Será porque te odio

9. Karaoke

—¿Por qué este karaoke? —pregunto en cuanto el señor chófer se estación enfrente y sale del vehículo con cuidado.
—¿No tienes muy buenos recuerdos aquí? —cuestiona Katy, abriendo la puerta para bajar del automóvil.
—No sé si quiero entrar allí —murmuro, volviendo la mirada al señor Rodríguez quien ya la tenía puesta en mi.
—Entonces te quedaras solo en el vehículo —abre la puerta y sale, sin mirar ni una vez hacia mi dirección.
—Alex me sugirió traerte, pero si te molesta, no tengo ningún problema en decirle a Rodríguez que nos lleve de regreso —Eric continúa aún en el vehículo.
Su presencia me hace sobresaltar y volteo a verle enfadado.
—No hagas caso a todo lo que te sugiera Alex —le advierto.
—¿Estás molesto? —se inclina hacia adelante.
—No, solo que por esta razón no me gustan las sorpresas —murmuro.
—¿No te gustan las sorpresas porque te sorprenden? —se burla.
—No me gustan las sorpresas porque me recuerdan a alguien —volteo la vista al frente, ignorando su mirada sobre mí.
—¿Solía planear las seguido? —pregunta en voz baja.
—Si, pero entiendo porqué Alex lo hizo —suspiro—. He estado evitando un montón de lugares.
—Pero no la pista de hockey sobre hielo —comenta. Le observo ligeramente sorprendido.
—Porque solo solía verlo patinar y nunca intente hacerlo con él, así que estar allí sentado me trae una sensación de calma como si nunca se hubiera marchado —las palabras salen sin haberlas pensado bien.
—No deberías evitar lugares donde tú también fuiste feliz —dice con una leve sonrisa.
—No deberías traerme sin mi permiso —digo.
—Tienes toda la razón, lo siento —sonrió levemente.
—No es todo tu culpa, los chicos también tienen sus manos puestas en esto —mascullo.
—Ellos te aman demasiado —agrega.
—¿¡Qué están haciendo ahí dentro!? —Lisa golpea con ambas palmas la ventana del copiloto, sobresaltándonos.
Está asomada en el cristal, intentando ver algo desde fuera.
—No es de tu incumbencia —le empujó con la puerta al abrirla.
—Cuida tu tono de voz —amenaza.
Eric también baja del vehículo, observando con una sonrisa el local.
—¿Entramos? —me observa fijamente a los ojos.
Asiento. Lisa ya me está tomando la mano con fuerza y le sonrió levemente, al ver su expresión preocupada. Eric se queda detrás de nosotros, supongo que piensa frenarme si me da por salir corriendo de vuelta a mi casa. El escenario en mi cabeza casi me hace reír.
—Se demoraron un montón —se queja Katy al vernos.
Está parada junto al señor chófer en la puerta N° 05 del local. Al ser habitaciones insonorizadas solo se escucha un leve sonido musical que proviene de recepción. La persona allí no me es conocida.
—No fue tanto tiempo, exagerada —Lisa se queja de vuelta.
—Bueno, cómo sea, ya quiero deslumbrarlos con mi voz —sin esperar más, entra al lugar.
Cómo le recuerdo está oscuro, iluminado solo por la luz del enorme televisor que se encuentra en la pared. Hay un enorme sofá que cubre toda la pared frente a la pantalla y dos más a cada lado de este. Una mesa en el centro, dónde se encuentran el control del aparato, además de 2 micrófonos; adicional a eso siempre colocan panderetas, sombreros y demás, solo que esto está debajo de la mesa en un baúl. En cuanto me asomo, puedo verlo bien, exactamente igual a cómo lo recordaba.
—Soy la primera —Katy anuncia, moviendo como loca las canciones que aparecen en la pantalla.
