Siete días, siete malditos días faltaban para que todo diera comienzo, días en los cuales, mi ángel protegido, obviamente no estaba listo psicológicamente para afrontar esto. Sin embargo, allí estaba, luchando contra su propio hermano, sangre de su sangre, enfrentando la batalla que lo decidiría todo por su madre.
El cabello rubio era algo que ya había visto varias veces antes, sin embargo, su aniñado rostro, ahora era completamente diferente: ella era una mujer hecha y derecha, una mujer que había tenido que soportar la muerte de sus padres a manos de otros ángeles. Lo aceptaba, lo comprendía, sin embargo, aquel golpe le había dolido tanto que, la joven, ingenua e inocente niña que yo conocí desapareció de ella.
Mucho tiempo estuvo perdida, sin rumbo alguno, sin un hogar donde recibir refugio, sola, bajo la lluvia, la encontré después de tanto buscarla, su mirada perdida y hueca, su rostro pálido aún tras presenciar la muerte de sus progenitores, un trauma que perturbaría su mente a tal punto de perderse.
La vida para ella ya no tenía sentido.
Ya no tenía padres, su hermana había caído en coma tres meses después del ataque de Alastor, sus heridas habían empeorado, nada mejoraba en ella. Huérfana, encargada de la vida de una niña durmiente, y perdida.
Pero ahí estaba yo, para consolarla, para abrazarla y ayudarla. No fue fácil, pero, conforme el tiempo pasaba, había logrado sacarle una que otra sonrisa nuevamente.
Nunca estuve de acuerdo con el karma que seguía a este pobre e inocente ángel, sin embargo, no podía contradecir la palabra del Trono. Desde un inicio, él sabía que un ángel digno de respetar llegaría y tenía preparado para él una vida llena de desgracias y pruebas. Ella había sido hija del pecado, por ende, según otros ángeles, estaba bien que sufriera el karma de sus padres. ¿Pero hasta qué punto? ¿Hasta dónde estaba bien que ella lo padeciera?
Se había convertido en un ángel habilidoso, a la altura de San Miguel, pero aún le faltaba algo para ser perfecto, y ese algo era amor.
Los siete malditos días pasaron ya, dando comienzo al calvario que esto traería, nuevamente, mi ángel aprendiz se enfrentaría a su hermano.
El fuego aún sigue esparciéndose por la tierra, los humanos no son capaces de verlo, ella se encuentra allí, parada frente al cadáver de su hermano. No muestra expresión alguna, Serena se encuentra perdida en su revoltosa mente, ida. Su bella y larga cabellera dorada ondea levemente, sin embargo algunos mechones se enredan entre sus alas, grandes e imponentes, dos par de alas doradas, dignas de un querubín como ella.
La espada en su mano yace manchada de sangre, al igual que parte de su vestido blanco. Levanta su mirada, todo ha terminado para ella, le reza al Trono un padre nuestro en silencio mientras observa como él, todo poderoso, se alza glorioso ante los humanos, he sido testigo de otra guerra más y he sido testigo de este pobre ángel aprendiz que ha perdido su razón de vivir.
La espada desaparece y voltea levemente, sus ojos, los cuales eran bellos y relucientes cuando joven, ahora no mostraban nada, pero, aun así, lograban reflejarme. Sus carnosos labios esbozan una pequeña mueca mientras el bello ángel camina despacio hasta mis brazos. Soy lo único que tiene ahora, la única persona que puede contener su gran pesar.
Soy algo más que su ángel guardián, soy su destino.
— Todo ha terminado, Serena.
Me despierto de golpe al terminar el sueño que se ha estado repitiendo en mi cabeza durante dieciocho años, aún, después de tanto tiempo, sigue sobresaltándome y provocando un extraño sentimiento en mi interior. Me he quedado dormido mientras cuidaba a mi aprendiz, joder no puedo creerlo… está vez ese sueño ha sido más completo, ¿Acaso quiere decirme algo esto? La primera vez que tuve este sueño fue la noche de su nacimiento, extraño, sí, al comienzo no lo comprendía, sabía que algo sucedía, sin embargo, hasta la llamada de Isaías, no lo comprendía del todo.
Me dormí leyendo la biblia nuevamente, y entonces, aquel sueño perturbo mi mente esa noche.
Simplemente fui capaz de observar una cabellera dorada ondear, dos par de alas imponentes que protegían a este desconocido ángel del fuego, el rostro de esta mujer estaba oculto por su cabello, solo fui capaz de ver la mueca de sus labios y el cómo apretaba su espada con impotencia.
Supe entonces que era una convocatoria, el Trono me había encargado proteger a alguien, pero, ¿A quién? En cuanto desperté, algo raro sucedía en mí, sentía la extraña necesidad de acudir al lado de aquella persona, de protejerla y jamás alejarme de ella. Isaías me llamó entusiasmado por el nacimiento de su primogénita, una bella bebé de ojos inocentes y curiosos, al verla, supe entonces que ella era mi destino, más no mi protegida.
No fue hasta que oí su grito en mi cabeza que supe entonces que ella me necesitaba, necesitaba que la protegiera y cuidara, sea aquella persona que sus padres no pudieron ser. Un padre algo ausente, una madre enferma que intentaba darle todo el amor del mundo, sin embargo, a solas lloraba desconsoladamente por los problemas que sus hijos tenían que enfrentar.
Descubrí en el instante que le quite aquellas alas, que ella era la mujer de mi sueño, la mujer que cargaba un gran pesar. Poco a poco más escenas fueron apareciendo, fue lento el proceso, pero al fin, pude saber con certeza que se trataba de ella, de Serena y de algo terrible que le ocurriría en un futuro cercano.
Por momentos, anhelo comentarle esto a Isaías, pero, no me atrevo. ¿Qué pensará mi amigo acerca de esto? ¿Qué será capaz de hacer al enterarse de mis sentimientos por su hija y del desastroso destino que le depara a él y su amada esposa?