Será porque te odio

7. Un invitado no tan deseado

—Amigo, tú cómo que estabas escondido en el porche, ¿No? —me burló del millonario, indicándole con un leve movimiento de cabeza que puede entrar.
—Me trajo mi chofer —dice.
“Oh la la, que elegancia la de Francia”, dice Homero en mi cabeza.
—Oye Eric, ¿Yo te hablo sobre los millones que tengo guardados? —pregunto, cerrando la puerta detrás de mi.
—No —contesta dubitativo.
—¡Exacto! Porque no los tengo, así que no me quieras venía a humillar —me burlo, pasando por su lado en dirección a la cocina.
—No, yo no…
—¡Tranquilo Eric! —mi primo me hace saltar al encontrarme lo de frente— Él solo está bromeando, no te lo tomes personal.
Ruedo los ojos y entro a la cocina para terminar de comer mi desayuno.
—¡Hola Alex! ¿Cómo estás? —saluda efusivo a mi primo, con abrazos y palmadas en la espalda incluido.
—¡Muy bien! ¿Y tú cómo estás? —Alex suena igual de emocionado— Siento que ya ha pasado una semana desde la última vez que nos vimos.
Tomo un largo sorbo de café para poder pasar el pan y que no se quede atorado en mi garganta, más aún al presenciar la escena que están protagonizando estos dos.
—Ayer estuvo aquí —mascullo, intentando arruinar el momento.
—Bueno, esa es la sensación que deja conocer a alguien tan genial —dice de vuelta Alex.
Creo que esto ni con agua lo paso.
—¿Y tú cómo has estado? —el millonario se dirige hacia mi.
—Bien, gracias —respondo como puedo, dado que tengo la boca llena de pan.
—Creí que iba a prepararles el desayuno —comenta con una leve mirada de preocupación.
—No, este niño solo lo decía jugando, ¿Cierto? —la velocidad con la que mi primo se movió hasta detrás de mi, me hace asentir con entusiasmo.
—No te preocupes Eric, nunca podríamos decir que fue porque te demoraste en llegar —me burlo, viéndolo avergonzarse.
—Deja la envidia, al menos no es como otros que se caracterizan por llegar tarde —me empuja leve, tomando asiento en la mesa.
—No llego tarde, llego a la hora justa —replico, viéndolo atragantarse con el pan por la risa.
—Toma asiento Eric, esto es para ti —le ordenó al millonario, apuntando al plato con comida sobre la mesa.
Mi primo tose repetidas veces, intentando recomponerse.
—Gracias —dice bajito, moviendo el plato para sentarse a un lado de mi.
—Quítate el bolso con confianza Eric —le indica Alex, con la mirada llorosa y aún entre risitas.
—Si, parece que te estas preparando para ser mochilero —digo, al observar mejor el bolso que trae.
—Es que mi mamá me empaco un montón de cosas que dijo que quizás podría necesitar —comenta, dejando el bolso sigue el extremo vacío de la mesa del comedor.
—Siento que en cualquier momento saldrá un guardaespaldas de allí —dice Alex riendo.
—Me inclino más porque ella misma se empacó ahí —su risa se hace más fuerte y luego caigo en cuenta de mi propio comentario, riéndome con él.
—No lo creo, me despidió en la puerta de entrada —Eric dice con seriedad.
Ambos le miramos fijamente unos segundos, viéndolo revolverse incómodo en el asiento, antes de echarnos a reír de nuevo pero ahora por lo que él dijo.
—Amigo eres muy gracioso —dice
Alex entrecortado a causa de la risa.
—Solo mira su cara —digo, al observar a Eric con una incógnita invisible marcada en la frente.
Nos reímos aún más fuerte y Eric, rindiéndose ante nuestro ataque de comedia, comienza a comer su desayuno.
Seguimos así por unos segundos más, evitando mirarnos entre nosotros para no despertar el “chiste” que ya ni recuerdo.
—Bueno, ya —intento calmar mi respiración—. Eric, ¿Te gusta el café?
Niega levemente.
Casi me voy para atrás al ver su respuesta. Ahora sí he sido poseído por la seriedad en un modo absoluto.
—Pues por eso no le habíamos servido, ¿No? —mi primo dice al ver mi expresión.
—Si, pero tenía altas expectativas —me quejo, levantándome de la mesa para lavar los platos y tazas que utilizamos Alex y yo.
—Deberías estar acostumbrado ya —mi primo se burla.
—De hecho, si —comento, volteando a verlo divertido.
—Pero puedo tomar café con leche, siempre y cuando sea más leche que café —Eric mira entre Alex y yo, hablando en voz suave.
Comienzo a pensar que el viernes lo cambiaron y el chico que ha venido a mi casa, ayer y hoy, es un impostor.
—Ya escuchaste al invitado —Alex chasquea sus dedos.
Termino de secar la vasija y le miro molesto, aprovechando que Eric está de espaldas a mi. Me hace señas y le saco la lengua. Cómo si con solo el comentario no hubiera entendido lo que me trataba de decir.
