-¿Estás contenta ahora? –me pregunta bruscamente Svetlana Viktorovna, entrando al despacho y cerrando la puerta de un fuerte portazo.
Levanto la cabeza y aparto la mirada de un documento que estaba leyendo.
-¿Qué pasa? –arrugo la frente.
-Lo qué has hecho –dice la mujer que parece estar irritada, y se sienta frente a mí como si tuviera ganas de estrangularme–. Y no finjas que no te hayas oído nada.
-Realmente no entiendo que es lo que quiere decirme –digo tranquilamente.
-¿En serio? ¿Nadie te lo ha contado?
-No –frunzo los labios–. ¿Qué ha pasado?
Svetlana Viktorovna bufa y sacude la cabeza.
¿Ella no me cree? Bueno, aun así no pienso demostrarle nada. ¿Quién debería haberme contado? Y lo más importante, ¿qué exactamente? No interactúo mucho con los guardias. También aquí hay unas enfermeras, pero solo hablo con ellas sobre los asuntos de trabajo. En un ambiente cómo éste cada uno va por su lado. Qué contraste tan grande con mi grupo de amigos de la universidad.
-Hubo una pelea anoche –dice finalmente Svetlana Viktorovna–. ¿Adivina quiénes se pelearon? Los guardias apenas lograron separarlos. También los guardias recibieron unas heridas. He tenido que atenderlos.
Un escalofrío retuerce mi estómago.
-Bueno, ¿por qué estás callada? –Svetlana Viktorovna se ríe–. Vaya, que hombres están luchando por ti. ¿Eso te gusta?
-No, no me gusta –respondo–. ¿Cómo podría gustarme algo así? Me quiero ir de aquí. Se lo dije hace tiempo.
-No vas a ir a ningún lado –dice y se levanta abruptamente–. Estás excitando a los hombres. Los induces a una pelea, y ahora, de repente, quieres quedarte limpia como si no hubiera pasado nada. Como si la culpa no fuese tuya. ¡Ja, por supuesto!
-¿Yo excito a los hombres? –pregunto en estado de shock–. ¿Yo tengo la culpa?
-Claro que sí. ¿Quién más? –se ríe la mujer–. Ahora están en unas celdas solitarias. Para que se calmen un poco. Y tú aprovecha bien este tiempo. Prepárate. Ahora tendrás que atender a los dos. Agradecer a cada uno de ellos. Incluso es interesante a quién de ellos van a soltar primero. ¿Al Carnicero o a Black?
***
Los siguientes días transcurren en una terrible tensión. Por supuesto, siempre trataba de distraerme con mi trabajo, pero no tenía muchas cosas que hacer. Mi paciente se estaba recuperando rápidamente, pero con lo demás no hubo dificultades.
Compartía los chequeos de rutina con las dos enfermeras que justo habían regresado de vacaciones. Svetlana Viktorovna, aunque era la doctora, rara vez aparecía en el trabajo. Venía durante una hora por las mañanas y luego desaparecía hasta el final de la tarde, y eso era todo. Sin embargo, estaba feliz con este estado de cosas. No quería hablar con ella en absoluto. Incluso sobre los asuntos profesionales.
Noté que los guardias me evitaban. Ahora siempre trataban de mantener la distancia.
Mi paciente también comenzó a comportarse de una manera diferente. Guardaba silencio, solo respondía a mis preguntas y me daba las gracias. Era totalmente diferente a la hora de nuestro primer encuentro.
Pero la presión salvaje de Black me lo arruinaba todo.
No podía relajarme. En absoluto. Comprendía que mientras ese criminal esté en confinamiento, yo puedo respirar tranquila. Al menos tratar de hacerlo. Uno no puede estar estresado todo el tiempo.
No me sentía amenazada por el Carnicero. Más bien, al revés. Suena como una locura, pero aquí y ahora él era el único en quién podía confiar. También era un bandido, un criminal empedernido, y sin embargo en sus fríos ojos no había ni una sombra de aquella ardiente lujuria que se leía en la mirada de Black. Me trataba con respeto, aunque es posible que eso no signifique nada.
La cárcel es un lugar tan sombrío, que el peligro puede asechar en todas partes.
Miro el calendario y siento un ardor desagradable debajo de las costillas. He pasado solamente seis días en la cárcel, pero tengo la sensación de que hayan transcurrido al menos seis semanas, o incluso seis meses.
Cuando me dijeron dónde exactamente iba a pasar la práctica, pensé que podría salir los fines de semana, o al menos pasar las noches en el pueblo más cercano. Pero luego el curador me explicó que así no funcionaba. Que tendría que permanecer en la cárcel durante los catorce días, fue para este período que se emitió mi permiso. Además, no hay ningún hotel cerca de aquí, solo unas pocas casas particulares, e incluso estas se encuentran a una distancia considerable. Es un territorio cerrado.
La señal en mi teléfono móvil nunca apareció. Sabía que era inútil pedirle a alguien su teléfono para hacer una llamada. No puedo salir de esta trampa tan fácilmente, nadie me puede ayudar.
El sexto día de mi práctica llega a su fin y vuelvo a mi habitación. Me encierro y voy directamente a la ducha. Trato de ducharme lo más rápido posible. Estoy nerviosa. No puedo librarme del miedo de que Black pueda entrar y hacerme daño.
Me seco, doblo la toalla. Busco mi bata de baño que estaba colgada en la pared, pero lo único que toco con la mano son las baldosas. Aparto un poco la cortina y miro al suelo. ¿Será que mi bata se haya caído?