¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

Capitulo 34 Las Luces te guiaran a casa

La mañana comenzó como tantas otras, pero esta vez algo se sentía diferente. Era una de esas sensaciones que no podías nombrar, pero que estaba ahí, como un leve zumbido en el fondo de tu mente. Me desperté antes de que el despertador sonara, los rayos del sol filtrándose por las cortinas y llenando la habitación con una luz suave, casi acogedora. Me quedé acostada unos minutos, observando el techo, permitiendo que mis pensamientos flotaran sin rumbo.

La rutina había sido mi refugio en estos días. Levantarme, preparar un café, enfrentar las horas interminables en el trabajo, fingir que todo estaba bien. Fingir que no había un vacío latente que seguía insistiendo en recordarme que Zacarías no estaba. Pero hoy, mientras me ponía de pie y dejaba que mis pies tocaran el suelo frío de la habitación, sentía que algo estaba por cambiar, aunque no sabía exactamente qué.

Me dirigí a la cocina, encendí la cafetera y me quedé mirando mientras el líquido oscuro comenzaba a llenarse en la jarra. El aroma del café me reconfortaba de manera extraña, como si fuera un pequeño recordatorio de normalidad. Lo vertí en una taza y lo llevé conmigo al sofá, dejándome caer mientras el vapor ascendía lentamente frente a mí.

El silencio de la casa era más intenso de lo habitual. Podía escuchar el leve tic-tac del reloj en la pared y el sonido de los autos pasando afuera, pero había algo en la quietud del lugar que hacía que el aire se sintiera más pesado. Tomé un sorbo del café, permitiendo que el calor se extendiera por mi cuerpo, y cerré los ojos por un momento, intentando encontrar algo de paz.

Pero incluso en estos pequeños momentos de calma, mi mente se resistía a quedarse quieta. Zacarías seguía rondando en mis pensamientos, su ausencia un peso que no podía ignorar. Y luego estaba Matt. Su presencia había sido constante, tranquilizadora, y, en más de una ocasión, desconcertante. Había algo en él que no lograba definir, algo que hacía que mi mente volviera a él incluso cuando no quería.

Me levanté finalmente, decidida a enfrentar el día, incluso si no sabía qué me esperaba. Sabía que no podía quedarme atrapada en mis pensamientos por siempre. La rutina me esperaba, y aunque no resolviera nada, al menos me daba algo que hacer.

El resto del día avanzó con una calma inquietante, como si el mundo estuviera reteniendo el aliento, esperando algo. Me preparé para salir de casa con la misma rutina mecánica de siempre: elegí mi ropa, me puse los auriculares y dejé que las canciones que normalmente me reconfortaban llenaran el aire mientras me dirigía al trabajo. Pero, a pesar de mis intentos por mantener la normalidad, había algo en el ambiente, algo que no lograba definir.

El trayecto al trabajo era el mismo que hacía todos los días, un recorrido que conocía de memoria. El sonido de los autos, las calles llenas de gente, el aroma del café saliendo de las pequeñas cafeterías en las esquinas... todo seguía igual, pero hoy no se sentía igual. Era como si cada paso estuviera envuelto en una capa invisible de tensión, una sensación de que algo estaba fuera de lugar.

En la oficina, Juani me recibió con su energía habitual, lo que siempre ayudaba a aliviar un poco el peso que cargaba. Su forma de hablar, rápida y entusiasta, era como un soplo de aire fresco en mi día.

—¡Alex! —exclamó mientras se acercaba con una taza en la mano—. Hoy será un día de locos, ya verás. Tenemos mil cosas pendientes. ¿Estás lista?

—Como siempre —respondí con una pequeña sonrisa, aunque en el fondo no podía igualar su entusiasmo.

Nos sumergimos en el trabajo rápidamente. Mi escritorio se llenó de papeles, correos y proyectos que necesitaban atención inmediata. La rutina era reconfortante en su monotonía; me permitía desconectar de los pensamientos que siempre rondaban en mi cabeza. Y aunque funcionaba, aunque por momentos lograba concentrarme, no podía deshacerme por completo de esa sensación extraña, ese presentimiento que me había seguido desde que desperté.

El día avanzó entre reuniones y conversaciones superficiales con los compañeros. Todo parecía normal, pero era precisamente esa normalidad lo que me inquietaba. Sentía como si el mundo me estuviera dando un respiro antes de golpearme con algo más grande, como si esta calma fuera solo el preludio de una tormenta.

Fue ya al final de la jornada cuando algo rompió ese patrón. Estaba terminando de recoger mis cosas cuando noté algo en el suelo junto a mi escritorio. Era un papel arrugado, casi perdido entre los muebles y las sombras de la tarde. Me agaché para recogerlo, pensando que era un informe o una nota de trabajo, pero al abrirlo me detuve.

Era solo una palabra, escrita con tinta negra en una caligrafía que no reconocí: "Confía."

Mi pecho se apretó al instante, una mezcla de sorpresa y desconcierto recorriéndome. Miré alrededor, tratando de ver si alguien estaba cerca, pero la oficina estaba casi vacía, con solo un par de compañeros que parecían demasiado ocupados en sus propias tareas como para notar nada. Sostuve el papel entre mis dedos, sintiendo cómo esa pequeña palabra parecía pesar más de lo que debía.

No sabía qué significaba ni de dónde había venido, pero una cosa era segura: este día, esta normalidad, no iba a durar mucho más.

El papel seguía entre mis dedos, su textura áspera y ligera, pero la palabra escrita en él pesaba como si fuera de plomo. Lo guardé en mi bolsillo, sintiendo cómo su presencia me quemaba, imposible de ignorar. Mientras salía de la oficina y caminaba hacia mi departamento, el aire frío de la tarde parecía envolverse a mi alrededor. La sensación persistía, esa inquietud que había estado conmigo todo el día, como si algo estuviera al borde de revelarse.

Cuando llegué a casa, la atmósfera me pareció diferente. Las luces de la calle que entraban por las ventanas eran más brillantes, más definidas, como si estuvieran tratando de decirme algo. Dejé mi bolso en el sofá y me dirigí a la ventana, observando cómo las sombras bailaban en las paredes. Fue entonces cuando lo escuché. Era un susurro, apenas audible, pero suficiente para hacerme detenerme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.