17. El demonio

Mis padres morirán por mi culpa, mi hermano jamás saldrá del infierno y… mi pequeña hermana Rosa se encuentra en un sueño del que tal vez no despierte. Mi vida, mi familia, todo se ha destrozado en un abrir y cerrar de ojos, más me mantengo fuerte, presente. ¿Cómo lo logro? No lo sé. Debería sentirme angustiada, sentir dolor alguno por esto, sin embargo y por extraño que parezca, ahora estoy tranquila, más de lo que debería. ¿Ha sido obra y gracia del señor? ¿Acaso ha oído mis desesperadas plegarias y ha consolado mi corazón? ¿De verdad se preocupa por mí?

Eso me sorprende en parte, sin embargo es predecible, he purificado mi cuerpo y me he dedicado a meditar para encontrar mi ángel interior, para ser una con él. Es extraño, ya no soy la misma de antes, lo sentí cuando oí su voz pronunciar mi nuevo nombre, cuando él con su divina gracia ha de nombrarme nuevamente. Renací como otra y… tengo miedo. ¿Cuánto más cambiaré gracias a esto? ¿Qué más debo cambiar para ser un ángel por completo?

Ya no pienso en Jeremías como un ángel molesto, tampoco pienso en él como antes, mis hormonas no se alocan al ver a los demás ángeles atractivos como antes, sin embargo mi corazón se acelera al verlo a él, el ángel custodio que se me ha otorgado pero, cuando lo miro a los ojos, aquella imagen que el Trono ha proyectado en mi mente cuando pronunció mi nombre regresa sin previo aviso.

Lo he dibujado toda mi vida, más nunca me he dado cuenta de ello hasta este instante. El fuego cubre a un ángel que se encuentra de espaldas a mí, sus grandes par de alas no me permiten ver su rostro, esas sicatrices las recuerdo con claridad, muchas veces las he dibujado en mis bocetos: cicatrices de guerras pasadas entre ángeles y demonios, cicatrices que han penetrado no solo su cuerpo, sino que también han dejado rastro en su alma. Quiero extender mi mano y tocarlas, acariciarlas, más no puedo hacerlo. Él me mira de reojo, siente compasión, amor e incluso respeto, me da a entender que todo ha terminado para nosotros, para el Trono. Un nuevo comienzo y una nueva vida se abren ante nosotros.

Una nueva Serena ha nacido, ya no soy capaz de equilibrar ambos mundos, tampoco tengo interés alguno por equilibrarlos, ¿Qué me dará el mundo humano ahora que lo he perdido todo? ¿Quién me consolará cuando todo haya terminado? Nunca tuve nada que perder de ese mundo, ahora no comprendo lo que pensaba en el pasado ¿Para qué seguir viviendo una mentira? Sí, me mentía a mí misma, no podía verme como una humana más, y, aunque lo hubiera hecho, aunque hubiera seguido la universidad y mi vida como humana, se habría marcado una gran diferencia: ellos envejecerían y yo no, ellos podrían tener familias normales y yo no. Siempre sería superior a ellos, siempre estaría un nivel más, no quería aceptar esta realidad, no quería abrir los ojos, solo quería que las cosas quedaran como estaban, anhleaba que nada cambiara. Pero tarde o temprano todo debía cambiar y yo, debía salir de mi zona de confort.

La escuela me gustaba, la he aprovechado al máximo al igual que las actividades fuera de ella, he aprendido a convivir con humanos, a sentirme una humana más, tener un corazón, he aprendido a querer y a odiar a personas, a lastimar y sentirme lastimada, a perdonar y ser perdonada, he aprendido a ser una humana y saber como actuar en ciertas circunstancias y estoy agradecida por todas las enseñanzas dadas por los humanos, pero, así como he aprendido cosas buenas, también he aprendido que el pecado existe, que los hombres se dejan corromper muy fácilmente por él, que las jóvenes de temprana edad se dejan lleva por la lujuria y lo prohibido y caen, tientan, pecan, olvidando del dolor que eso le provoca al padre, a nuestro creador. Cada día que pasa los humanos se olvidan más de nuestro creador, se dejan seducir por demonios, justifican sus acciones con puras excusas tontas, no quieren acercarse a Dios, no quieren oír a las hermanas de la iglesia, juzgan a Dios y lo rechazan, rechazan el gran sacrificio que su hijo dio por ellos, para liberarlos de sus pecados.

Los humanos poco a poco, pierden la fe.

Crean iglesias con el fin de lucrarse de la religión, ¡Cuando Dios no necesita de una iglesia para observarte y cuidarte! ¡Cuando Dios está dentro de todos nosotros! La verdadera iglesia es uno mismo, está en nuestros corazones, no importa donde, cuando, ni como, nosotros tan solo debemos arrodillarnos, sin importar si sabes o no rezar, y pedirle consuelo a nuestro padre que él te lo dará. Él no tiene favoritismo, no por que seas rico y le otorgues grandes donaciones a la iglesia serás un privilegiado y estarás salvado del pecado, no por que seas pobre y no puedas acudir a ella, serás condenado. Dios todo lo ve, Dios está donde uno esté.

Lo he comprendido con el pasar del tiempo, y esto me ha llevado a encontrarme, encontrar a mi ángel interior. Es hora de cambiar para hacer de este un mundo mejor, para ayudar a los humanos que tanto amo a cambiar y creer nuevamente en el señor, creer en Dios todo poderoso. ¿Pero como una insignificante aprendiz angelical podría lograr todo esto?

Serena Cambrell ya no existe, solo soy Serena, un ángel que lo ha perdido todo pero que ha ganado más que el amor de su padre.

Jeremías me observa con misericordia ante todo lo que ocurrirá. Dos días, solo dos días para que todo culmine en el peor de los desenlaces. Sin embargo estoy tranquila, he aceptado el destino que el trono me ha deparado y le ha deparado a mis padres, no hay nada que pueda hacer, que pueda decir, ante Dios mis caprichos no son nada, él ya ha tomado su decisión y mis padres sabían bien en lo que se metían. Una relación sin futuro, algo prohibido. Me han dejado una gran enseñanza: a pesar de todo, perseverar hasta el final.

—¿Estas segura de esto? — preguntó Jeremías tomando de mi brazo levemente. Su tacto provocó una extraña descarga eléctrica en mi cuerpo, desde que he salido de aquel lugar, después de haber recibido las advertencias del arcángel Claridad, he estado sintiendo cosas extrañas por Jeremías, incluso su tacto es… diferente.