¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

Capitulo 21 Felicidad

Las semanas siguientes se sintieron como un sueño prolongado, uno que no quería terminar. Tenerlo aquí, conmigo, había transformado lo cotidiano en algo extraordinario. Cada pequeña rutina parecía tomar un nuevo significado, como si verlo a través de sus ojos lo volviera fresco y emocionante.

Las mañanas eran mi parte favorita. Despertar sintiendo el calor de sus brazos alrededor de mí, sus ojos encontrando los míos con esa mirada tranquila pero curiosa que siempre parecía decir más de lo que sus palabras podían transmitir. Me preguntaba si él también sentía que el tiempo pasaba más rápido cuando estábamos juntos, porque así se sentía para mí.

Había momentos en los que su fascinación por las cosas más simples me sorprendía. Como la primera vez que vimos una película juntos. Estábamos en el sofá, yo con un bol de palomitas en las manos, y él con esa mirada intensa, observando cada escena como si estuviera estudiando algo vita, como un niño cuando ve por primera vez algo que le fascina. Al principio, intenté explicarle todo: los personajes, la trama, los giros. Pero luego me di cuenta de que no necesitaba explicaciones; estaba disfrutando el descubrimiento.

—¿Siempre hacen estas cosas las personas? —preguntó una noche, mientras pausábamos aquella película que vi miles de veces y que aun me hacia llorar como el primer día, sabiendo que a pesar de seguir viendo el final trágico de el congelado en medio del mar no cambiaria en absoluto.

—¿Qué cosas? —respondí con una sonrisa.

—Esto. —Hizo un gesto hacia la pantalla—, emocionarse por algo que saben que no es real.

Me encogí de hombros, incapaz de darle una respuesta concreta.

—Supongo que es parte de ser humano. Buscar un escape, conectar con algo, aunque sea ficticio, mientras limpiaba mis lagrimas disimuladamente.

Él se quedó en silencio por un momento, procesando mis palabras, y luego sonrió levemente, como si acabara de entender algo importante.

También hubo momentos más prácticos, como enseñarle a hacer una lista de compras. Nunca pensé que algo tan mundano pudiera ser tan divertido. Mientras enumeraba las cosas que necesitábamos, él se inclinaba hacia mí, observando mi letra como si fuera una obra de arte.

—¿Realmente necesitas todo esto? —preguntó, señalando el papel.

—Claro. ¿Cómo crees que se mantiene una casa funcionando? —respondí, fingiendo indignación.

Él rio suavemente, y aunque al principio parecía desconcertado por el proceso, terminó disfrutando la experiencia de recorrer los pasillos del supermercado conmigo.

Pero, inevitablemente, las vacaciones llegaron a su fin. La realidad empezó a asomarse, recordándome que mi rutina habitual debía volver. La idea de dejarlo en casa mientras yo regresaba al trabajo me hacía sentir extraña, como si la burbuja que habíamos construido fuera demasiado frágil.

Esa última mañana antes de volver al trabajo, me desperté y lo encontré mirándome como tantas otras veces, pero esta vez había algo diferente en su mirada. Era una mezcla de certeza y calma que me hizo preguntarme qué estaba pensando.

—¿Estás lista? —preguntó, su voz suave, pero directa.

—Lo estoy... creo —respondí, aunque la duda era evidente en mi tono.

Zacarías extendió una mano para apartar un mechón de mi cabello, y su mirada, profunda como siempre, se fijó en mí.

—No voy a irme, Alexandra. No importa cuántas veces salgas por esa puerta, yo estaré aquí cuando regreses.

Su declaración me dejó sin palabras. Había algo tan sencillo y definitivo en ella que no pude evitar sentir una calidez en mi pecho. Al final, simplemente asentí, dejando que sus palabras me dieran la paz que necesitaba para enfrentar el día.

Cuando finalmente salí por la puerta, me giré para mirarlo una última vez, y allí estaba él, con esa calma que siempre me desconcertaba, pero que esta vez se sentía como un ancla.

El aire fresco de la mañana me acompañó mientras atravesaba las puertas de la oficina. Habían pasado semanas desde la última vez que estuve aquí, y aunque sentía una ligera nostalgia por los días tranquilos en casa con Zacarías, también me llenaba de entusiasmo regresar a mi rutina. Siempre había algo reconfortante en el bullicio amistoso del trabajo, en las pequeñas interacciones que hacían que cada día se sintiera significativo.

Apenas crucé el pasillo principal, varias caras conocidas se giraron hacia mí, acompañadas de sonrisas cálidas.

—¡Alexandra, al fin vuelves! —exclamó Juani desde su escritorio, levantándose para acercarse con esa energía contagiosa que siempre tenía.

—Te extrañamos muchísimo —añadió Matías, que estaba organizando unos papeles pero se tomó un momento para saludarme.

—Yo también los extrañé —respondí, dejando que mi sonrisa mostrara cuánto significaban sus palabras para mí.

Pasé saludando a cada uno con amabilidad, compartiendo pequeños detalles de mis vacaciones pero sin entrar en demasiados detalles. A medida que avanzaba hacia mi oficina, podía sentir esa familiaridad acogedora que tanto había echado de menos.

Cuando finalmente entré, me senté en mi silla y solté un pequeño suspiro. Apenas había comenzado a revisar los correos pendientes cuando escuché un golpeteo en la puerta.

—¿Puedo pasar o estás demasiado ocupada siendo la reina de la oficina cariño? —la voz de Matt, llena de su característico sarcasmo, me hizo sonreír antes incluso de girarme para mirarlo.

—Adelante, su majestad —respondí con una risa, levantándome para recibirlo con un abrazo.

Matt entró con esa energía desenfadada que siempre parecía iluminar cualquier habitación. Su sonrisa era tan amplia como siempre, pero esta vez había algo más en su expresión, como si estuviera analizándome con más atención.

—Bueno, bueno... mira quién regresó después de unas vacaciones eternas —dijo, cruzando los brazos mientras se apoyaba en el marco de la puerta—. Y aquí me tienes, regresando de mi propio viaje. ¿No es hermoso el sincronismo de la vida?




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