—No puedo creer que te auto invitaras —le recriminó al millonario.
Estamos sentados en la pizzería donde siempre comenzamos nuestro recorrido los chicos y yo. Y como nos conocen, y en este momento solo nos encontramos él y yo, los trabajadores de acá nos observan con cierta curiosidad.
—Bueno, no tenía otra opción —replica—. Era obvio que tú no ibas a hacerlo.
—En realidad si tenías otra opción: respetar mi decisión de no invitarte e irte a pasar la tarde con Lisa, Katy, Alex o incluso podía darte permiso de ir con mi mamá y quizás hacer maratón de alguna novela vieja como: arroz con leche, Natalia del mar, la mujer de Judas, doña bárbara, la mujer perfecta… —me emociono enumerando todas las que me he visto obligado a ver junto a esa señora.
—Voy a tener muy en cuenta esa opción, no te preocupes, tiempo es lo que nos sobra —dice con una sonrisa divertida.
Ruedo los ojos.
—Comienzas a caerme mal de nuevo —digo, volviendo la vista ansioso hacia la entrada del establecimiento.
—Ya no te creo nada sobre eso, sé que te agrado —comenta.
—Con tantas amenazas de muerte que he recibido, no puedo decir lo contrario —agrego.
—Sabes que puedes echarme, si así lo quieres —dice.
—Creo que es lo que he estado haciendo desde que te apareciste en la entrada de mi casa como un acosador —digo con molestia.
—Bueno, las chicas me convencieron de unirme.
Cómo es que no me sorprende.
—Deja de escuchar a ese par y más en cuestiones referentes a mí —mascullo.
Eric se ve como un niño pequeño que está siendo regañado y se que no es mucha la diferencia con lo que está sucediendo en realidad.
—¿Quieres más chocolate? —pregunto una chica, con voz demasiado melosa, y solo en dirección al millonario.
—Si, por favor —responde este.
Observo la interacción entre ambos sintiendo que estoy sobrando en la mesa cuando la chica, luego de llenar el vaso por completo y sonreírle al millonario, se marcha nuevamente a continuar con sus tareas.
—De repente soy invisible —murmuro.
—¿Tú también querías chocolate? —pregunta Eric.
—Si me hubiesen ofrecido, demás y decía que sí —replico.
—Bueno, quizás la chica se asusto por tu rostro —comenta distraído, moviendo en círculos el chocolate con la cuchara.
—Gracias por tu sinceridad —digo incrédulo, observándolo.
—¡No! ¡Lo siento! —exclama— Me refería a tu expresión de desagrado —explica.
—Creo que aún sonriendo ella no me habría prestado atención alguna. Están todas locas por ti —comento, robándole un trago a su chocolate.
—Solo son muy serviciales —dice inocente.
Suelto una pequeña risita y me mira con sorpresa.
—He visitado este sitio lo suficiente como para saber que no es así, pero bueno… —me rindo con el.
—Tus amigos no son muy puntuales —agradezco el cambio de conversación.
—En realidad es la primera vez que yo llego tan temprano y por eso se siente su demora tan pesada —le explico.
—Osea que, ¿Tú siempre eres el último en llegar? —cuestiona.
—¿Qué comes que adivinas? —me burlo.
—¿Quién es tu amigo tan atractivo? —pregunta una voz detrás de mí.
Eric levanta la mano y saluda. Volteo y Paulo se encuentra con una expresión de desconcierto que por poco y me hace soltar una carcajada.
—En realidad no sé qué me sorprende más, ¿Si tu amigo tan guapo o el hecho de que tú hayas sido el primero en llegar a la reunión? —agrega sin moverse ni un milímetro de su posición.
Ahora la expresión de Eric es la misma que la de Pablo y ambos se están observando entre sí. Muevo mi vista de un lado a otro y me muerdo el labio inferior para no reír aún.
—Creo que yo podría responder a esa pregunta con mucha facilidad —digo divertido.
—Un gusto, soy Eric —el millonario se levanta, viéndose imponente ante un Paulo que se encoge al verlo de pie.
—El gusto es mío Eric, soy Paulo —se presenta entre tartamudeos.
—Esto parece una cita a ciegas. Supongo que yo soy la lámpara, ¿O no? —ahora si no puedo detener la risa que me ataca.
Paulo me empuja del hombro, tomando asiento con rapidez a mi lado.
—Deja de decir tonterías —reclama, sin siquiera mirarme.
Ruedo los ojos y me empuja de nuevo, escucho a Eric reír un poco.
—Necesito que llegue alguien más o estoy será incómodo —murmuro.
—Eric, ¿Cómo conociste a este bueno para nada? —me ignora, aunque no es como si me sorprendiera.
—Estudiamos en la misma universidad —responde este, dándome una rápida mirada.
—¿En serio? —luce muy sorprendido— ¡Espera! ¡Eres el nuevo capitán del equipo de baloncesto! ¡Amigo, ese juego estuvo brutal! Tuve que verlo mediante una transmisión de unos compañeros porque no me dejaron asistir —cuenta con demasiada efusividad.
—¿No se supone que no te dejaron ir para que pudieras concentrarte en el trabajo que tenias para entregar el lunes de la semana próxima? —volteo a verlo con una ceja alzada.
Se echa a reír con nerviosismo.
—Podía darme un descanso de vez en cuando —tartamudea.
—Bueno, me alegra que te gustara —comenta el millonario—. La verdad es que ese día estaba muy motivado —me mira.
Rememoro ese día y al fin puedo entender las palabras que le dedicó a mi primo. No creí que podría ser tan lento para captar una indirecta tan directa.
—Si, arruinar vidas ajenas parece darle motivación —recrimino.
—¡Oye! ¿¡Por qué eres tan grosero!? —Paulo parece más ofendido que el propio Eric.
Estoy por reclamarle sobre quién es la persona con la que más tiempo ha compartido pero una suave voz se abre paso en la mesa.
Johnny toma asiento del lado derecho a nosotros, sonriendo con todos sus dientes como una especie de maníaco. Hace señas para nada sutiles con su cabeza en dirección al millonario, quien le está mirando extrañado. Cómo si fuese Jhon el que se ha colado a nuestra reunión.
—Johnny te presento a Eric, es un amigo de J…