¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

Capitulo 27 Continuara....

El día amaneció con un cielo gris que parecía reflejar el estado de mi mente. Me desperté temprano, mucho antes de que la alarma sonara, me levanté dejando a Zacarías descansando en la cama, su rostro tranquilo como si nada en el mundo pudiera perturbarlo. Lo observé por unos momentos, sintiendo una mezcla de cariño y ansiedad. Había tantas preguntas acumulándose en mi mente que ya no podía ignorarlas, pero sabía que hoy no era el momento de enfrentarlas. Necesitaba encontrar claridad antes de hablar con él.

Me dirigí a la cocina y preparé café mientras el sol comenzaba a iluminar tímidamente la habitación. El aroma familiar me calmaba, pero mi mente seguía trabajando incansablemente. Pensaba en Sofía, en el ritual, en el bloqueo que había sentido. Por más que intentara relajarme, una parte de mí estaba atrapada en una espiral de incertidumbre.

Estaba tan absorta en mis pensamientos que apenas escuché el sonido de su voz detrás de mí.

—¿Dormiste bien? —preguntó, mientras me tomaba de la cintura.

—Sí —mentí, sonriendo brevemente—. Y tú, ¿qué tal?

—Perfectamente —respondió, mientras depositaba un beso en mi cuello.

La conversación no fue más allá de eso, pero algo en su silencio me hizo sentir que él también estaba pensando en algo. Era como si ambos estuviéramos esperando el momento adecuado para romper la calma. Decidí no presionarlo; quería tomarme el día para ordenar mis pensamientos antes de abrir esa puerta.

El día me tomo por sorpresa, había finalizado todo hace días en el trabajo y no tenia mucho por hacer, al menos trabajar me ayudaría a mantener la mente ocupada, si tan solo no fuera tan adicta al orden en cuanto a trabajo se trata, una vez mas me sumergí en aquellos pensamientos que tanto trabajo me costaban dejar afuera de mi ser.

Por la tarde, decidí irme temprano ya no podía seguir sintiéndome así necesitaba respirar, salí a caminar para despejarme. El aire fresco y el bullicio de las calles me ayudaban a salir de mi mente, aunque no por completo. Pero mientras avanzaba, algo inesperado ocurrió. En una esquina poco transitada, un hombre de aspecto extraño estaba parado, inmóvil, observándome. Su figura no tenía nada particularmente alarmante, pero su mirada... su mirada me hizo sentir como si pudiera ver más allá de mí, como si entendiera cosas que ni yo comprendía.

Intenté ignorarlo y seguí caminando, pero la incomodidad persistía. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué me miraba así? Algo en mi interior me decía que no era una coincidencia. Quizás había más en juego de lo que imaginaba, y quizás Zacarías no era el único que guardaba secretos.

El resto de mi caminata estuvo marcado por una sensación de inquietud. Aunque el hombre había desaparecido de mi vista al doblar la esquina, su mirada seguía persiguiéndome, como si hubiera dejado una marca en mi memoria. Intenté sacarlo de mi mente, racionalizarlo como un simple encuentro casual, pero sabía que no era tan sencillo. Había algo en ese momento que no podía ignorar.

Al llegar a casa, estaba en la cocina, intentando seguir una recete por internet, con algo de trabajo pero estaba entusiasmado y podía notarlo, aunque, mantenía su postura relajada como siempre. No parecía haber notado mi agitación, o quizá simplemente estaba esperando a que yo hablara. Entré en la cocina, buscando una excusa para evitar el silencio incómodo. Mientras llenaba un vaso de agua, me di cuenta de que no podía seguir postergando esta conversación. Todo lo que había ocurrido, desde el ritual con Sofía hasta la sensación de ser observada, me estaba empujando hacia él. Las respuestas estaban frente a mí; solo necesitaba el coraje para enfrentarlas.

Así que tome la iniciativa y me paré frente a Zacarías, el vaso de agua en mis manos. Mi corazón latía con fuerza, pero mi determinación era mayor.

—Necesitamos hablar —dije, manteniendo mi voz firme.

Zacarías levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los míos. No respondió de inmediato, como si estuviera analizando cada palabra que acababa de pronunciar.

—¿Sobre qué? —preguntó finalmente, su voz tranquila pero con un matiz de cautela.

Sabía que no podía abordar esto con rodeos; tenía que ser directa.

—Hay cosas que no entiendo —empecé, tratando de organizar mis pensamientos—. Desde que estás en mi vida, han pasado cosas que no tienen sentido, cosas que no puedo explicar. Y hoy, mientras caminaba, sentí... bueno, vi algo extraño. Un hombre me observaba, y sentí que no era una coincidencia.

Zacarías frunció levemente el ceño, pero no dijo nada, dejándome continuar.

—Quiero saber qué está pasando —insistí, con más fuerza—. Quiero entender si hay algo sobre ti que me estás ocultando.

Su expresión permaneció neutral por unos momentos, pero sus ojos, que siempre habían sido un refugio para mí, parecían ahora mucho más profundos, como si contuvieran una verdad que no sabía si estaba lista para escuchar.

—Alexandra, no sé quién podría ser ese hombre del que hablas —respondió finalmente, su voz más seria—. Pero tienes razón, hay cosas sobre mí que no te he explicado. Pero ya te dije aun no es el momento.

Sus palabras me dejaron sin aliento. Había esperado que negara mis sospechas, que intentara tranquilizarme con palabras vagas, pero esta vez no lo hizo. Esta vez estaba dispuesto a hablar. Mi mente comenzó a llenarse de preguntas, pero sabía que tenía que escuchar primero. Después de todo, esta conversación podría cambiarlo todo.

El silencio que se había instalado entre nosotros comenzó a molestarme. Al principio, había esperado que Zacarías me dijera algo, que finalmente rompiera el muro invisible que llevaba tiempo construyendo alrededor de ciertos temas. Pero ahí estaba él, mirándome con esa expresión impenetrable, calculando cada palabra antes de hablar, como si intentara protegerse de mí en lugar de confiar en mí.

Me crucé de brazos, sintiendo cómo la inquietud en mi pecho comenzaba a convertirse en frustración.




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