Será porque te odio

6. Domingo de películas

—No sé qué me sorprende más: si el hecho de que estés levantado a las siete o que estés tan despierto para estar quejándote sobre Eric con tal emoción —dice Alex, terminando de colar el café.
—¡Es que aún no puedo creer que tenga que soportarlo todo el tiempo que me queda en la universidad! —me quejo en voz alta— ¡Y tú invitándolos a los sábados de videojuego y de una vez al domingo a ver una serie!
—Oye cálmate, ya sabemos lo que dicen de quienes se odian… —dice con una sonrisa
—¡Yo no lo amo! —exclamo asqueado. Alex me mira divertido.
—Iba a decir que luego se agradan, pero sabes que no juzgo —se burla.
Quedó boquiabierto ante su atrevimiento.
—¡Esa serie me hacía mucha ilusión verla contigo! —me vuelvo a quejar.
—¡Y yo no me voy a ir! —se queja de vuelta.
—¡Pero lo arruinaste todo! ¡Ahora solo recordaré la experiencia como incómoda y forzosa! —argumento.
—¿Qué tienes en contra del pobre chico? —pregunta serio, cruzándose de brazos.
—¿¡Pobre!? ¿¡Has visto dónde vive!? —exclamo sorprendido.
—Sabes muy bien que no me refiero a eso —su rostro no ha cambiado de expresión.
Tragó saliva.
—Ya mis únicas amigas no me prestan atención —digo en voz baja, agachando la mirada.
—Si no te conociera bien, podría haberte creído —se burla—. No voy a preguntar dos veces.
Ok, Alex molesto un domingo no es una buena opción.
—¡Está intentando dejarme sin nada! ¡Poco a poco se lleva a mis mejores amigas, mi primo, mi mamá! —me quejo.
—¿Tu mamá? Pero si está visitando a la abuela este fin de semana —argumenta, con el ceño fruncido.
—¡Sé que es su siguiente objetivo! —reclamo.
—Bueno, al menos escogió bien. Es obvio que no resulta desgastante quitarle a alguien solo 4 personas —Alex se echa a reír.
Le observo con rabia, mientras se ríe con más fuerza.
—Púdrete. Es obvio que tú eres la siguiente víctima —aseguro.
—Deja lo que sea que estas consumiendo ahora para tener esos viajes tan elevados —dice aún entre risas.
—Te estoy hablando en serio —replico con molestia.
—No, estás hablando como un niño pequeño al que le pidieron compartir sus juguetes —explica— ¿En serio estás así por eso o es solo que ni tú mismo sabes qué es lo que te ocurre con Eric?
Ahora mi cabeza si quedo dando vueltas.
—Es obvio que si lo sé, no soy tan inmaduro —mi voz suena débil.
Ok, no quiero tener que juzgarme a mi mismo por mi forma de actuar.
—El chico está muy emocionado por convivir contigo, se nota que las personas con quienes se relacionaba antes no eran verdaderos amigos como lo son Katy y Lisa, incluso yo —argumenta.
—¿¡Y yo!? —me quejo.
—Estas diciendo que no te agrada, ¿Por qué te incluiría? —pregunta con obviedad.
—Porque igual soy un buen amigo —respondo ofendido.
—Actuaste como un idiota ayer, ignorando lo. No quiero imaginarme cómo ha sido toda esta semana con Katy y Lisa —comenta.
—El ni siquiera lo nota porque ellas acaparan toda su atención —explico, quitándome un poco de peso de los hombros.
—Dudo mucho que ayer no se diera cuenta —Alex luce decepcionado.
Voy a servirme café para intentar ignorar su pesada mirada sobre mi.
—Bueno, en mi defensa, yo no lo invite —replico, y caigo en cuenta enseguida de que sí estoy comportándome como un niño.
—No tienes defensa alguna porque el día del partido fue un sábado y estuviste toda la semana almorzando junto a él, por lo cual tenias muchas oportunidades para decirle que los planes de ayer se habían cancelado —explica Alex.
Tomo un poco de café.
—Tu lo invitaste así que tú tenías que des invitarlo —me burlo a medias.
—No estoy en tu universidad y sabes que siempre cubro tus mentiras, además apenas ayer pude tener su número de contacto —asegura.
—Las chicas no lo dejaban en paz y estoy seguro que ellas no me ayudarían con esa mentira, muchos menos si se trata de ignorar al millonario —refuto.
—No sé cuántas excusas más vas a buscar y no voy a seguir escuchando tus idioteces sin sentido —Alex luce muy irritado mientras presiona teclas, ante mi vista, al azar en el teléfono.
—No creo que sea un caso que amerite a la policía o, peor aún, a mi madre —me quejo, tomando más sorbos de café.
—Cancélale el plan de hoy —Alex ya está colocando el teléfono en mi oreja.
Lo sostengo con manos temblorosas y le miro asustado. Se da la vuelta para irse a servir su café, supongo que por eso su mal humor ha estado empeorando a medida que avanzan los minutos.
—¡Hola Alex! ¡No sabía que eras tan madrugador los domingos! —su voz emocionada me hace cerrar los ojos y suspirar.
—No soy Alex —murmuro.
—Oh, lo siento. Creo que ahora estoy aún más sorprendido de que tú seas un madrugador y además me estés llamando del celular de tu primo —dice, casi puedo ver su sonrisa desde aquí.
—Oye, Eric…
Mi voz suena un poco débil y eso que solo pronuncie dos palabras.
—¿Puedo ir desde ya? —pregunta— Si ambos ya están despiertos, por supuesto —aclara.
Alex me está observando con gracia, tomando su café con una calma que me desespera.
—¿Qué harías si te dijera que los planes de hoy se cancelan? —digo las palabras tan rápido que temo que no me haya entendido.
—Bueno, supongo que será para otro domingo —murmura.
—¿Qué harías si te dijera que en realidad no quiero que vengas? —me enredo un poco al hablar y cierro los ojos con fuerza.
Claro que antes de hacerlo pude captar a Alex en un estado de shock al escucharme. Incluso yo me encuentro muy sorprendido por mi mismo y la brusquedad con la que he hablado.
—No podría decirte nada, es tu decisión, es tú casa —su voz suena muy lejana—… ¿Sabes? Tengo unas cosas por hacer y…
—Ven, por favor —susurro.
Un “¿Ah?” lejano se logra distinguir.
—Ven rápido para que nos prepares el desayuno —cuelgo antes de escuchar una respuesta.
Me quedo viendo el celular en mi mano embobado, como si es algún momento le fueran a salir piernas y se iría corriendo, burlándose de lo débil que puedo llegar a ser y de cómo desaproveche una oportunidad de oro.
Despabilo en cuanto Alex me lo quita de las manos y me abraza con una fuerza que me asfixia.
—Sea lo que sea, es mejor hablarlo —susurra en mi odio—. Eric está muy emocionado por hacer buenos amigos y formar parte de tu círculo social. Dale la oportunidad —me aprieta más fuerte y su petición la veo más como una amenaza.
Asiento.
—Si —digo sin aire en mi pulmones.
Eric si que sabe hacer aliados. Tendré que pedirle su secreto.




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