Serás mía

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-¿Cómo sigue su trabajo, Taisia Alexándrovna? –me pregunta el director de la cárcel al entrar en el archivo.

Hago una nota, para poder encontrar más tarde donde dejé el trabajo, y pongo la carpeta a un lado. Miro hacia arriba.

-Todavía hay mucho material por procesar –toso para aclarar la garganta que está afligida por la gran cantidad del polvo que se arremolina a mi alrededor–. No podré terminar todo antes del final de la práctica. Creo que tardaría una semana más.

-No se preocupe –me asegura el director–. Encontraremos a alguien para que continúe con el trabajo.

Ya nos hemos conocido antes. De vista. En el primer día cuando me enviaron a trabajar aquí. Intercambiamos un par de palabras. Y dentro de un par de días nos vimos de nuevo.

El director me mira de una manera extraña. Es como si estuviera observándome. La pausa se hace más larga de lo normal.

Tal parece que el director quiere decirme algo. Pero está vacilando.

-¿Qué le parece su estancia aquí? –pregunta finalmente–. ¿Todo está bien?

-Sí –respondo uniformemente–. Todo está en orden.

Ahora me encuentro bastante bien. Dentro de lo posible. ¿Qué tan “bien” uno puede sentirse en una prisión? Sin embargo, aquí estoy bastante tranquila. Mi décimo día de la práctica transcurre sin incidentes. Si no fuese por un dolor de cabeza que me aqueja, me sentiría genial.

El dolor de cabeza me vino ayer. Por la mañana. Es algo lastimoso y desgarrador. Es como si la parte posterior de mi cabeza se llenara de plomo. Mientras esté sentada, puedo aguantar el dolor. Pero cuando me levanto, siento una pulsación dolorosa en las sienes.

Esto me sucede a de vez en cuando. Es una reacción habitual a una tensión fuerte, al estrés. Recuerdo que después de los exámenes también me sucedió algo parecido. He hecho todo lo necesario, me relajé, y luego vino un decaimiento. Las píldoras normalmente suelen ayudar, pero no las he traído aquí.

Recuerdo que en el almacén hay medicamentos para el dolor de cabeza. Yo personalmente las he desempacado hace un par de días. Pero no tengo ganas de volver al bloque médico. Prefiero aguantar. A veces, el dolor desaparece por sí solo.

El director de la cárcel pronto tiene que irse, y yo podré prepararme una taza de té fuerte. Le añadiré doble azúcar. Normalmente esto ayuda. Las píldoras, por supuesto, me ayudarían mejor. Pero no las tengo.

-Los guardias me informan que usted se queda aquí todas las noches hasta muy tarde –dice el director de la cárcel.

-Quiero hacer tanto trabajo como sea posible.

-Taisia –sonríe–. No tiene de que preocuparse. Yo personalmente ya he firmado el informe sobre su pasantía. El documento lo tiene mi secretaria. Se lo entregará pronto. Usted ha hecho mucho. Incluso una cirugía complicada. Sin la ayuda de un médico supervisor.

Sus labios tiemblan nerviosamente, su rostro se pone sombrío. Tal parece que el hombre no está satisfecho con el comportamiento de Svetlana Viktorovna.

-En fin, prefiero que se quede aquí hasta el final de su práctica –continúa–. No quiero que vuelva al bloque médico. Hay muchas cosas que hacer aquí, en el archivo.

El trabajo aquí es muy aburrido, pero por ahora me conviene. Ya he tenido suficientes aventuras. No me las voy a olvidar nunca.

-Bueno, me tengo que ir –dice el director–. Si necesita algo, pídeselo a cualquiera de los guardias. Todo lo que necesita le será proporcionado.

-Gracias.

-Hasta la vista, Taisia –se despide de mí con un movimiento de cabeza.

La puerta se cierra detrás de él, por fin me quedo sola. Solamente me rodean las gruesas carpetas llenas de polvo.

Vuelvo al trabajo. Froto con los dedos mis sienes que no dejan de zumbar. El dolor no desaparece. Más bien, se vuelve más fuerte.

¿Tal vez, es mejor que vaya por las píldoras?

Miro el reloj. Es hora de comer de los reos. Durante el día siempre están bajo supervisión. ¿Cómo Black podrá saber que estoy en el almacén? Iré a buscar el medicamento y regresaré enseguida. No habrá suficiente tiempo para que alguien le informe sobre mis movimientos.

No, no puedo arriesgarme. Es mejor que me tome una taza de té. Espero que esto me ayude.

Mientras el agua hierve, estoy pensando en una extraña conversación con el director de la cárcel. El hombre me dedicó mucho tiempo. ¿Por qué? ¿Acaso realmente le importa mi opinión? ¿Quiere que yo recuerde todo esto como una buena experiencia?

¿Era el Carnicero el que arregló mi traslado?

No veo otra explicación. De repente, me encargaron una tarea en el archivo, primero por un par de días, y luego se extendió por más tiempo.

El Carnicero me ha proporcionado una real protección. Da miedo imaginar cuánto poder tiene él, si supo resolver mi problema con tanta facilidad. Se puso en contacto con el mismísimo director de la cárcel.

El tiempo que he pasado en el archivo, es la mejor parte de mi práctica. Por fin me siento segura. Aunque la primera noche era bastante inquieta. Bueno, la segunda también. Es que me costó creer que la pesadilla haya terminado. Más precisamente, que aquellos horrores ya no me podrán alcanzar.




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