¿será solo un Sueño? (la historia de Alexandra)

Capitulo 39 Entre el caos y la calma

Los días que siguieron a aquella revelación transcurrieron de manera sorprendentemente tranquila. Como si después de una tormenta tan intensa, la vida hubiera decidido darnos un respiro.

Zacarías y yo encontrábamos momentos para disfrutar de nuestra rutina compartida. Cocinar juntos, caminar por el parque al final de la tarde y ver películas hasta que el sueño nos atrapaba. Todo parecía tan normal, tan humano, que casi podía olvidar lo que ambos significaban para mí.

Matt, por su parte, seguía siendo mi mejor amigo. Su compañía era una constante, una presencia reconfortante que no necesitaba explicación. Pasábamos horas hablando sobre todo y nada, compartiendo risas y silencios cómodos, como siempre lo habíamos hecho. Pero bajo esa calma aparente, sabía que los tres estábamos conscientes de la tensión que acechaba en el fondo.

El trabajo y la rutina diaria servían como una distracción bienvenida. Me sumergía en las tareas cotidianas, en las reuniones y los correos que parecían no tener fin, intentando convencerme de que mi vida podía seguir como siempre. Pero cada vez que veía a Zacarías, o sentía la presencia protectora de Matt, recordaba la decisión que aún estaba esperando ser tomada.

Y entonces, llegó el momento inesperado.

Era una tarde tranquila. Estábamos en casa. Zacarías estaba en la sala, mirando distraídamente su teléfono, mientras Matt y yo compartíamos una conversación ligera en la cocina. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, y por un instante, todo parecía perfectamente normal.

Fue entonces cuando ocurrió.

Un sonido fuerte, como el estallido de un trueno, resonó en el aire, pero no venía de afuera. La casa misma pareció estremecerse, y el café que Matt estaba sosteniendo cayó al suelo, rompiendo la taza en mil pedazos.

Matt se tensó de inmediato, su postura transformándose en algo completamente diferente, como si su cuerpo estuviera reaccionando instintivamente a una amenaza invisible.

—Alexandra —dijo, su voz firme pero cargada de alerta.

Mis ojos se movieron hacia la sala, donde Zacarías ya estaba de pie, su mirada oscurecida y su postura tensa, como si estuviera preparando para algo que aún no podía ver.

—¿Qué está pasando? —pregunté, mi voz temblando mientras el aire parecía volverse más pesado con cada segundo.

Matt no respondió. Su atención estaba fija en la puerta principal, su cuerpo inmóvil pero lleno de una energía que parecía contenerse a duras penas.

Fue entonces cuando lo sentí.

No una presencia, sino varias. Energías desconocidas que parecían llenar el espacio a nuestro alrededor, presionando contra mí como si intentaran atravesar algo invisible.

Zacarías avanzó hacia mí, colocándose entre esas presencias y yo, su mirada llena de determinación pero también de algo más profundo: miedo.

—No estamos solos —dijo, su voz firme pero baja.

Matt se movió entonces, colocándose a mi otro lado. Por primera vez, vi una chispa de la fuerza que siempre había mantenido oculta, y entendí que algo grave estaba ocurriendo.

—Alexandra —dijo Matt, su tono calmado pero urgente—. Necesitamos que te quedes aquí, con nosotros. Pase lo que pase.

Mi pecho se apretó, y aunque quería preguntar más, las palabras no salían. Las energías se acercaron, y el aire en la habitación parecía vibrar con una intensidad que nunca antes había sentido. Sabía que esto no era solo una interrupción. Era el pasado, el destino, encontrándonos de nuevo.

Y mientras ellos se preparaban para lo que estaba por venir, supe que la calma que habíamos encontrado era solo el preludio de algo mucho más grande.

La habitación estaba envuelta en tensión, como si el aire mismo hubiera decidido detenerse. Zacarías y Matt permanecían a mi lado, cada uno ocupando un lugar que parecía destinado desde el principio. Mi pecho seguía apretado, y aunque no entendía completamente lo que estaba pasando, sabía que algo mucho más grande estaba en marcha.

Las energías que había sentido antes se hicieron más evidentes, casi palpables. No podía verlas, pero podía sentirlas. Eran como una fuerza que pulsaba contra nosotros, intentando romper un equilibrio que apenas habíamos comenzado a comprender.

Zacarías dio un paso hacia adelante, su postura firme y su mirada oscurecida por la determinación. Su presencia era como un escudo entre esas fuerzas y yo.

—No pueden llevártela —murmuró, su voz baja pero con una firmeza que me estremeció.

Matt se movió entonces, colocándose a mi otro lado, su postura completamente distinta, más calma, pero igual de protectora.

—No lo harán —dijo, su tono tranquilo, pero cargado con la seguridad de alguien que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Mis ojos se movieron entre ellos, buscando respuestas, pero las palabras no salían.

Fue entonces cuando escuché algo. No eran voces, ni sonidos físicos. Era como un murmullo en mi mente, una conexión profunda que reconocía pero no podía nombrar.

Alexandra.

El susurro resonó en mí, haciendo que mi cuerpo se tensara completamente. Miré a Zacarías, pero él no parecía sorprendido.

—¿Lo escuchaste? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Zacarías asintió, su mirada encontrando la mía con una intensidad que me hizo contener el aliento.

—Te están llamando —dijo, sus palabras cayendo sobre mí como un peso imposible de ignorar.

Matt se giró hacia él, su postura tensándose ligeramente.

—No deberían estar aquí —dijo, su voz más firme ahora—. El ciclo no debería permitirlo.

—Pero lo hace —respondió Zacarías, su tono bajo pero desafiante—. Porque ella no es lo que pensábamos.

Mis labios temblaron, y aunque quería pedir más explicaciones, el aire cambió otra vez. Esta vez, no solo lo sentí; lo vi.

Frente a nosotros, las energías comenzaron a tomar forma. No completamente, pero lo suficiente para que sus contornos fueran visibles. Eran figuras, difusas, pero con una presencia tan fuerte que parecía llenar la habitación.




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