Será porque te odio

11. Guardia baja

—¿Cómo estás?
—¿Qué hace él aquí? —volteo a mirar fijamente a Alex.
Finge estar muy concentrado en la película que estamos viendo en la sala, acostados en el amplio sofá-cama y rodeados de un montón de dulce que nos ha estado trayendo mi mamá desde hace un buen rato.
—Alex me dijo que habías estado llorando mucho —responde él mi pregunta.
—¿Ustedes se comunican telepáticamente o qué? —pregunto molesto.
—¿Qué? —dice Alex, mirándome divertido.
Ruedo los ojos.
—Como sea, no tengo energías para levantarme así que mucho menos la tendré para echarte de mi casa —mascullo, envolviendo me aún más en mi cobija.
—¿Te sientes mejor? —toma asiento a mi lado.
—No, llorar deja un dolor de cabeza horrible —respondo.
—Casi ni se nota que lloro, ¿Cierto? —la voz de Alex es sarcástica.
Miro a Eric, quien ya estaba observándome desde antes.
—¿Cómo me veo? —le cuestiono.
—Tus ojos están muy hinchados —contesta con simpleza.
—Si, así los siento —murmuro.
—Pero no te ves mal —agrega con rapidez.
Alex y yo nos movemos al unísono, enfocando la vista en el millonario, quién termina sonrojándose un poco. Mi primo se echa a reír por su comentario y yo continuo con la mirada en él.
—Eric, no tenías que venir hasta acá —comento en voz suave.
—Mucho menos a decir mentiras —Alex tenía que hablar.
—Si te muerdes la lengua, explotas, ¿No? —le pregunto.
—Quería ver que estuvieras bien —responde el millonario, ignorando la pelea de miradas entre Alex y yo.
—Se puede ver claramente —apunto a mi rostro.
—Luces adorable —comenta con una mini sonrisa.
—Eres tonto —replico, sintiendo el calor acumularse en mi rostro.
—Déjenme ver la película —Alex carraspea y se envuelve más con la cobija. Eric se termina acostando a mi lado y, muy para mí pesar y comodidad, termino compartiendo le de mi cobija.
—No hace falta, gracias —suspiro de alivio por dentro al escucharlo.
—Gracias por venir, aunque espero no sigas ignorando mis advertencias —mi tono es de seriedad absoluta.
—Lo siento, cuando Alex me dijo que estabas llorando desconsolado sentí mucha culpa por haberte empujado a eso —explica.
—Alex debió decirte que fue él quien me empujó, mejor dicho, me pateo a eso —hablo fuerte para que él también lo escuché.
Chasquea la lengua con indiferencia.
—Les avise a Katy y Lisa de camino, pero me dejaron toda la responsabilidad a mí —informa.
—Bueno, eres más tranquilo que ellas y eso es lo que necesito ahora —digo, sonriéndole.
—Me alegra saber que me necesitas aunque sea un poco —dice con una amplia sonrisa.
—Yo no… —intento replicarle pero Alex me frena.
—Miren la película o vayan a coquetear a la habitación —se queja.
Lo empujó fuera del sofá-cama, escuchándolo quejarse.
Eric comienza a reír y mi primo se levanta del piso a mirarlo con sorpresa.
—Creí que éramos amigos —dice serio.
Ahora soy yo quien comienza a reír.
—Lo siento —dice Eric entre risas.
—Eso es lo malo de darle confianza a alguien, luego te traiciona —exagera, volviendo a tomar su lugar en el sofá.
—Por favor, deja de lloriquear —me quejo.
—¿Ahora solo tu lo tienes permitido? —me agarra de los brazos antes de poderlo tirar al piso de nuevo.
—Oigan, déjenme ver la película por favor —nos regaña Eric.
Ambos volteamos a verlo incrédulos, este sonríe de lado.
—Cierto Alex, ¿No te estabas quejando hace un momento? —comento.
—Púdranse los dos —enfoca la atención en la pantalla, enfurruñado, y Eric y yo nos echamos a reír al ver la expresión de disgusto en su rostro.
—Pero no te molestes mi amorcito —le intento abrazar pero rehúye mis brazos.
Me rindo y él vuelve a colocar su atención en la película. A estas alturas ni siquiera recuerdo sobre qué trata pero Eric y Alex se enfocan por completo en ella.
—¿No se supone que era yo quien debía distraerse? —comento.
Ninguno de los dos contesta. Me cruzo de brazos molesto.
—Solo le quedan diez minutos, deja que termine —anuncia mi primo.