Camino hacia la nevera en busca de la leche, dejándola sobre el mesón al lado de la cocina. Tomo el término en dónde se encuentra el café y vierto la cantidad suficiente para dos tazas, dado que acabo de antojarme de una, en la olla.
Enciendo una hornilla y lo coloco a calentar, agregando la cantidad de leche necesaria para poder servir la primera taza. Soplo un poco y le doy un sorbo, aprobando su sabor.
Vuelvo a colocar la olla en la cocina y termino de echar la cantidad de leche que, a mí parecer, es la indicada para la taza de Eric. Pruebo un poco con una cuchara antes de servir y, aunque no es de mi gusto, no puedo evitar pensar que sabe bien, por lo cual le sirvo y procedo a llevárselo a la mesa.
—Que no se te haga costumbre —comento, dejándole el café con leche, o mejor dicho: leche con café, a un lado del plato que ya se encuentra vacío.
—Muchas gracias —dice con una amplia sonrisa.
Asiento levemente, tomando el plato frente a él para ir a lavarlo. Creo que es el primer domingo en el que me siento muy productivo. Incluso Alex me está mirando como si me hubiera salido un tercer ojo.
Termino de lavar y secar, además de ordenar todo en los estantes, bajo la atenta y sorprendida mirada de Alexander, que parece que estuviera quemando mi nuca.
Tomo mi café con leche, el cual puedo llamar con orgullo de esa forma, y camino de regreso a la mesa, cacheteando a Alex a medida que me voy deslizando en la silla.
Parpadea divertido y continúa con la boca abierta.
—Eric, mira, esto es un verdadero café con leche —le muestro el contenido de mi taza.
—El mío estaba delicioso —dice con un sonrisa.
Me tomo el café en pocos sorbos ya que no estaba del todo caliente por el tiempo transcurrido y le observó de vuelta con una mini sonrisa.
—Me alegro que te gustará tu leche con café —digo. Alex ríe.
—Creo que voy a contratarte para que me lo prepares todas las mañanas —comenta burlón.
Le observó con una ceja enarcada.
—Bueno, estaba considerando que habías sido raptado por aliens y este personaje frente a nosotros era un impostor, pero ya veo que estaba equivocado —agrego.
—Me devolvieron mientras estabas distraído lavando los platos —dice.
Alex alterna la mirada entre los dos con diversión.
—No es como si me alegrara. Prefería al Eric serio y tímido que apareció en la puerta —miento.
—No puedo decir lo mismo sobre ti —dice, acercándose mas—. Me gusta esta persona tan atenta y amable que es capaz de hacer un café diferente para su amigo —pasa su brazo por mi hombro, acercando su rostro.
Le miro como si hubiese sido nuevamente reemplazado por alguien más.
—Como dije anteriormente: que no se te haga costumbre —repito con una sonrisa.
—Lo intentaré, pero lo veo algo complicado —dice, su mirada está fija en mi.
—Bueno —Alex carraspea pero se escucha lejano.
Eric y yo volteamos la mirada hacia donde proviene la voz pero no realiza ni un mínimo movimiento que pueda indicar que va a dejarme libre, en cambio parece más cómodo y hasta se apoya más en mi.
—No sé si van a besarse o se están comunicando telepáticamente, pero para mí, entre cualquiera de las dos, resulta más divertido ir a organizar la sala para que podamos ver la serie —dice su discurso y se va sin oír respuesta, riendo en voz baja.
Eric también suelta una risita. Volteo a verlo con el ceño fruncido.
—No es gracioso —digo.
Me acerca un poco más a él y sonríe.
—Un poco, si —comenta.
—Bueno, entre idiotas se entienden, supongo —quito su brazo de mis hombros. Me mira con un ligero puchero en los labios. Lo cacheteo con suavidad.
—¿Y eso por qué fue? —pregunta entre ofendido y divertido.
—No sé, solo quería hacerlo —digo como si nada, levantándome de la silla.
Eric se levanta con rapidez y se posiciona frente a mi, bloqueando mi camino cuando intento rodearlo.
—Osea que si yo quisiera hacer algo también, ¿Solo debo hacerlo y ya? —cuestiona sonriente.
La cachetada fue casi una caricia y aún así le removió las ideas y la poca cordura que tenía.
—Hay límites amigo —contesto—. Matar es ilegal, te tocaría esperar al día de la purga —me burlo.
—El hecho de que tú quieras hacer eso conmigo, no quiere decir que yo también contigo —explica.
—Bueno, en mi defensa nunca he pensado en matarte —aclaro.
—Y en la mía solo te he asfixiado, pero todo es con cariño —dice con una amplia sonrisa.
—Vaya cariño el que das —comento, logrando pasar por su lado en dirección a la salida.
—Solo para ti —agrega, siguiendo mis pasos en dirección a la sala de estar.
—Que suerte tengo entonces, seguro todos me envidian —murmuro sarcástico, escuchándolo reír detrás de mi y, sin poder evitarlo, suelto una pequeña risita también.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.