jugar ese día —agrega.
Katy y Lisa se burlan de mi.
—Admiro tú exceso de confianza pero este juego no es un uno contra todos, así que te sugiero entrenar bien a todo el equipo, incluyendo la mascota —me burlo.
Las chicas están mirando de un lado a otro expectantes, como si en cualquier momento uno se fuese a lanzar hacia el contrario en busca de golpes.
La escena en mi cabeza resulta bizarra.
—¿Quieres apostar? —se inclina un poco sobre la mesa, apoyando sus brazos en ella.
Frunzo el ceño y le miro, acercándome un poco.
—¿Qué quieres apostar? —pregunto dudoso.
—Si tú ganas, o mejor dicho, el equipo de tu primo —dice—, renunció al equipo de baloncesto.
La firmeza con la cual lo dice me hace retroceder. Incluso Katy y Lisa lucen sumamente sorprendidas por sus palabras.
—Yo no creo…
—Están llevándolo al extremo —le corta Katy a Lisa.
—¿Estamos? —cuestiono— ¡Yo ni siquiera he hablado! —me quejo.
—Acabas de hacerlo —agrega Lisa divertida.
Tomo una papa de su plato y me la como, indica dile que guarde silencio. Me mira molesta y por fin le presta atención a su bandeja.
—¿Entonces? —el millonario luce muy seguro de sus palabras.
—¿Qué ganas tu? —pregunto con miedo, sintiendo que el precio será muy elevado.
—Me comenzarán a ver más seguido. Seremos un cuarteto —la felicidad con la que lo dice me repugna.
—En realidad siempre quise un sexteto pero esta gente no es nada sociable —agrega Katy, apuntando nos a Lisa y a mi.
—Y nosotros quisimos un dúo pero ella es peor que una garrapata —comenta Lisa, apuntando la.
Me echo a reír por la expresión de Katy al escucharla.
—¡Aceptamos! —exclama Lisa como si alguien le hubiera preguntado a ella.
—¡Obvio que no podemos negar nos! —informa Katy.
—¿Quién le pregunto a ustedes? —me quejo.