El día en la oficina ha pasado más rápido de lo esperado. No sé si es porque la rutina finalmente ha logrado hacerme olvidar las últimas semanas, o porque, consciente de que mañana comienzan mis vacaciones, mi cerebro ha decidido simplemente desconectarse.
Y la verdad, agradezco que sea así. Cuando salgo del edificio, me encuentro con Matt ya esperándome en la acera, apoyado contra un poste con una sonrisa orgullosa y la energía de alguien que claramente tiene planes.
—Cariño, oficialmente comenzamos nuestras vacaciones mañana, y eso significa que necesitamos una celebración adecuada.
Lo miro con sospecha. —¿Celebración adecuada?
Matt se cruza de brazos con exagerada elegancia.
—Sí, y por celebración adecuada me refiero a comida. Comida abundante, deliciosa y sin ninguna culpa.
Me río, sacudiendo la cabeza. —Siempre piensas con el estómago.
—¿Qué clase de persona no lo haría? —responde con dramatismo—. Además, si el cuerpo está contento, la mente está tranquila.
Me toma del brazo antes de que pueda decir algo más y empieza a caminar, llevándome consigo con un entusiasmo que no estoy dispuesta a rechazar. Terminamos en un restaurante que, según él, tiene "las porciones perfectas para alimentar el alma", y por cómo lo dice, no sé si debo sentirme curiosa o preocupada.
Nos acomodamos en una mesa junto a la ventana, donde el sol entra con suavidad, iluminando el ambiente de manera acogedora. Matt me observa con detenimiento antes de apoyarse en la mesa.
—Te ves diferente, cariño.
Levanto una ceja. —¿Diferente cómo?
Se encoge de hombros, pero su mirada no pierde interés.
—Más relajada. No como la chica atrapada en su propio torbellino mental de hace unos días.
Pienso en sus palabras. —Supongo que sí —admito—. La rutina me ha ayudado, y también esta salida. Me hacía falta.
Matt sonríe, satisfecho.
—Sabía que tenía razón.
Hago una mueca divertida.
—No exageres.
—¿Cómo no voy a exagerar? —pregunta con falsa indignación—. Mi misión secreta era sacarte de tu propia mente, y ahora mírate, disfrutando el momento como una persona funcional.
Río. —No me había dado cuenta, pero sí... estoy disfrutando esto.
Cuando la mesera llega, Matt ordena lo que claramente es el plato más grande del menú, mientras que yo opto por algo más sencillo.
—Debo preguntarte algo importante —dice Matt, entrecerrando los ojos mientras gira su cuchara lentamente sobre la mesa—. ¿Tenemos un plan para estas vacaciones, o vamos a lanzarnos al caos espontáneo?
Me tomo un segundo para responder. —Creo que lo espontáneo me llama más la atención.
Matt chasquea los dedos, triunfante. —Esa es la actitud.
El ambiente sigue ligero mientras comemos. Hablamos sobre cosas aleatorias: su más reciente crisis con el gimnasio, mi incapacidad para decidir si debería cambiar la decoración de mi apartamento, los lugares que nos gustaría visitar en algún momento.
Matt hace una pausa entre bocados y me observa con una expresión tranquila, pero con cierta intensidad en sus ojos.
—No es solo la rutina lo que te ha ayudado, cariño.
Me detengo. —¿Qué quieres decir?
Él juega con su servilleta por un instante antes de encogerse de hombros.
—No sé. Solo creo que, de alguna manera, todo lo que ha pasado te ha cambiado.
Levanto la mirada. —¿Cómo lo sabes?
Su sonrisa se mantiene, pero hay algo en ella que no termina de mostrarse completamente.
—Sólo lo sé.
Mi pecho se siente extraño por un segundo, como si una parte de mí quisiera preguntar más. Pero el momento pasa. Matt vuelve a su versión despreocupada, cambiando el tema antes de que pueda insistir.
—Ahora dime, cariño. ¿Qué es lo primero que vas a hacer mañana cuando despiertes sin responsabilidades laborales?
La pregunta me hace sonreírme tomo un momento antes de responder.
—Voy a quedarme en la cama sin sentir culpa.
Matt hace un gesto de aprobación. —Sabia decisión.
Nos estamos riendo de algo completamente absurdo. Ni siquiera recuerdo cómo llegamos a este tema, pero ahora Matt está gesticulando exageradamente mientras relata su última desgracia con un pedido de ropa en línea.
—Cariño, explícame cómo es posible que el pantalón que pedí haya terminado pareciéndose a un disfraz de payaso —se queja, sacando su teléfono para mostrarme la evidencia de su sufrimiento.
Me río, observando la imagen en la pantalla. —Tal vez te enviaron la versión de carnaval.
Matt pone una mano sobre su pecho, fingiendo una tragedia mayor.
—Mi dignidad ha sido aplastada.
Sigo riéndome mientras tomo un sorbo de mi bebida. El ambiente sigue siendo ligero, exactamente lo que necesito. Pero, de repente, sin previo aviso, su frase vuelve a mí.
"Mi misión secreta era sacarte de tu propia mente, y ahora mírate, disfrutando el momento como una persona funcional."
No debería haberme quedado pensando en eso. Pero algo en la forma en que lo dijo, en el tono, en su expresión, me dejó con una sensación extraña.
Como si realmente hubiera sido una misión. Sacudo la cabeza discretamente. Estoy exagerando. Solo fue una frase al azar, como cualquier otra broma que suelta sin pensar. Intento alejar la idea de mi cabeza y me concentro en la conversación.
—Entonces, ¿ya te resignaste a quedarte con el pantalón? —pregunto, volviendo al tema.
Matt suelta un suspiro dramático.
—Por supuesto que no. Ya estoy organizando una venganza contra la tienda.
—¿Una venganza?
—Un correo largo, extenso, con más indignación de la necesaria.
Río suavemente. —¿Brandom ya te dijo que es una idea terrible?
Matt chasquea la lengua. —Brandom no entiende la profundidad de mi sufrimiento.
—No, simplemente tiene sentido común.—digo divertida.
Matt suspira pesadamente. —Eso es lo peor de estar con alguien tan racional.
Sonrío. La conversación sigue con la misma ligereza, pero ahí está de nuevo. La frase sigue rondando en el fondo de mi cabeza.
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Editado: 09.09.2025