¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

Capitulo 12 El Sueño Perdido

La brisa era cálida, suave, y me envolvía como un susurro familiar. El aroma de las flores flotaba en el aire, acompañando cada paso que daba por el campo dorado. Mi piel sentía la caricia del sol, y mis pies descalzos tocaban la hierba fresca, como si hubieran estado ahí siempre.

Pero lo mejor de todo era él. Su risa resonaba a mi lado, llenando el espacio con una alegría contagiosa. No sabía por qué, pero su presencia me hacía sentir completa, segura, como si toda mi vida hubiera estado esperando este instante.

—¡Corre, Alexandra! —me dijo con una sonrisa—. Nos queda poco tiempo antes de que el sol se esconda.

Su voz era cálida, llena de algo que me hacía estremecer. Y aún así, no entendía por qué mi corazón reaccionaba de esa forma. Lo miré, sintiendo una conexión que no podía explicar. Lo conocía. Lo conocía mejor de lo que entendía, pero no podía recordar su nombre. Solo sabía que su mano extendida hacia mí era una invitación a algo que no quería perder.

La tomé. Y entonces sentí el latido de mi corazón como un tambor resonando en mi pecho. Su mano encajaba con la mía como si siempre hubiera estado destinada a sostenerla.

Caminamos juntos por el campo, con el cielo tiñéndose de dorado y carmesí. El viento soplaba suavemente, y por primera vez en mucho tiempo, o tal vez, por primera vez en cualquier vida me sentí en paz.

—Siempre quise estar aquí contigo —dije sin pensar, pero con una certeza que me asustaba.

Él me miró, sus ojos brillando con esa emoción que hacía que mi pecho se contrajera.

—Y yo siempre quise encontrarte —respondió, con una suavidad que me hizo temblar.

Sus palabras me llegaron de una forma extraña, como si estuvieran atadas a un recuerdo que no podía alcanzar. Había algo en ellas que pesaba más de lo que debía.

Pero no me importó. Él me llevó hasta un árbol inmenso en la colina, donde el viento susurraba historias que parecían solo para nosotros. Allí, bajo la sombra de las hojas que bailaban sobre nuestras cabezas, él tomó mis manos con una delicadeza que me hizo contener el aliento.

—Prométeme algo —pidió, su voz apenas un murmullo en el viento—. Pase lo que pase, recuerda esto.

Fruncí ligeramente el ceño. Algo en sus palabras me hizo sentir un escalofrío.

—¿Recordar qué? —pregunté, sin poder evitar la sensación de urgencia en mi pecho.

Él sonrió, pero su mirada reflejaba algo más. Algo profundo. Algo triste.

—Recuerda que estaremos juntos, sin importar el tiempo, sin importar las vidas que pasen.

La promesa me pareció tan importante, tan fundamental, que sentí que el mismo aire contuvo la respiración a nuestro alrededor. Mis labios se movieron sin que yo pudiera detenerlos.

—Lo prometo.

Él cerró los ojos por un instante, como si esas palabras fueran todo lo que necesitaba escuchar. Pero entonces, todo comenzó a desvanecerse. El campo dorado se volvió borroso, su rostro comenzó a desaparecer en la luz del ocaso, su sonrisa se desdibujó, su presencia se desvaneció como si nunca hubiera estado ahí.

—No... —susurré, sintiendo una desesperación que no comprendía—. Espera...

El viento sopló con fuerza, llevándolo con él, y en un instante todo se hizo oscuro. Abrí los ojos de golpe. Mi pecho subía y bajaba con rapidez, mi respiración errática, mi habitación envuelta en una tranquila penumbra. Todo estaba normal. Todo debería estar normal. Pero mi corazón latía como si aún estuviera en aquel campo, como si mis manos todavía sostuvieran las suyas.

Llevé una mano temblorosa a mi rostro, sintiendo un escalofrío recorrer mi piel. No sabía por qué, pero en el fondo de mi mente, una voz resonó con claridad.

"Recuerda que estaremos juntos, sin importar el tiempo, sin importar las vidas que pasen."

Mi pecho se contrajo. Y, sin saberlo aún, mi pasado estaba comenzando a despertar.

El aire nocturno estaba cargado de una sensación inquietante, como si algo invisible se moviera a mi alrededor, susurrándome cosas que no podía comprender. No podía quedarme sola con esto.Llevaba todo el dia distraida en el trabajo, aun asi cumpliendo como correspondia, no podia apartar de mi mente aquello que habia visto en mi sueño,tal ves no era una realidad, tal vez era solo un sueño, pero aun asi no podia evitar pensar tanto en el tema. Saqué mi teléfono y, casi sin pensarlo, marqué el número de Matt.

—Cariño, ¿qué pasa? —contestó después de la segunda llamada, su voz reflejando el inicio de una preocupación.

—No lo sé —admití, soltando una pequeña risa que no tenía nada de diversión—. ¿Puedes verme ahora?

Matt suspiró al otro lado de la línea. —Por supuesto. ¿Dónde estás?

—Cerca del café donde solemos ir.

—Dame diez minutos, cariño. Estoy en camino.

Colgué antes de que pudiera pensar demasiado en lo que iba a decirle. Cuando lo vi entrar al café, supe que había tomado la decisión correcta. Matt tenía esa presencia reconfortante, la seguridad de alguien que siempre estaba ahí sin importar qué. Se sentó frente a mí y me miró con detenimiento.

—Bien, cariño, ¿qué está pasando?

Jugueteé con mi taza entre las manos. —Es complicado.

Matt arqueó una ceja, con esa expresión que decía que no iba a dejarme escapar tan fácilmente.

—Complicado es mi especialidad. Inténtalo.

Suspiré, dejando que mi mirada vagara por la mesa.

—¿Alguna vez has tenido un sueño que se sintió demasiado real?

Él frunció el ceño, inclinándose hacia mí.

—¿Real en qué sentido?

—No lo sé —admití—. Como si no fuera solo un sueño, como si tuviera peso... significado.

Matt me observó con atención, su expresión suavizándose. —¿Tuviste uno de esos?

Asentí, sintiendo una ligera incomodidad al hablar del tema.

—Fue extraño. En el sueño... había alguien. Alguien que se sentía importante. Como si lo conociera de toda la vida.




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