¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

Capitulo 29 Mismo Significado.

El sol de la mañana se colaba a través de las cortinas con una fuerza que parecía innecesaria, llenando el departamento con una luz casi cegadora. Había algo distinto en el ambiente, un peso intangible que no estaba ahí el día anterior. Me levanté de la cama en silencio, dejando a Zacarías todavía dormido. Su rostro parecía tan tranquilo como siempre, pero algo dentro de mí no lograba acompasar esa calma.

Caminé hacia la cocina y preparé una taza de café, dejando que el aroma cálido llenara el espacio. Mientras esperaba, mi mente regresaba al sueño anterior, vívido como si aún estuviera dentro de él. Cada detalle seguía grabado en mi memoria.

Me apoyé contra el mostrador, mirando hacia la ventana. La ciudad comenzaba a despertar bajo el cielo despejado, y el ruido distante de los autos y las voces humanas marcaba el inicio de un nuevo día. Sin embargo, en mi pecho, ese día se sentía cargado de algo que no podía nombrar.

El sonido de pasos detrás de mí me sacó de mis pensamientos. Me giré y vi a Zacarías entrando en la cocina, el cabello ligeramente alborotado y una expresión de somnolencia en el rostro. Me dedicó una pequeña sonrisa, pero al igual que la luz que llenaba el departamento, su presencia parecía más intensa de lo habitual.

—¿Madrugadora hoy? —preguntó, su voz aún cargada de sueño.

—Sí, algo así. No pude dormir bien —respondí, intentando sonar casual mientras giraba para tomar mi café.

Él me observó por un momento, como si intentara descifrar algo en mi expresión. Luego se acercó y se sirvió una taza de café, apoyándose en el mostrador junto a mí.

—¿Pesadillas? —preguntó, su tono tranquilo pero con un rastro de curiosidad.

—Supongo. Fue uno de esos sueños que te dejan pensando —dije, tomando un sorbo de café para evitar profundizar más.

Zacarías no dijo nada, pero su mirada permaneció fija en mí. Había algo en sus ojos, como si supiera más de lo que estaba dispuesto a admitir. Me tensé ligeramente bajo su escrutinio, preguntándome si mi silencio estaba diciendo demasiado.

—A veces los sueños son solo eso, sueños —dijo finalmente, con una calma que parecía querer apaciguar cualquier tormenta que pudiera estar formándose dentro de mí.

Asentí, aunque no estaba segura de creerle. Había algo en ese sueño que se sentía demasiado real, demasiado conectado con todo lo que había estado sintiendo últimamente. Pero no quería presionarlo ni caer en especulaciones. No aún.

—Quizá —respondí, mi tono neutral.

Habían pasado varias semanas de aquel sueño, de aquel día que enfrente a Zacarías, no quería ser tan molesta con el tema, finalmente comprendí que las cosas deberían seguir su curso, después de todo si el no quería decirme nada de aquello que ocultaba, no podía obligarlo aunque quisiera.

En la oficina, el bullicio habitual llenaba el aire. El sonido de teclados resonaba como una especie de melodía mecánica, entremezclándose con el suave murmullo de conversaciones y el ocasional timbre de un teléfono. Pero para mí, todo se sentía distante, como si estuviera dentro de una burbuja que me separaba del resto. Las imágenes del sueño de la noche anterior seguían persiguiéndome, difusas pero persistentes.

Me esforcé por concentrarme en mi pantalla, repasando los documentos que necesitaban ser revisados.

—¿Alexandra? —la voz de Olivia, mi compañera de trabajo, me hizo saltar ligeramente.

—¿Sí? —respondí rápidamente, tratando de que mi tono no delatara lo perdida que estaba.

Olivia me observó con curiosidad, una ceja levantada mientras sostenía una taza de café.

—Te he estado llamando, pero parecía que estabas en otro mundo —dijo, dejando su taza sobre mi escritorio—. ¿Todo bien?

—Sí, claro. Solo... distracciones matutinas —mentí, forzando una sonrisa.

Ella me miró por un momento más, como si estuviera evaluando la credibilidad de mi respuesta, pero al final decidió no insistir.

—Bueno, tienes que revisar esto antes de la reunión de la tarde. Los jefes quieren asegurarse de que todo esté en orden. —Me entregó una carpeta antes de tomar nuevamente su café—. Y si necesitas despejarte un poco, hay pastel en la sala de descanso.

—Gracias, Olivia —murmuré mientras tomaba la carpeta.

Ella asintió y se alejó, pero su presencia dejó una sensación de incomodidad en el aire. Había algo en mi rostro, en mi energía, que claramente había notado, aunque no me lo dijera directamente. Suspiré y abrí la carpeta, decidida a sumergirme en el trabajo para deshacerme de las sombras que me perseguían.

Pasaron un par de horas antes de que decidiera que necesitaba un descanso. Me levanté y caminé hacia la sala de descanso, donde el aroma a café recién hecho y algo dulce llenaba el aire. Allí estaba Olivia, charlando con un par de compañeros, pero su mirada se detuvo en mí cuando entré.

—Ah, Alexandra, justo a tiempo para el pastel. No queda mucho, pero puedes servirte un trozo —dijo con una sonrisa.

—Gracias —respondí, sirviéndome un pequeño pedazo y ocupando una esquina de la sala, alejada del grupo.

Mientras comía en silencio, escuché fragmentos de su conversación. Habían pasado a hablar de sueños y cómo algunos podían interpretarse como algo más profundo. Normalmente, habría descartado ese tipo de charla, pero esta vez me quedé escuchando, mis pensamientos volviendo al sueño de la noche anterior.

—Algunas culturas creen que los sueños son mensajes, como señales que intentan guiarte o advertirte de algo —decía uno de los compañeros, un hombre llamado Daniel.

—Sí, pero también pueden ser solo el resultado de mucho estrés o una imaginación hiperactiva —respondió Olivia con un encogimiento de hombros.

Mientras estaba en la sala de descanso, escuché a Daniel hablar con esa pasión característica que siempre ponía en los temas que le interesaban. Esta vez, era sobre los sueños. Al principio no le presté mucha atención, pero sus palabras comenzaron a resonar, tocando algo dentro de mí que no podía ignorar.




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