—Siento que es una eternidad —suspiro.
Me quedo quieto, mirando fijo la pantalla pero por dentro pensando en cómo Eric logro adentrarse tanto en un grupo de personas importantes para mí, muy pequeño y seguro. Y no es como si quisiera echarlo, aunque a veces la idea se da un paseo por mis pensamientos y me hace sentir mal.
Pero, siendo sinceros, siento como si entre nosotros hubiera una brecha o como si fuera muy difícil que lograremos congeniar del mismo modo que lo he hecho con otros amigos. Aunque también considero que conozco muy poco sobre Eric y, para colmo, nadie tiene más la culpa sobre eso, que yo mismo.
El sigue tratando con sus antiguos, al parecer, amigos aunque sus encuentros suelen ser muy esporádicos y es que cuando nos separamos, aun queda conversando con Katy o Lisa e incluso han llegado a decirme que ha ido a sus casas y que han estado un buen rato haciendo cualquier actividad.
Por lo poco que sé, no tiene una mala relación con sus padres ni es el niño rico que creció sin afecto paternal y que debe vivir en una enorme mansión con solo los señores de seguridad y de servicio doméstico para acompañarle. Aunque sigo considerando que esa casa es demasiado enorme ante mis ojos.
Igual, no es como si le diera muchas vueltas a asuntos relacionados con el millonario, pero de vez en cuando, una que otra información que logro captar sobre él, me sirve para darme cuenta de que no toleraba, ni tolero aún un poco, a una persona de la que no conocía realmente casi nada y todo era solo la apariencia que tenía ante mi, cubierto con un manto que eran, además, las opiniones y anécdotas de personas que solo querían elevarse a si mismas y sentirse populares.
Mi vista se dirige hacia él, observando su perfil. Con razón las chicas hablan tanto sobre su apariencia, si es que bien podría ser un modelo.
—¿Tengo algo en la cara? —pregunta sin voltearme a mirar.
Niego rápidamente con el rostro caliente sin apartar la vista.
Creo que he quedado dentro de un embrujo porque me resulta difícil, aún con mis mejillas ardiendo por la vergüenza de ser descubiertos, quitar mis ojos de su perfil.
—En serio, ¿Qué tengo en el rostro? —pregunta con curiosidad, clavando su mirada en mí.
Alex se mueve a mi lado y se ríe levemente.
—Amigo es tu belleza natural, presume la… pero tampoco te pases —le advierte.
Volteo a observarlo incrédulo.
—¿Qué? ¿No puedo decir la verdad? —cuestiona.
—Solo te faltó declararte —mascullo.
—Jamás te haría algo así, soy muy leal —se burla.
Coloca sus manos a la altura de su pecho para protegerse ante cualquier ataque que podría hacer planeado pero elijo ignorarle.
—No tienes nada en el rostro —contesto mil años después.
—Si lo admite, luego tendría que cortarse la lengua —Alex tiene que agregar, aún con sus manos en modo defensa.
—Alguien más va a terminar con la lengua cortada —le amenazo, mirándole de reojo.
—Voy a elegir otra película —comenta, cambiando el televisor con pereza.
—¿Quieres que me vaya? —su pregunta me sorprende.
Eso o que haya susurrado prácticamente en mi oído, lanzando una descarga eléctrica que me recorrió todo el cuerpo.
Giro por completo hacia él, dándole la espalda a Alex, quién parece muy concentrado en su tarea autoimpuesta.
—Ya estás aquí, ni modo que te eche —respondo simple.
—¿Quieres que me vaya o no? —repite con firmeza.
Bueno, es obvio que quiere una respuesta real.
—Eric, ¿Por qué eres tan necio? —no puedo evitar decirle.
Solo me observa en silencio. Suspiro rendido.
—No, no me molestas acá —respondo.
Sigue solo observándome. Muerdo mi labio inferior y lo veo fijamente a los ojos, sintiendo que su mirada me está analizando cómo nunca nadie lo había hecho. Me rindo y fijo mi atención en su mejilla.
—No, Eric, no quiero que te vayas —susurro y me doy cuenta que sí escucho, cuando veo su hoyuelo aparecer.




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