—¡No puedo creer que te dejaras ganar! —le grito molesto a mi primo.
—¿Qué te sorprende? Tienen un nuevo capitán y es muy bueno —responde calmado, secándose el sudor con una toalla.
—No es muy bueno, tú eres mejor—suspiro—… o eras, porque ya te has dejado eliminar —mascullo.
—¿Habías hecho una apuesta o por qué estás tan molesto? —pregunta curioso.
—Solo no me agrada —respondo, evitando su mirada.
—¡Son ambas! ¡Eres un traidor! Por un momento pensé que en serio te dolía nuestra eliminación —dice divertido, empujándome levemente del hombro.
—¡Por supuesto que me duele! —exclamo— Eran el único equipo que me hacía venir a ver los partidos. Ahora ya no me importa lo que pase.
—No puedo creer que no apoyes a tu universidad cuando por fin parecen ser un buen equipo —comenta incrédulo.
—Lo somos —dice una voz a mis espaldas.
—Tampoco te eleves tanto, amigo —dice mi primo con una leve sonrisa.
—Bueno, supongo que ese es el espíritu que debemos tener si queremos llegar a la final —comenta, correspondiendo la sonrisa de Alex.
Mi mirada se alterna entre ambos y no me emociona para nada lo que veo. Esperaba una confrontación y a mi primo golpeándole en el perfecto rostro que parece tener.
—¿Vamos a llorar tu derrota? —le pregunto a Alex, rompiendo el contacto visual que mantenían estos dos.
—¿No quieres celebrar con tus amigos? —pregunta de vuelta.
—Ni siquiera tengo los colores del equipo de la universidad, es obvio que te apoyo hasta la muerte —aclaro.
—Me alegra oír eso —me revuelve el cabello y yo me quejo, alejando su mano.
—Creo que no nos quieren presentar como es debido —la sonrisa en el rostro del millonario no me agrada para nada pero me trago todo insulto.
—Alex, este individuo es Eric…
—Un muy buen amigo de tu primo —culmina por mí.
¡Ja! Cómo si eso era lo que iba a decir. O puede que lo adivinara por mi expresión y por eso quiso adelantarse.
—¿¡Es en serio!? —la emoción en el rostro de mi primo me hace fruncir el ceño.
Guardó silencio.
—¿Te gustan los videojuegos? —le pregunta al millonario y, sin esperar respuesta, se voltea hacia mi— ¿Por qué no lo habías invitado?
—Prefiere pasar tiempo con las chicas y ver crepúsculo por décima novena vez —comento, observando de reojo al millonario.
—No seas cruel, apuesto a que ni siquiera lo habías invitado —dice con seguridad.
Quisiera no ser tan transparente ante los ojos de Alex pero es algo que compartimos entre nosotros, por tanto tiempo que hemos llegado a pasar juntos.
—Que bueno que sabes la verdadera razón —dice el millonario.
—Bueno, ya no sucederá más. Estás siendo oficialmente invitado a los días sábado de videojuegos —estrecha su mano con el chico y sonríen.
—¿Y los domingos? —pregunta el muy idiota.
—Ese día si es muy sagrado, sobre todo por una persona que se levanta casi al mediodía —ni siquiera tiene que señalar.
—No seas tan codicioso —le palmeo la espalda con fuerza—. Aprovecha los domingos para meditar sobre tus acciones —vuelvo a golpearle con una sonrisa inocente.
—Lo pensaré —susurra.
—No te preocupes, uno que otro domingo podríamos invitarte a ver una película o una serie —agrega Alex.
Casi puedo ver mis manos apretando su cuello para hacer que se calle.
—Si, pero será muy de vez en cuando —alargo la palabra “muy”, mirando fijamente a mi primo.
—No me importa —comenta el chico a mi lado—. Ya quiero que sea el sábado siguiente.
De nuevo estos dos están sonriéndose como si fueran grandes amigos. Y lo peor es que Katy y Lisa parecen haber desaparecido de la cancha porque no logro distinguirlas por ningún lado. Casi podría comenzar a buscarlas en el techo solo por descartar.
—Creo que Lisa y Katy deben estar buscándote para celebrar, al igual que todo tu equipo —informo, cortando esas estúpidas sonrisas.
—Cierto, yo también debo ir a cambiarme —comenta Alex—. Fue un gusto conocerte Eric, eres un muy buen capitán y, aún más, jugador —comparten un abrazo y casi quiero llorar… pero de la rabia.
—El gusto es todo mío y agradezco tus palabras, sino fuera por tu primo no me habría sentido preparado para enfrentarlos hoy, son todos muy buenos —dice sonriente.
Le miro sorprendido. Ahora resulta que todo es mi culpa.
—Si, él sabe cómo dar ánimos… a veces —agrega Alex— ¡Te veo afuera! ¡Adiós!
Pasa de mi a Eric y viceversa, y se termina marchando a paso veloz para poder ver a su equipo en los vestidores.
—No hace falta que digas nada —agrego con rapidez cuando veo su intención.
Se encoge de hombros con una sonrisa de lado y comienza a acercarse demasiado, retrocedo un paso con miedo, pero termina ampliando su sonrisa y pasando por mi lado hacia la salida. Suspiro aliviado y levemente extrañado.