Tomo asiento en el sofá de enfrente, con Eric de un lado y Lisa del otro. El señor Rodríguez, para mí sorpresa, también se encuentra dentro de la habitación, pero está parado en la puerta, observando la enorme pantalla.
—Si te toma todo un día elegir una canción, entonces mejor te hubieras quedado de última —dice Lisa.
—¡Ya! —exclama Katy feliz.
Toma un micrófono y se dirige al mini escenario que hay delante de la pantalla, tomando un “soporte” para colocar el micrófono y, supongo, verse más profesional. Lisa y Eric se ríen.
—Voy a cantar “la maldita primavera” —sonríe— ¡Pongan play!
A Lis le toca levantarse a tomar el control y poner a funcionar la primera canción.
—“Fue más o menos así…” —Katy comienza con suavidad.
“Vino blanco, noche y viejas canciones”, musitó. Recordando lo mucho que nos ha hecho escucharla a Lisa y a mí. Quién, por cierto, también está tarareando la.
Katy va aumentando su emoción a medida que la canción avanza y comienza a tomar más fuerza.
—“Pasa ligera, la maldita primavera. Pasa ligera, para ti y para mí…” —entono en voz baja, empujando leve a Eric con el hombro, ya que parece ido.
Me voltea a mirar con una sonrisita de lado.
—¿Sigues tú? —pregunta.
—¡No, sigo yo! —Lisa se levanta de golpe.
Katy aún no termina su “La, la, la, la, la” cuando ya ella está quitándole el micrófono y mandando la hacia el sofá. No puedo evitar echarme a reír al ver la expresión de Katy.
Tomo el control que Lisa había dejado nuevamente sobre la mesa y, sin que ella tenga la necesidad de decir nada, comienzo a desplazar de a poco por la lista de canciones, esperando a saber por cual se decide.
—¡Si, esa! —exclama Lisa con felicidad, dando pequeños saltos en el mismo lugar.
El millonario y Katy se inclinan un poco hacia adelante y comparten una rápida mirada. Yo, atrapado en medio, les observó a manos con la boca abierta.
La verdad no sé qué me sorprende más, si el hecho de que Lisa escoja esa canción en estas fechas o el hecho de que este incluida en la lista de canciones del karaoke.
Osea que hay mucha gente que la solicita.
Lisa comienza a cantar muy emocionada y Katy se levanta con entusiasmo, olvidando que hace un momento la chica que está desafinando en el escenario, la echo sin dejarla terminar su show.
Se coloca un gorro navideño, de esos que suele utilizar “San Nicolás” y le coloca, de igual forma, uno a la cantante. Se gira de nuevo hacia nosotros, buscando en el baúl debajo de la mesa, me imagino, otros dos para mí y el millonario. Se echa a reír levemente y seguido de eso, nos lanza un gorro a cada uno.
Solo que estos no son de color rojo, sino verdes.
—Yo quería rojo —me quejo en voz alta.
—Llora —dice Katy, dándose la vuelta hacia Lisa.
—No me rechaces tan directamente —se queja Eric.
Quita el gorro de mis manos y lo coloca con cuidado sobre mi cabeza, acomodando lo bien.
—En serio quería rojo —hago un puchero.
Se ríe y vuelve la vista rápido hacia Lisa y Katy. Quienes están muy emocionadas bailando y cantando la canción.
—“Vengo del olivo, vengo del olivo, voy pal Olivar. Un año que viene y otro que se va”.
Me levanto del sofá y camino hacia donde se encuentran las chicas.
—“Un año que viene y otro que se va” —me uno a cantar con ellas.
—“Dime que me quieres, dime que me quieres, que me adoras más…” —Lisa me abraza y canta en mi rostro, casi metiendo el micrófono en mi ojo.
—“Un año que viene y otro que se va” —repetimos como diez veces la frase, moviéndonos todos abrazados de un lado a otro al ritmo de la canción.
