¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

Capitulo 31 continuación

El aire cambió, pero no fue un cambio abrupto como el que había sentido antes. Esta vez, el tránsito entre un lugar y otro no fue un vacío súbito ni una desconexión completa de mi entorno. Fue como si, de alguna manera, ya hubiera estado aquí antes.

Cuando volví a sentir el suelo firme bajo mis pies, no estaba desorientada. No sentí vértigo. Solo una extraña sensación de reconocimiento que no sabía cómo explicar.

Parpadeé, mi respiración aún entrecortada, y miré alrededor. No había caos, no había amenaza, solo el aire cálido de un lugar que, aunque no visitaba con frecuencia, de algún modo pertenecía a mi historia.

Matt estaba a mi lado, tranquilo, observándome como si estuviera esperando a ver qué hacía a continuación. Mi mirada recorrió la estancia: paredes altas cubiertas de estantes llenos de libros, muebles que mezclaban funcionalidad con elegancia discreta, la luz tenue de una lámpara que creaba un ambiente sereno. El aroma era familiar, la mezcla perfecta entre madera envejecida, café recién hecho y algo más. Algo que siempre había asociado con él.

—Sabía que terminaríamos aquí —dije finalmente, rompiendo el silencio.

Matt cruzó los brazos, su expresión aún relajada, pero había algo en su mirada, una atención contenida que no podía ignorar.

—Tarde o temprano —respondió simplemente.

Pasé una mano por mi rostro, intentando calmar la adrenalina que aún recorría mi cuerpo. El peso de lo que había dejado atrás, de Zacarías enfrentando algo que no entendía, seguía presionando mi pecho.

—No puedo quedarme aquí —solté, con más fuerza de la que pretendía—. Zacarías está allá afuera, y yo...

Matt negó antes de que terminara la frase.

—No puedes regresar —dijo con suavidad—. No ahora. Y en el fondo lo sabes.

Sus palabras me golpearon, pero no con dureza. Me observó, como si estuviera esperando a que lo entendiera por mí misma. Y lo odié por ello. Lo odié porque en lo más profundo de mí, sabía que tenía razón.

Suspiré y di un paso hacia el centro de la habitación, dejando que mi mirada recorriera los detalles que hacían de este lugar suyo. La mesa ordenada con precisión, la pila de libros que siempre parecía estar en movimiento, el pequeño cuadro en una esquina que había visto antes, en otra ocasión, en otro momento.

Lo miré de nuevo.

—Tienes todas las respuestas, ¿no? —pregunté, cruzándome de brazos.

Matt me dedicó una pequeña sonrisa, sin la burla que podría haber esperado de alguien más.

—Solo las que estás lista para escuchar.

Eso solo me frustró más.

—¿Y cuál es la que necesito ahora? —insistí, avanzando hacia él—. Porque nada de esto tiene sentido, Matt. No lo que pasó esta noche, no lo que he estado sintiendo, no lo que me aleja de Zacarías.

Él inspiró, su expresión volviéndose apenas más seria.

—No es lo que te aleja —respondió—. Es lo que te protege.

La certeza en su voz me hizo sentir un escalofrío.

Tomé aire, preparándome para lo que viniera a continuación.

Sabía que esta conversación apenas estaba empezando. Y por primera vez, me di cuenta de que Matt nunca había sido una presencia pasajera en mi vida. Siempre había estado aquí, de una manera u otra.

Y esta vez, estaba aquí para algo que aún no entendía.

Pero pronto lo haría.

Matt no apartó su mirada de mí, como si estuviera esperando a que procesara lo que acababa de decir. Pero la calma que proyectaba solo intensificaba mi frustración. Sabía que debía estar agradecida por haber sido protegida, sacada de un lugar donde no podía hacer nada más que empeorar las cosas, pero lo único que podía sentir ahora era la pérdida. Zacarías estaba allá afuera enfrentando algo que no entendía y, mientras tanto, yo estaba atrapada aquí, con más preguntas que respuestas.

Di un paso hacia él, la rabia acumulada empujándome.

—Si se supone que me estás protegiendo —dije, mi voz temblando ligeramente, pero llena de determinación—, entonces dime la verdad. Todo esto, Zacarías, esa... esa cosa que lo estaba buscando. ¿Qué está pasando realmente?

Matt inspiró lentamente, como si estuviera midiendo su respuesta. Eso me enfureció aún más. Sabía que había algo que no me estaba contando, algo que cambiaría todo si lo supiera.

—Hay cosas que no estás preparada para saber aún —respondió finalmente, su tono sosegado pero firme—. Pero lo que sucedió esta noche es solo una pequeña parte de algo mucho más grande.

Fruncí el ceño, mi mente trabajando a toda velocidad.

—Deja de hablar en acertijos. Si sabes algo, dímelo ahora. No puedo seguir viviendo así, atrapada en esta oscuridad, sin saber qué está sucediendo realmente.

Matt mantuvo la calma, pero en su mirada había algo que no había notado antes: compasión. Como si entendiera perfectamente lo que estaba sintiendo, pero no pudiera darme lo que pedía.

—Alexandra... —dijo suavemente, como si mi nombre llevara consigo un peso que no podía explicar—. Si te contara todo ahora, solo pondría más peso sobre ti. No sería justo. Pero puedo prometerte algo: cuando sea el momento, lo sabrás todo. Y entonces podrás decidir qué hacer con esa verdad.

Me mordí el interior de la mejilla, intentando controlar el torrente de emociones que se arremolinaban dentro de mí. Frustración, rabia, miedo... pero también, en algún nivel, una extraña sensación de alivio. Porque a pesar de todo, había algo en la manera en la que Matt hablaba, en la calma inquebrantable con la que decía estas cosas, que me decía que podía confiar en él. O al menos, que debía hacerlo por ahora.

Bajé la mirada, cruzándome de brazos mientras intentaba reunir mis pensamientos.

—¿Y Zacarías? —pregunté, mi voz más baja ahora—. ¿Estará bien?

Matt asintió, y aunque no dijo nada más, la certeza en su gesto me dio al menos un pequeño consuelo.

—Esta noche no puedes hacer nada por él —añadió—. Pero mañana, tal vez. Por ahora, lo único que debes hacer es descansar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.