Será porque te odio

15. Una salida inesperada

—¿Entonces las chicas ya te contaron Eric? —la voz con la que habla mi madre me repugna.

—Si, al fin pude encontrarle respuesta a esa incógnita que tenía desde hace mucho tiempo —contesta este.

—Yo estuve muy confundida al principio, incluso quise negarme, pero Katy y Lisa me explicaron mejor y pude aceptar —explica mamá con una sonrisa.

—Es increíble como lograron convencer a todos —menciona el millonario.

Se nota que aún no termina de conocer a ese par. Aunque no es como si yo lo hiciera.

—¿Por qué Alex se estará demorando tanto? —hablo por primera vez desde que estoy sentado acá.

Eric y yo nos encontramos en los taburetes de la isla de la cocina, observando a mi mamá preparando el desayuno. Pero desde que me desperté, baje a dónde provenían las voces animadas, descubrí a Eric invadiendo mi espacio sagrado y a mi mamá saludando me con una amplia sonrisa, no había emitido sonido alguno.

Quizá por eso ambos me observaron sorprendidos.

—No lo sé cariño —responde mamá.

—De igual forma aún es temprano, tenemos mucho tiempo para organizar lo que haremos hoy —Eric habla con demasiado entusiasmo.

—Por como hablas parece que tendremos que salir de casa en busca de una aventura en la selva —comento.

—Seria excelente que salieran, para que de esa forma puedan tener una experiencia de domingo diferente a las demás —mi madre imita el tono de Eric.

Bostezo.

—Tenían que decirme con dos semanas de anticipación para poder reunir fuerzas —digo, recostando mi cabeza sobre la cerámica del mesón.

—En realidad no planeábamos salir pero su idea es muy increíble señora Laura —dice Eric.

Ambos comparten una amplia sonrisa.

—Por supuesto que no —murmuro.

Eric me observa.

—No seas así, solo por hoy —comenta.

—Tengo mucha pereza —cierro los ojos para no tener que verlo haciendo pucheros como un niño.

—Nunca pareces renuente a aceptar una salida —señala el millonario.

—Es domingo —contesto con simpleza.

—¿Y qué sucede? —pregunta confundido.

Arrugo mi frente, sin querer abrir los ojos aún.

—Los domingos son sagrados —digo.

—Considerabas una mesa que fue vomitada y orinada como sagrada, así que no creo que esa palabra tenga mucho peso para ti —comenta.

Abro un ojo y le observo reír. Mi madre nos mira a ambos confundido.

—Sal con Alex y ya, al fin y al cabo es él quien sigue invitándote a mi casa como si fuera suya —mascullo, recordando golpear a mi primo en cuanto estemos a solas.

—¡Cariño! —recrimina mi madre— ¿Acaso son ustedes buenos amigos?

—¡Mamá! —me quejo con voz muy melosa, cerrando de nuevo el ojo—. No nos hables como si fuéramos niños de preescolar. Estamos en la universidad —aclaro.

—Pero, ¿Son o no son amigos? —insiste la sonrisa.

Aprieto los párpados con fuerza y asiento, sin levantar la cabeza del mesón.

—No te escuchamos —dice Eric.

—Si, somos amigos —respondo entre dientes.

—Solo faltaba que tú lo dijeras, porque Eric lo menciona a cada rato —comenta mamá con diversión.

—Lo estaba manifestando —agrega el millonario.

Para mí lo único que ha estado manifestando es que yo le de una patada en la cara.

—¡Llegó por quién lloraban! —exclama Alex, empujando la puerta de la cocina con brusquedad.

"El que iba a llorar era otro como no llegarás rápido", digo para mis adentros.

—¡Hola! —mamá y Eric le saludan alegres.

Abro los ojos y apoyo mi mentón sobre mi mano, observando aburrido como esos tres charlan con mucho entusiasmo como si llevarán meses sin hablar entre ellos o siquiera verse las caras.

—¡Hola! ¡También te extrañe mucho! —dice con sarcasmo, mirándome fijo.

—¿Solo porque no viniste el domingo pasado? —cuestiono.

—El fin de semana completo —corrige.

—Como sea —murmuro.

Sonrío al ver su expresión ofendida. Toma asiento del lado derecho a mí y Eric vuelve a colocarse en su lugar a la izquierda. Mientras mamá termina de servir los platos con el desayuno y organiza las tazas para que cada quien se sirva su café

—Eric, aquí está el tuyo —dice, mientras deja frente a él una taza con más leche que café.

La observo sorprendido pero ignora mi mirada.

—Eric ya es uno más de la familia —agrega Alex, con la boca llena de comida.

—Muchas gracias señora Laura, no tenía que tomarse la molestia —dice Eric.

—No es ninguna molestia —responde mamá.

Me llevo un gran bocado de comida a la boca para no tener que decir nada ante está escena tan horrorosa. Creo que pronto seré reemplazado de mi propia casa o, pero aún, mamá va a considerar adoptar a Eric.

—¿Qué vamos a hacer hoy? —pregunta Alex.

—La señora Laura sugirió que saliéramos para poder hacer algo diferente —responde Eric.

Mi primo me observa divertido, adivinando mis pensamientos ante esa idea, pero prefiero seguir llenando mi boca de comida antes de decir algo que suponga un regaño de parte de mi mamá.

—¿Y a dónde podríamos ir? —cuestiona.

—No tengo ninguna idea —contesta el millonario, pasando su mirada de Alex a mí.

Me encojo de hombros y sigo comiendo.

—La verdad es que yo tampoco —confiesa mi primo—. Y preguntarle a este sería perder el tiempo.

Volteo a verlo ofendido. ¿Cómo que "este"?

—Bueno, no había querido sugerirlo, pero podríamos ir a una fiesta a la cual me invitó un compañero de la universidad —comenta Eric.

—¿Una fiesta un domingo? —pregunto sin poder creerlo.

—¿A esta hora? —agrega confundido Alex.

—Es una fiesta de piscina y si, es hoy domingo pero, según dijo mi compañero, será solo hasta la tarde —aclara Eric.

Quiero echarme a reír. ¿Con qué cara le habrá mentido tan descaradamente el compañero de Eric a este al decirle que la fiesta terminaría temprano? Se nota que quiere que asista y tal parece que sí logro convencerlo.

—¿Y tú le creíste? —pregunta mi primo, comiendo el último bocado de su plato.




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