¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

capitulo 6

Me desperté de la siesta con un leve dolor de cabeza que martilleaba mis sienes. El reloj marcaba la una de la tarde, y la luz solar se filtraba a través de las cortinas, iluminando sectores de mi habitación. Había permanecido acostada todo el día, levantándome solo para beber agua, comer algo rápido —un sándwich de queso— y tomar un analgésico. Probablemente ese fuera el origen de mi malestar.

Aunque la tarde transcurría con lentitud, sabía que debía prepararme para el baile de máscaras de la empresa. Era un evento anual que siempre resultaba exitoso, no solo por la diversión de los invitados, sino porque incluía una subasta benéfica cuyos fondos se destinaban a hospitales u organizaciones necesitadas. Me gustaba pensar que la compañía demostraba así su compromiso social de manera tangible.

Permanecí en la cama unos minutos más —media hora, exactamente— antes de decidirme a levantarme y bañarme. Con la mente ya en el evento, comencé a alistarme. Mi vestido de seda negra colgaba en el armario, acompañado por los zapatos de tacón que armonizaban perfectamente. Experimenté una chispa de emoción al imaginar cómo me vería al usarlo y cómo me sentiría bailando esa noche.

Tras el baño, me senté frente al tocador para maquillarme. Suelo preferir un estilo natural, pero para esta ocasión especial deseaba lucir mi mejor versión. Apliqué base, sombras y labial mientras fantaseaba con bailar junto a Matt y Brandom.

Finalmente, me vestí y contemplé mi reflejo. La emoción que sentí fue indescriptible. El vestido era ideal para la velada y me hacía sentir como una princesa de cuento.

Mientras ajustaba la máscara, sonó el timbre. Era Matt con su sonrisa característica, acompañado por Brandom. Respondí por el portero automático indicando que descendería en breve. Tomé mi bolso, llaves y teléfono, añadí el chal a juego y salí. Al encontrarme con ellos, me recibieron con besos y abrazos.

—Hola, cariño —dijo Matt abrazándome—. Estás deslumbrante esta noche.

—Hola, cariño —repitió Brandom, haciendo lo propio—. Te ves hermosa.

Sonreí y correspondí con un beso en cada mejilla.

—Gracias, chicos. Ustedes también están extremely guapos esta noche.

Matt esbozó una sonrisa y me ofreció su brazo.

—Vamos, cariño. El carruaje aguarda.

Miré a Brandom y sonreí.

—Brandom, estás tan apuesto que casi pareces hombre —dije con picardía.

Él rió y me dio un golpecito juguetón en el hombro.

—Oye, cuidado con eso. Soy hombre, pero no del tipo que suele gustarte —respondió con complicidad.

Reí y acepté el brazo de Matt. Brandom se situó a mi otro lado, y juntos salimos del edificio rumbo al baile. Esa noche nos pertenecía. Los tres subimos al auto; ellos actuaron como caballeros ayudándome a ingresar antes de tomar sus asientos delanteros. Brandom inició la marcha hacia la tan esperada fiesta.

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Al llegar, constatamos la magnificencia del lugar. Este año superaban la decoración anterior: flores en recepción, candelabros centelleantes, mesas impecables. Todo era perfecto. No pude evitar sonreír con genuino embeleso mientras anticipaba disfrutar cada momento.

Matt y Brandom fueron por copas de champaña mientras yo buscaba nuestra mesa. Habíamos apostado: yo aseguraba que estaríamos cerca de los jefes —gracias a Brandom—, mientras Matt insistía en que estaríamos lejos por no pertenecer a la mesa principal. Lo mejor era que ganaría: efectivamente, estábamos próximos a la mesa directiva. Ansiaba ver la expresión de Matt.

Al volverme para buscarlos, no los divisé por ningún lado. En mi distracción, choqué contra alguien. Me disculpé automáticamente, pero las palabras se congelaron en mi garganta al alzar la vista.

Era alto —mucho más que yo—, de pecho ancho y presencia sólida. Un leve mareo me invadió al observarlo, y mi corazón aceleró su ritmo. Él me miró con una sonrisa silenciosa que me mantuvo paralizada, como bajo un hechizo.

Su sonrisa era cálida, sus ojos de un azul profundo donde sentí que podía sumergirme. La confusión me embargó, pero no podía apartar la mirada. Solo cuando escuché a Matt llamarme, rompí el trance. Algo captó mi atención cuando el desconocido se giró para irse: su aroma. Era el mismo que había percibido en mi casa días atrás.

¿Quién era ese hombre? ¿Por qué me hacía sentir así? Intenté restarle importancia y me reuní con los chicos.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Brandom al entregarme una copa.

—Sí, tranquilo. Estoy bien, gracias —respondí, aceptando el brindis.

—Díselo a tu rostro, porque estás pálida —comentó Matt examinándome.

—En serio, estoy bien. Solo choqué con alguien. Espero que no se ofenda por un accidente —dije con risa nerviosa—. Por cierto, gané la apuesta —añadí, riendo al ver sus sonrisas de resignación. Sabían bien por qué nunca debían apostar contra mí.

El sonido del micrófono nos llamó a todos a la atención. Los jefes dieron la bienvenida, explicaron el propósito benéfico del evento y compartieron la historia familiar de la empresa desde su fundación. Tras los aplausos, todos tomamos asiento.

La subasta comenzó. Mientras el subastador presentaba los lotes, busqué con la mirada al hombre del encuentro fortuito, sin éxito. Una punzada de decepción me atravesó, pero intenté concentrarme.

Matt y Brandom pujaron alternadamente por algunos artículos, y yo los observaba con afecto. Cuando terminó la subasta, la orquesta comenzó a tocar. Matt se levantó y me tendió la mano.

—Vamos a bailar, cariño —dijo, llevándome a la pista.

Brandom pidió turno y Matt accedió de buen grado. Los tres bailamos juntos un vals adaptado a nuestra peculiar coreografía, riendo con complicidad. En un momento dado, Matt y Brandom se miraron y, sin mediar palabra, se abrazaron para bailar juntos. Me senté en la mesa, observándolos con una sonrisa.

Se les veía tan enamorados, con un amor tan palpable que sentí una mezcla de emoción y envidia. Un amor como el suyo era lo que algún día anhelaría tener. Me alegraba profundamente por su felicidad y me sentía agradecida de ser parte de sus vidas.




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