Los aplausos del millonario nos hace caer en cuenta de su presencia, al menos para mí, ya que Katy y Lisa le hacen unas muy exageradas reverencias. Solo me puedo reír al verlas inclinarse tan bruscamente en todas direcciones como si hubiera un público enorme ovacionándolos.
—Siguen ustedes —Lisa toma asiento, respirando con pesadez.
—¿Ustedes? —replico— Eso suena a que debo compartir escenario con este señor —señalo al millonario con el dedo.
El mencionado toma el dedo extendido y lo presiona con suavidad varias veces. Me quejo de un dolor falso en voz alta para exagerar.
—Las chicas dicen que es algo que has hecho con todos tus amigos —se coloca de pie.
—No quería herir tus sentimientos pero, ¿Quién te dijo que somos amigos? —cuestiono, caminando de vuelta al escenario.
—¿Entonces qué somos? —pregunta, siguiendo mis pasos.
—Dos conocidos que comparten amigos en común —respondo.
—Eso suena muy cruel, dado que ya fui dos veces a tu casa e incluso me quedé a dormir —comenta con una sonrisa.
Ruedo los ojos y volteo a verlo con una sonrisa hipócrita.
—Si tienes a Alex en la palma de tu mano, no me sorprendería. Además, yo que tú, no tentaría mucho a la suerte —digo en voz baja, solo para que él escuche.
—¿Qué estás susurrando? —Lisa siempre de chismosa.
—No te metas con nuestro nuevo bebé millonario —advierte Katy, cruzándose de brazos.
—Solo dije que hagamos esto rápido —mascullo.
Eric sonríe victorioso.
—Okey —Lisa asiente y toma el control de la tv.
Me enfoco en todos los nombres de canciones, intentando encontrar algo bueno para cantar con el señor millonario. Si fuera solo yo, ya hace mucho que hubiera escogido una, dado que me gustó pasar demasiadas que conozco de memoria, pero la mayoría ni sonarían bien en un dúo con Eric.
—Esa —el millonario elige con mucho firmeza.
Bueno, creí que era una decisión de dos.
Pestañeo repetidas veces, intentando ver con más claridad el nombre de la canción y del artista que se refleja en la enorme pantalla frente a nosotros.
Y no, no estoy viendo ni leyendo mal.
Él definitivamente escogió esa canción. Empleo más energía en intentar repasar y recordar toda la letra en mi cabeza, que en Eric alistando todo con una amplia sonrisa en su rostro.
Eric comienza a entonar la canción en dirección a las chicas pero no es su rostro el que yo veo, sino el de mis recuerdos. Sobretodo porque esa canción era una de sus favoritas y amaba estarla entonando en cada ocasión. Y, por supuesto, no había un día de karaoke en el que no le hiciera un espacio para cantarla con emoción.
—“Todo quedo en el ayer…”
Mis oídos parecen haberse destapados y la voz de Eric entra con fuerza por ellos, haciéndome despertar del trance y aclarando mi vista. Las chicas le hacen coro y lucen muy emocionadas escuchando su voz.
Siento que estoy clavado en mi lugar, solo viendo su perfil y cómo va aumentando su alegría a medida que la canción va tomando más forma y avanza, al menos para mí, de un modo suprema mente lento.
—“Tengo en la vida por quién vivir… amo y me aman” —su voz se distorsiona un poco con otra muy conocida para mí, pero que solo suena en mi cabeza.
Es como si estuviera retumbando allí dentro.
Ni siquiera digo nada más, aunque hasta entonces no había pronunciado ni un sonido, y salgo corriendo hacia la puerta. Quién sabe cuál era la expresión en mi rostro que el señor chófer luce preocupado en cuanto quedamos frente a frente y se mueve a un lado sin pensarlo siquiera.
No escucho nada mientras corro, ni siquiera sé si los chicos me están siguiendo, lo único que está sonando con un volumen ensordecedor y una voz profunda y al mismo tiempo cálida, es esa canción que no había querido escuchar desde entonces.




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