¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

La relación que no debió suceder

Al principio, todo parecía perfecto. Era como si el universo hubiera conspirado para ponerlo en mi camino. Él era encantador, atento, y tenía esa sonrisa que podía iluminar cualquier habitación. Me hacía sentir especial, como si fuera la única persona en el mundo que importaba. Recuerdo cómo me miraba, con esa intensidad que me hacía sentir que podía confiar en él, que podía abrirme completamente sin miedo. Y lo hice.

Los primeros meses fueron como un sueño, lo conocí cuando mi madre enfermo y trabajaba en la noche en aquel mercado de veinticuatro horas abierto. Me enviaba mensajes dulces durante el día, me sorprendía con pequeños detalles, y siempre encontraba la manera de hacerme reír. Me decía que yo era su todo, que nunca había conocido a alguien como yo. Y claro yo, ingenua, le creí.

Pero poco a poco, las cosas comenzaron a cambiar. Al principio, eran pequeños comentarios, casi imperceptibles. Me decía que no le gustaba cómo me vestía, que prefería que usara ropa más discreta. Pensé que era una opinión inocente, que no tenía nada de malo. Luego, empezó a cuestionar con quién hablaba, a quién veía, y cuánto tiempo pasaba fuera de casa.

Como siempre yo lo justificaba. Pensaba que era porque me quería, porque se preocupaba por mí. Pero con el tiempo, esas pequeñas críticas se convirtieron en algo más grande, más oscuro. Comenzó a controlar cada aspecto de mi vida. Me decía qué podía hacer y qué no, con quién podía hablar y con quién no. Si me atrevía a cuestionarlo, se enfadaba.

Recuerdo una vez, cuando salí con unas amigas. Habíamos planeado esa salida semanas antes, y estaba emocionada por pasar tiempo con ellas. Pero cuando le dije que iba a salir, su expresión cambió. Me miró con frialdad y me dijo que no entendía por qué necesitaba salir, que él debería ser suficiente para mí. Me sentí culpable, como si estuviera haciendo algo mal. Pero, aun así, salí.

Cuando regresé, estaba esperándome. Su rostro estaba tenso, y sus palabras eran cortantes. Me acusó de no respetarlo, de no valorar nuestra relación. Me dijo que mis amigas eran una mala influencia, que solo querían separarnos. Esa noche, lloré. No porque creyera lo que decía, sino porque me di cuenta de que algo estaba mal.

Con el tiempo, su comportamiento se volvió más agresivo. Ya no eran solo palabras. Comenzó a gritarme, a insultarme. Me decía que no valía nada, que nadie más me querría. Me hacía sentir pequeña, insignificante. Y lo peor es que, en algún momento, comencé a creerle.

Me aisló de todos. Mis amigas dejaron de llamarme. Pero cada vez que alguien intentaba acercarse, él encontraba la manera de alejarme. Me decía que ellos no entendían nuestra relación, que solo querían destruir lo que teníamos.

Y luego, llegó el día que nunca olvidaré. Fue una discusión como cualquier otra, pero esta vez, algo cambió. Me había atrevido a cuestionarlo, a decirle que no estaba de acuerdo con algo que había dicho. Su rostro se transformó, y antes de que pudiera reaccionar, me golpeó.

El impacto fue más emocional que físico. Me quedé paralizada, incapaz de procesar lo que había sucedido. Él, por su parte, se disculpó inmediatamente. Me dijo que no sabía qué le había pasado, que nunca volvería a hacerlo. Y yo, en mi desesperación por creer que las cosas podían mejorar, lo perdoné.

Pero no mejoraron. Cada día era una lucha, una batalla constante para mantenerme a flote. Me sentía atrapada, como si no hubiera salida. Él me manipulaba, me hacía sentir que todo era mi culpa, que yo era la responsable de su comportamiento.

Pasaron tres años. Tres años de dolor, de miedo, de sentirme perdida. Hasta que un día, algo cambió. Me miré al espejo y no reconocí a la persona que estaba frente a mí. Me di cuenta de que había perdido todo lo que era, todo lo que me hacía ser yo.

Fue entonces cuando decidí que tenía que salir. No fue fácil. Me tomó meses reunir el valor para dejarlo, para enfrentar el miedo de lo que podría pasar. Pero lo hice.

Nunca olvidaré ese día. Fue el punto de quiebre, el momento en que todo cambió. La discusión había comenzado como tantas otras, con él criticándome por algo insignificante. Esta vez, era porque había llegado tarde del trabajo. Ni siquiera era tarde, pero para él, cualquier excusa era válida para desatar su ira.

Al principio, intenté calmarlo, como siempre hacía. Le dije que había tenido una reunión que se extendió más de lo esperado, que no había sido mi intención llegar tarde. Pero mis palabras no hicieron más que avivar su enojo. Su voz se alzó, sus palabras se volvieron más crueles, más hirientes.

Y entonces, sucedió.

El golpe fue rápido, inesperado. Sentí el impacto en mi rostro, el ardor inmediato que me dejó paralizada. Pero lo que más dolió no fue el golpe en sí, sino el hecho de que había cruzado una línea que nunca debería haberse cruzado, que, según él, no lo haría nuevamente.

Por un instante, me quedé inmóvil, incapaz de procesar lo que había sucedido. Pero luego, algo dentro de mí se encendió. Una furia, una determinación que nunca había sentido antes. No sé de dónde salió la fuerza, pero me levanté y se lo devolví. Mi mano se movió casi por instinto, y el sonido del impacto resonó en la habitación.

Él me miró, sorprendido, como si no pudiera creer lo que acababa de pasar. Pero yo no me detuve. Lo enfrenté, con una firmeza que ni siquiera sabía que tenía. Le dije que era la última vez que me ponía una mano encima, que nunca más volvería a controlarme, a manipularme, a hacerme sentir pequeña.

No hubo gritos, no hubo lágrimas. Solo una advertencia clara, directa. No me busques nunca más. No sabes de lo que soy capaz.

Esa noche, empaqué mis cosas y me fui. No miré atrás, no dudé. Sabía que, si me quedaba, si le daba otra oportunidad, nunca saldría de ese ciclo.

Los días siguientes fueron difíciles. Me sentía rota, vacía, como si hubiera perdido una parte de mí misma en esos tres años. Pero no estaba sola.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.