El silencio entre nosotros era como una corriente densa que nos mantenía inmóviles. Matt seguía de pie cerca de la puerta, su postura firme pero relajada, como si estuviera esperando el momento adecuado para hablar. Zacarías estaba a mi lado, sentado en la cama, su cuerpo cargado de una tensión que hacía que su presencia se sintiera más intensa que nunca.
Yo estaba en medio, atrapada entre ellos, entre dos fuerzas que habían estado conmigo desde siempre pero que, hasta este momento, habían permanecido invisibles.
—¿Por qué nunca me dijeron quiénes eran? —pregunté finalmente, mi voz quebrada pero firme.
Matt fue el primero en moverse. Dio un paso hacia mí, su mirada llena de una mezcla de tristeza y determinación.
—Porque no queríamos abrumarte —dijo suavemente—. No podías recordar, Alex. Y no era el momento.
—¿Y ahora sí lo es? —respondí, mi respiración acelerándose ligeramente.
Matt se quedó en silencio, su mirada desviándose hacia Zacarías como si estuviera esperando que él hablara. Zacarías se inclinó hacia adelante, apoyando sus codos en sus rodillas, su mirada fija en el suelo antes de finalmente levantarla hacia mí.
—No era lo que queríamos, Alexandra —dijo, su tono bajo pero cargado de emoción—. Pero el ciclo siempre regresa. Siempre nos encuentra.
Sus palabras resonaron en mí como una verdad que no podía ignorar.
—¿Qué ciclo? —pregunté, aunque sabía que la respuesta no sería sencilla.
Me miró, y su expresión cambió. Había algo en sus ojos, algo oscuro pero no amenazante, como si estuviera cargado de una historia que había llevado por demasiado tiempo.
—Soy un demonio —confesó finalmente, sus palabras cayendo con fuerza entre nosotros.
El aire salió de mi cuerpo en un temblor involuntario.
—¿Qué?
—Siempre lo he sido —continuó, su voz más firme ahora—. Desde que fui asignado a ti, desde que el equilibrio decidió que debías ser protegida.
Mi mente luchaba por procesar lo que estaba diciendo, pero antes de que pudiera preguntar más, Matt tomó la palabra.
—Y yo —dijo, su voz tranquila—. Soy un ángel.
Mis ojos se movieron entre ellos, buscando respuestas en sus rostros mientras mi cuerpo se llenaba de una mezcla de incredulidad y aceptación.
—No puedo... no puedo creer esto —susurré.
Matt dio un paso más hacia mí, su presencia calmante pero intensa.
—Renuncié a todo por ti, Alex —dijo—. Dejé el cielo, dejé mi deber para quedarme aquí, para protegerte desde la tierra.
Mis labios se separaron, pero las palabras no salieron. Matt continuó, su mirada fija en la mía.
—Zacarías nunca renunció —dijo—. Aún es lo que fue desde el principio. Pero yo decidí que no podía seguir las reglas.
Zacarías se movió, su cuerpo girándose hacia mí como si quisiera asegurarse de que sus palabras no se quedaran atrás.
—No era solo por las reglas, Alexandra —dijo—. Era por nosotros. Lo que sentí por ti... no podía ignorarlo. Pero al hacerlo, rompí con todo lo que debía ser.
Sus palabras cayeron sobre mí como un peso imposible de ignorar.
—¿Y qué significa esto para mí? —pregunté finalmente, mi voz temblando.
Matt y Zacarías intercambiaron miradas, y por primera vez, sentí el peso de su conexión.
El aire se sentía pesado, cargado con todas las revelaciones que se habían acumulado en las últimas horas. Seguía junto a mí, su postura aún tensa pero firme, mientras Matt se encontraba de pie frente a nosotros, con esa calma habitual que siempre parecía envolverlo.
Mi mente estaba en caos. Todo lo que había aprendido, todo lo que me habían ocultado, ahora se presentaba ante mí como una encrucijada imposible de ignorar.
—¿Qué significa esto para nosotros? —pregunté finalmente, mi voz temblando ligeramente mientras trataba de mantener la compostura.
Zacarías fue el primero en hablar, su mirada fija en mí con una intensidad que me hizo sentir que no había nadie más en el mundo.
—Significa que tienes que decidir, Alex —dijo, su voz baja pero firme—. Si quieres que esto continúe... si quieres que yo siga a tu lado... debo renunciar a lo que soy.
El peso de sus palabras cayó sobre mí con fuerza.
—¿Renunciar? —repetí, tratando de entender completamente lo que estaba diciendo.
Asintió, su mandíbula apretándose como si la idea fuera un desafío más grande de lo que podía admitir. —Sí. No puedo seguir siendo lo que soy y estar contigo. No puedo seguir siendo un demonio y vivir todas las vidas contigo.
Matt se movió entonces, su voz calmada rompiendo el silencio que había seguido a las palabras de Zacarías.
—Yo ya renuncié, Alex —dijo, su tono tranquilo pero lleno de significado—. Lo hice porque sabía que no podía protegerte y seguir en el cielo al mismo tiempo.
Mis ojos se movieron entre ellos, entre dos fuerzas opuestas que ahora estaban completamente expuestas ante mí.
—Y si él no renuncia... —murmuré, mi voz apenas un susurro.
Ambos se miraron por un momento antes de volver su atención hacia mí.
—Si no renuncia, el ciclo se romperá eventualmente. Y tú... tú seguirás sufriendo.
Zacarías se movió entonces, su cuerpo girándose hacia mí como si quisiera asegurarse de que entendía completamente lo que estaba diciendo.
—Te he visto sufrir en cada vida, Alexandra —dijo, su voz cargada de emoción—. He visto cómo cada separación, cada olvido te ha desgarrado y desgarrado tu alma. Y sé que no puedo permitir que eso siga sucediendo.
Mi pecho se apretó, y aunque quería responder, no podía encontrar las palabras.
—¿Entonces qué estás diciendo? —pregunté finalmente, mi voz temblando.
Zacarías exhaló lentamente, y por un momento, su mirada reflejó algo que no había visto en él antes. —Estoy diciendo que estoy dispuesto —susurró—. Estoy dispuesto a renunciar, si eso significa que podemos estar juntos.
Mis ojos se llenaron de lágrimas al escuchar la sinceridad en su voz.
#762 en Fantasía
#3452 en Novela romántica
novela romántica, novela romantica de misterio, fantasía drama romance acción misterio
Editado: 09.09.2025