No había caído en la cuenta. Al día siguiente, mi último día allí con él, el calendario terrestre marcaba una fecha especial: 14 de febrero, San Valentín.
Siempre los ángeles hemos mirado con simpatía esos inventos humanos, festividades celebraciones, aniversarios. Siempre buscan celebrarlo todo, siempre tienen un día especial para todo.
Sin embargo, Tyr no parecía muy animado con el calendario. Y repitió prácticamente en silencio la totalidad de las faenas del día anterior. No me aguanté y le pregunté, mientras contemplábamos el agua a la espera de que algún pez mordiera el anzuelo.
—¿Estás bien? Te noto... triste... —Me costó encontrar la palabra.
Los Ángeles nunca están tristes.
"¿Será porque nunca bajan lo suficientemente cerca a la Tierra...?", me pregunté.
—Febrero no me gusta...
Lo miré sin entender demasiado. Febrero como los otros meses, son un invento humano. No existen en realidad. Tyr me miró, dejó la caña a un lado y dijo con voz nerviosa.
—Mi padre nos abandonó en Febrero, mi hermanita más pequeña nació muerta una noche de Febrero, mi madre me abandonó una fría tarde de Febrero. La única vez que fui a la escuela, mis compañeros me golpearon porque tenían miedo de contagiarse. ¡Porque soy un marica! ¿Y qué crees...? ¡Era un 14 de febrero! Estuve inconsciente, por los golpes, más de tres días. Y cuando desperté, mi madre se enojó. "Hubiese preferido que no despertaras más", me dijo. Y ese mismo día, se marchó. A veces, miro al cielo y le pido a Dios que desaparezca para siempre del calendario el mes de Febrero... o que me desaparezca a mí...