Nos encontramos por casualidad. Creo que ambos estábamos un poco rotos y algo perdidos, aferrados a un sueño que ni si quiera sabíamos si íbamos a ser capaces de cumplir. Quizás eso fue lo que nos unió en un principio, como si de cierta forma la vida supiera que necesitábamos a alguien igual de perdido, ese alguien que nos ayudase a juntar todas las piezas sueltas que parecían haber dentro de nosotros, que nos recompusiese y nos ayudara a usar esas alas que creíamos perdidas, y así comenzar a volar como tanto habíamos deseado.
Parecía como si mi vida se dividiese en tres partes; cuando no le conocía, cuando le conocí y cuando le perdí. Años después, aun sigo sin saber cual de estas fue la que más me dolió. Es cierto que no creía haber estado del todo viva hasta que el llegó a mi vida, que sentí que iba a vivir para siempre cuando el apareció para mantenerse a mi lado y que después, sentí como que el mundo podía desmoronarse a mi alrededor sin llegar si quiera a importarme cuando el se fue.
Es difícil contar esta historia, hablar de el, de lo que significó para mi y de lo que a día de hoy sigue significando. Pero puedo intentarlo. Por el, porque se lo prometí.
Así que si tengo que empezar a hablar de nosotros, de lo que vivimos, supongo que lo mejor será empezar por el principio, por esa etapa de mi vida en el que el aun no estaba dentro de ella.
Tan solo espero poder hacerle justicia a nuestra historia, aunque ni todas las palabras del mundo serían capaces de explicar lo que sentimos, lo que significó para mi y lo que yo se que signifiqué para el.
Pero como he dicho antes, puedo intentarlo. Aunque quizás ahora ya no merezca la pena, aunque quizás ya nada de eso tenga sentido.
Lo haré.
Porque al igual que el me hizo eterna con sus canciones, yo intentaré hacerle eterno con esta historia, la nuestra. Así ambos seremos eternos, tal y como el me prometió a mi.
Parece que ambos cumpliremos nuestras promesas, después de todo.