Serás mía

19

-Buenas tardes –un hombre entra en la tienda y me sonríe mientras se me está acercando–. ¿Usted es Taisia Alexándrovna, si no me equivoco?

Me puse tensa con tan solo verlo entrar. Por alguna razón he entendido de inmediato que este hombre no era un simple cliente. No le interesa comprar ropa.

A veces sucede que sientes hostilidad hacia una persona a quien ni siquiera conoces y la ves por primera vez. Es algo que no tiene una explicación lógica. No hay razón para odiar a alguien a quien no conoces.

Este hombre extraño enseguida me pareció sospechoso. Aunque su apariencia es la más ordinaria. Es de estatura media, delgado. Tiene unos cuarenta años, tal vez un poco más. Viste un elegante traje de sastre. Tiene en sus manos una carpeta de cuero negro con unos documentos.

-Sí –asiento con la cabeza–. ¿En qué puedo servirle?

-Quiero comprar este espacio –responde inesperadamente.

-La tienda no está a la venta –frunzo el ceño–. Creo que está equivocado.

-No, en absoluto –el hombre niega con la cabeza–. Lo que pasa es que su padre y yo queríamos hacer un trato. Desafortunadamente, sucedió esa terrible tragedia. No tuvimos tiempo de firmar el contrato, pero mi oferta sigue vigente.

-Esto es definitivamente un error –me encojo de hombros–. Mi padre estuvo en juicio. Aunque quisiera vender la tienda, no podría hacerlo.

Me callo, porque me viene a la memoria la última conversación con mi papá. Mencionó una oferta. Alguien le ofreció un buen trato.

-¿Su padre no le dijo nada? –pregunta el hombre levantando una ceja.

-¿Acerca de qué?

-Sobre nuestras negociaciones. Discutimos el precio. La empresa que represento tiene unas posibilidades ilimitadas. Los litigios no son un gran problema para nosotros. Encontraríamos un esquema conveniente para poder hacer la transacción.

-Mi padre no quería vender la tienda.

-Qué extraño –el hombre frunce sus delgados labios–. Hagámoslo de esta manera. Le dejo nuestra oferta comercial. Analícela, piense si vale la pena aceptarla. Volveré en una semana para hablar con usted.

-No vale la pena –respondo tranquilamente–. Ya le he dado mi respuesta. No voy a cambiar de opinión.

-Aún no ha visto el precio que le estamos ofreciendo –sonríe.

-No me importa.

-Taisia...

-Lo siento, pero está perdiendo su tiempo –le digo firmemente–. No voy a vender la tienda. Y mi padre tampoco iba a hacerlo. Definitivamente aquí hay un malentendido.

-Por si acaso le dejo el contrato –pone la carpeta sobre mi escritorio–. Le aconsejo que lo lea y piense. No es necesario que me dé una respuesta ahora mismo. Usted es una muchacha joven. Tiene toda una vida por delante. ¿Para qué necesita esta tienda que solo le trae problemas?

Su tono cambia. Unas notas metálicas aparecen en su voz. La expresión de su cara también cambia. Ahora me siento amenazada. Incluso siento un escalofrío en mis entrañas.

-Le deseo lo mejor, Taisia Alexándrovna.

Definitivamente no me desea nada bueno. Este extraño encuentro me deja un disgusto desagradable. Pero luego me distraigo porque unos clientes entran en la tienda.

 

Después del trabajo voy a un centro de servicio para dejar ahí mi ordenador portátil, para que me lo reparen.

-Hay que reponer la tarjeta madre –me explica el técnico–. Habría que esperar una semana. Tal vez un poco más.

-De acuerdo –asiento con la cabeza porque no tengo otra opción.

-Ahora voy a llenar su solicitud.

Mientras el técnico anota los datos, desvío mi mirada hacia un lado. Me quedo estupefacta. Literalmente me congelo por dentro.

Veo a Black. Su cara aparece justo en frente de mí. Reconozco sus ojos ardientes, su sonrisa descarada.

Se me corta el aliento. Unos escalofríos recorren mi cuerpo.

Tengo un sentimiento como si él estuviera acercándose hacia mí en este momento.

No. Es imposible. Afortunadamente, veo a este bastardo en la pantalla de la tele.

-Qué suerte tiene el tipo –dice el técnico.

-¿Qué? –me estremezco y desvío la mirada.

-Dicen que Ruslán Black sale de la cárcel –me señala la tele con un movimiento de la barbilla–. Han estado hablando de esto durante toda la semana. Cuando fue encarcelado hace dos años también hablaban mucho de él.

-No escuché nada – digo en voz baja.

-¿Ah, sí? –el técnico se ve sorprendido–. Era una historia bastante conocida. Black estaba metido en un montón de negocios peligrosos. Al final terminó golpeando a un tipo hasta matarlo. A uno de esos con los quien tenía negocios turbios.

-¿Y ahora lo dejan salir de la cárcel así nada más?

-Han descartado todas las acusaciones en su contra –se encoge de hombros–. Este tipo tiene mucho dinero. Ya sabía que iba a salir en poco tiempo. Incluso me parece muy extraño que haya pasado tanto tiempo tras las rejas.




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