Serás mía

5

Paso mucho tiempo en la ducha. Me relajo bajo los chorros del agua caliente durante un largo rato. Froto furiosamente mi cuerpo con una esponja, luego me enjuago la espuma. Lo repito una y otra vez. Trato desesperadamente de eliminar las huellas de los toques de Black.

Desgraciadamente, esto no funciona.

No puedo olvidar sus ojos. Su mirada. Es tan pesada. Sombría. Es imposible borrar de la memoria los recuerdos de la manera en que me miraba ese bastardo.

Estoy temblando. No puedo calentarme en absoluto. El frío penetra mi cuerpo hasta los huesos. Sé que esto se debe a los nervios. Es una reacción del organismo al estrés. Una reacción retrospectiva. Un proceso fisiológico natural.

Lo entiendo perfectamente, pero no por eso me siento mejor.

No recuerdo muy bien mi camino de vuelta. Estoy caminando por un pasillo, frente los ojos de los guardias. Nadie me dice ni una sola palabra. Pero me están mirando. Todos ellos me miran.

¿Estarán sorprendidos? ¿Me estoy volviendo demasiado pronto?

Qué asco. Ni siquiera quiero pensar en eso. Entro en mi habitación, cierro la puerta. Giro la llave hasta el final. Aunque sé muy bien que nada detendría a ese maldito reptil.

Si quiere venir, vendrá. Y entonces…

No, no voy a pensar en eso. Aún tengo tiempo. Puedo encontrar una manera de salir de esta trampa. Repaso las opciones en mi cabeza.

¿Pedir ayuda a los amigos? El padrastro de Katya es una persona seria. Ella misma me ha ofrecido ayuda. Pero ahora se encuentra de vacaciones en Australia. Por un mes.

Por supuesto, aun así puedo acudir a ella. Ella hará que venga un coche para recogerme,  ya que los servicios de taxi no aceptaron mis solicitudes. O también puedo llamar a mis otras amigas.

Lika está en la ciudad ahora. Nastya... Bueno, Nastya a veces se pierde por meses, no responde las llamadas porque tiene mucho trabajo en su agencia de modelos.

Tengo un fuerte presentimiento de que no me dejarán abandonar la cárcel. El coche vendrá a por mí, pero yo no podré salir.

Black controla la seguridad. Hace que le traigan a las chicas cuando quiere. Este prisionero tiene demasiada influencia.

Cierro el grifo, busco una toalla. Me seco y me pongo una bata de baño.

Me abrazo a mí misma, me muerdo los labios nerviosamente.

¿A qué estoy esperando? Tengo que llamar a Katya ahora mismo. Solía resolver yo misma mis propios problemas, pero ahora no lo puedo manejar.

Hay una cosa que está totalmente clara: todo se va a poner aún peor.

Me aseo, me visto rápidamente y cojo el teléfono. Y me quedo atónita al echar un vistazo a la pantalla.

"Sin señal".

Apago mi móvil. Lo enciendo de nuevo. El mensaje no desaparece.

Me acuerdo de una conversación que he tenido justo antes del comienzo de la práctica.

-Tienes que saber que aquí a veces desaparece la señal de Internet –dice Svetlana Viktorovna al explicarme los detalles de mi estancia–. Puede que la conexión no se restablezca hasta dentro de varios días. Además, el acceso a Internet es limitado. Estamos en una institución de régimen especial, tú entiendes.

Entonces no me pareció sospechoso.

La cárcel se encuentra fuera de la ciudad. Hay un bosque espeso alrededor, y el pueblo más cercano está a más de cien kilómetros de distancia. Además, siempre hay que tener en cuenta las medidas de seguridad.

He advertido a mis padres. Les he explicado que no iba a poder llamarles  todos los días. Les dije que la clínica dónde iba a trabajar, se encontraba en un pueblo lejano, y que en aquella zona la cobertura es escasa.

Pero siempre había señal. ¡Y muy buena! Hasta ahora.

Mis emociones están a flor de piel y no puedo evitarlo. Salgo al pasillo y me acerco a un guardia.

-¿Qué pasa con la cobertura? –pregunto.

-La señal se ha ido –el guardia se encoge de hombros–. Siempre sucede cuando llueve. Se corta por completo.

Que interesante. Lo que pasa es que justamente ahora no está lloviendo.

-¿Y no habrá problemas... de seguridad? –frunzo los labios.

-Bueno, los jefes siempre pueden comunicarse por un teléfono satelital –se ríe–. Y los demás de todas maneras no podemos hablar por teléfono.

Me muerdo la lengua, para no pedirle su móvil. Entiendo que sería inútil.

El guardia no me lo va a dar.

Vuelvo a mi habitación.

¿Y ahora qué hago?

La premonición no me engaña. Nadie me dejará abandonar la cárcel.

Debo buscar otra salida. Pero nada me viene a la mente. Ni una sola idea. Sigo con el móvil en las manos. Lo apago y lo vuelvo a encender, como si estuviera esperando que sucediera un milagro.

Me duermo en la madrugada. Agotada, me caigo en un sueño profundo. Lo hago sin siquiera darme cuenta. Cierro los ojos, y  de repente me despierto cuando suena el despertador.




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