¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

Capitulo 15 ¡¡Un Instante ETERNO!!

El silencio entre nosotros sigue ahí, pesado, pero diferente. Ya no es la tensión latente de hace minutos, ni el aire denso de la frustración acumulada. Es algo más profundo. Una pausa antes de cambiarlo todo.

Respiro hondo, cruzándome de brazos mientras lo observo. Está sentado en mi sofá como si su ausencia no hubiera sido de semanas, como si el tiempo no tuviera impacto en él. Sus ojos azul intenso me estudian con paciencia, con esa calma suya que, por alguna razón, solo intensifica mi enojo.

Pero no lo rechazo. No esta vez.

—Quédate —digo finalmente, sin titubear.

Él no se mueve. Solo me observa, como si analizara la sinceridad en mi voz. Pero no pregunta nada. No cuestiona mi decisión. Solo asiente con tranquilidad.

Un nuevo silencio se instala, pero esta vez no es incómodo. Es una confirmación. Un cambio tangible en el aire. Camino hacia la mesa y apoyo las manos en el borde, buscando estabilidad.

—¿Por qué quieres quedarte?

Mi pregunta es firme, sin adornos, sin rodeos. Él suspira, sus dedos entrelazados descansando sobre sus piernas.

—Porque tú me lo permitiste.

Frunzo el ceño. —¿Eso es todo?

Niega con la cabeza, pero no se apresura a responder. —No.

—Entonces dime la verdadera razón.

Sus ojos bajan apenas, como si considerara sus palabras antes de regalármelas. Cuando finalmente habla, su voz es baja, pausada.

—Porque me importas.

Mi corazón da un pequeño salto. No lo esperé decirlo con tanta facilidad. No después de todo. Me mantengo inmóvil, analizándolo, midiendo la intensidad de sus palabras.

—¿Y por eso volviste ahora? —pregunto finalmente.

Sus ojos buscan los míos, su expresión se suaviza apenas. —Porque ya no quería estar lejos.

El aire en la habitación se vuelve más denso. No por miedo. No por incomodidad. Por algo más que no quiero analizar demasiado. Pero lo hago. Porque es inevitable.

—No entiendo por qué haces esto —murmuro, mi voz más baja ahora.

Él sostiene mi mirada con ternura. —Porque lo elegí.

—¿Elegiste qué?

Su expresión cambia apenas. Un destello de algo desconocido en sus ojos.

—Elegí quedarme.

Sus palabras deberían confundirme. Pero esta vez no. Esta vez solo me inquietan más.

—¿Por qué? —repito, esperando algo más.

Él respira profundo antes de hablar. —Porque cada parte de mí me dice que debo hacerlo.

Mi piel se eriza con el peso de su voz. Algo dentro de mí quiere seguir preguntando. Quiere desafiarlo. Pero otra parte... Otra parte entiende que no conseguiré respuestas aún. Respiro profundo, pasándome una mano por el cabello.

—Eso es lo que más me frustra de ti.

Él sonríe suavemente. —Lo sé.

Mi pecho se aprieta. Lo observo un instante más, tratando de comprender lo que significa tenerlo aquí otra vez. Pero sé que no encontraré todas las respuestas esta noche. Solo la certeza de que, al menos por ahora, él no se irá. Y que eso es suficiente.

El aire en la habitación cambia cuando él se mueve. No debería sorprenderme, pero lo hace. Un solo paso, y la distancia entre nosotros se reduce lo suficiente como para que mi respiración se vuelva irregular. Es mucho más alto que yo.

Siempre lo ha sido, pero ahora, a solo centímetros, la diferencia de altura se vuelve abrumadora. Lo observo, sintiendo una extraña mezcla de incomodidad y algo más que no sé cómo definir. No tengo idea de por qué lo dejé quedarse.

No tengo idea de por qué sigue aquí. Pero tampoco retrocedo. Él nota mi tensión, pero no se aparta. Solo inclina la cabeza con curiosidad, sus ojos azules estudiándome como si tratara de descifrar algo en mí.

—¿Te molesta que esté tan cerca?

Mi pulso se acelera. Titubeo. —Yo...

La pregunta es sencilla, pero de alguna manera, me desarma. Siento el calor en mi rostro, el peso de su mirada fija en mí. Debería apartarme. Debería decir algo coherente. Pero en lugar de eso, mis palabras salen sin filtro, espontáneas, sin que mi mente tenga tiempo de procesarlas.

—¿Cenaste?

Él frunce el ceño, sorprendido por el cambio repentino de tema. —No.

Mi boca se abre apenas, y mi respuesta escapa antes de que pueda detenerla.

—Cierto, no comes.

La habitación se llena de un silencio inesperado. Mi pecho se aprieta. Porque esa frase no es aleatoria. Porque no sé por qué la dije.

Zacarías me observa con una intensidad diferente ahora. Su expresión cambia, como si esa afirmación significara más de lo que debería. Me aparto ligeramente, tratando de recuperar la compostura.

—Olvídalo. No sé por qué dije eso.

Pero él no olvida. Sigo sintiendo el peso de su mirada sobre mí, como si estuviera conectando piezas que yo aún no veo. Respiro profundo, intentando estabilizarme. Demasiado cerca. Demasiado extraño. Demasiado todo. Y, aun así, no quiero que se vaya. No todavía.

El aire sigue cargado de todo lo que no se ha dicho. No sé qué hacer con su presencia aquí, pero tampoco sé qué hacer con mi propia decisión de dejarlo quedarse. Cruzo los brazos, sintiendo la calidez de la habitación, el peso de sus ojos azules aún fijos en mí. Respiro profundo, intentando despejar la neblina de pensamientos que me invade, y finalmente, la pregunta escapa de mis labios.

—¿Y ahora qué?

Él parpadea lentamente, como si realmente considerara mis palabras antes de responder. —¿A qué te refieres?

Lo miro con frustración, porque odio cuando responde con preguntas.

—A ti. A esto. A lo que decidí permitir.

Su expresión no cambia demasiado, pero hay algo en la forma en que su cuerpo se inclina ligeramente hacia mí, como si estuviera evaluando cuánto puede decirme.

—No lo sé aún —dice, pero su tono es profundo, como si realmente estuviera pensando en ello.

Suspiro, dejando caer mis manos a los costados. —No puedes quedarte aquí sin hacer nada.

Zacarías sonríe levemente, casi con diversión.

—¿Eso sería un problema?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.