Soy Nekhael. Mi existencia no pertenece del todo a este mundo, ni al otro. Si soy una parte fundamental en ambos, por que de alguna forma u otra estoy ligada al destino, pero no al destino de los humanos, al destino de los demonios y los ángeles, no podría nombrar la clasificación de ambos, por que seria hablar de algo que no tiene fin, muchos nombres, categorías para ambos bandos etc. etc. etc. No soy ni luz ni sombra, pero llevo ambas dentro de mí. Mi propósito, si es que debo llamarlo así, ha sido siempre observar, esperar el momento en que pueda intervenir, aunque nunca directamente.
Elegí permanecer en el inframundo, porque mirando el destino de todos, observe el de alguien, el de Zacarias. Diría su nombre, aquel con el cual lo conozco, aquel que le dieron, pero..... prefiero no hacerlo. Soy una mujer se podria decir, con.... principios, si, si es cierto, realmente el infierno te cambia en su totalidad, pero a quien no le gustaría vivir de la forma que ahi se vive, en fin.
Hay quienes se preguntan qué sucede cuando fuerzas tan opuestas como la luz y la oscuridad convergen, cuando el destino parece desgarrarse y un equilibrio eterno comienza a tambalearse. Mi tarea nunca ha sido dar respuestas. Mi tarea ha sido sembrar preguntas. Y posiblemente sembrar caos, pero esa seria otra historia que no tiene relación con la de ellos.
Desde el inicio, supe que Alexandra y Zacarías eran diferentes. Que su unión, aunque improbable, estaba destinada. Pero el destino tiene sus propias reglas, y el ciclo que los ataba estaba diseñado para mantenerlos separados. No podía intervenir abiertamente, pero eso no significaba que no pudiera ayudar a empujar las piezas, a deslizar los pequeños elementos que podrían guiarlos el uno hacia el otro.
Mi primera señal llegó cuando Alexandra todavía no sabía quién era realmente. Una joven atrapada entre el peso de sus recuerdos bloqueados y una vida llena de preguntas sin respuesta. Había algo en ella, una chispa que no podía apagarse, incluso cuando las sombras del pasado la envolvían.
La vi sentarse junto a su ventana cada noche, mirando las estrellas con una mezcla de esperanza y tristeza. En esos momentos, apenas perceptibles, dejaba pequeñas pistas, pequeños empujones que solo podía notar si escuchaba su corazón. Una frase en un libro que dejó abierto por ejemplo. Las luces te guiarán a casa. , pero desafortunadamente no lo vio, así que tuve que accionar de otra manera diferente, rompiendo mi propia regla, así que tuve que decirle, pero Lo vi reflejado en su mirada mientras le decían esas palabras, como si algo en su interior reconociera el mensaje.
Sabía que no era suficiente, que ella todavía no estaba lista, pero era un comienzo.
Zacarías, en cambio, era otra historia. Una existencia antigua, acostumbrada a la oscuridad, pero con una vulnerabilidad que se escondía bajo su exterior. Sabía que su amor por Alexandra era su mayor fortaleza y su mayor debilidad. Lo observé durante siglos, incluso cuando estuvimos juntos en el mismo lugar, buscando, anhelando algo que siempre parecía estar justo fuera de su alcance.
Él no era fácil de guiar. La oscuridad tiene una manera de resistirse incluso a los susurros más suaves, pero sabía que habría un momento en el que no podría ignorar lo que era inevitable.
Recuerdo la noche en que lo vi caminar solo por un bosque, perdido en sus pensamientos, en una de esas tantas vidas, llevando sus pasos lentos y pesados. Había una tormenta acercándose, y aunque el cielo estaba cubierto de nubes, una sola estrella se abrió paso entre ellas. No fue casualidad.
Zacarías se detuvo, levantando la vista hacia el cielo. No dijo nada, pero su expresión cambió, como si en ese momento algo en su interior se iluminara.
Fue un juego delicado, guiarlos sin interferir directamente, pero cada pequeño detalle, cada giro, los acercaba más. El destino no puede ser controlado, pero puede ser moldeado, y ellos lo moldearon con cada elección, con cada paso.
Matt, por su parte, siempre lo supo. Desde el principio, entendió el papel que jugaba, y era consciente en todo momento de la situación, pero incluso él necesitó pequeños recordatorios. Fue en uno de esos recordatorios que dejé caer una fotografía en un estante de su casa, una imagen vieja que mostraba a dos figuras apenas visibles, unidas por un hilo invisible. Él lo entendió de inmediato, porque Matt siempre ha sido un faro de claridad en medio de la confusión, y sabia que pronto ellos se volverian a ver, y el debia estar listo para protegerla, si algo llegaba a salir mal.
Cuando finalmente se encontraron, cuando sus vidas comenzaron a entrelazarse de nuevo, sentí algo que rara vez siento: alegría. No es que mi existencia esté definida por emociones humanas, pero hay momentos en los que incluso yo no puedo evitar ser tocada por la magia de lo que ellos representan.
Vi cómo luchaban, cómo se resistían al ciclo que intentaba separarlos. Vi cómo cada decisión los acercaba más, y aunque el equilibrio se tambaleaba, no podía dejar de admirar su valentía.
Cuando Alexandra finalmente recordó todo, cuando las piezas de su historia cayeron en su lugar, supe que mi papel estaba llegando a su fin. Pero aún había una última cosa que debía hacer.
El día de la propuesta de matrimonio fue más que un evento para ellos. Fue un momento que simbolizó todo lo que habían superado. Yo lo vi todo, desde los nervios de Zacarías mientras planeaba cada detalle, hasta la emoción de Alexandra cuando entendió lo que estaba a punto de suceder.
Pero hubo un instante antes de que Zacarías se arrodillara, un segundo en el que las luces en el jardín parecían brillar un poco más. No fue casualidad.
—Confía —le susurré, aunque sabía que no podía oírme.
Y lo hizo.
Ahora, mientras los observo desde mi lugar entre la luz y la sombra, no puedo evitar sonreír. Su historia no ha terminado, pero tampoco necesitan de mi ayuda para continuarla. Ellos son suficientes, ellos son el equilibrio.
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Editado: 09.09.2025