19. Haniel.

Una vez la pelea terminó, los arcángeles Rafael y Gabriel fueron a socorrernos, mi padre desapareció como siempre. En mi interior tenía la pequeña esperanza de que él viniera a salvarnos, a ayudarnos, más no lo hizo, me dejó con un sabor amargo en la boca. La herida en mi pierna fue sanada por el arcángel una vez salimos del cementerio, seguir en aquel lugar era peligroso, la pelea podía haber atraído a más demonios y no nos encontrábamos en buen estado para pelear. Nos llevaron a un departamento no muy lejos de mi antiguo hogar. Si, ya no podré volver a casa de mis padres, esta ha sido la ultima vez que tuve oportunidad para ver a papá, sin embargo, fue corta y... me hubiera gustado poder hablar con él, ha sido distante y su apariencia demoniaca me ha dejado mucho que pensar.

¿Por qué se ha presentado así ante mí? Nunca, jamás lo había hecho, ni siquiera mi madre conoce su rostro demoniaco. ¿Será que él ya sabe de la sentencia? Tal vez ha querido que nuestro ultimo encuentro quede clara a que bandos pertenecemos, más allá de ser padre e hija. Él es un demonio y yo soy un ángel, somos enemigos, no puede haber ninguna relación entre nosotros, pero, él es mi progenitor, aunque no lo quisiera, aunque lo negara, gracias a un demonio y un ángel he nacido, la historia habría sido diferente si mi madre hubiera sido humana...

Pronto, muy pronto la condena será cumplida, muy pronto ellos desaparecerán, mínimo quería abrazarlo por última vez, preguntar por mamá, la pobre debe de estar muy preocupada, no me ha visto en días, necesito que me acaricie el cabello por última vez mientras canta una canción a la santa madre María, necesito reír por ultima vez con mi padre mientras jugamos a las cartas, ver a mi hermana Rosa, acariciar su rostro, hacer una ultima noche de chicas donde contemos todos nuestros secretos. Quiero ver a Alastor, discutir con él... quiero ver a mi familia nuevamente, quiero estar con ellos, necesito hacerlo, incluso ver a los padres adoptivos de mi madre, esa familia a la cual ella ha salvado cuando era tan solo un ángel aprendiz como yo, necesito ver a mis abuelos y abrazarlos.

Sonaré como una niña, pero, quiero a mi mamá, a mi papá, los necesito.

Oigo a Jeremías quejarse de dolor, Rafael quiso tratarlo primero a él, ayudar a que sus heridas se regeneren más rápido, Gabriel por otro lado está vendando mi pierna, he perdido mucha sangre y puede ser peligroso, aunque intenta no demostrarlo, está preocupado. Sus ojos azules recorren la pierna vendada pensativo. Mi mirada se posa en el departamento que nos encontramos: lujoso.

Mientras Rafael y Jeremías se encuentran en el cuarto, nosotros estamos en la sala, es bastante masculino, los azules oscuros y grisáceos predominan en la sala de estar, al igual que el vidrio. Un enorme ventanal se esconde bajo unas pesadas cortinas azules, el sofá donde estamos sentados es enorme, noto en la mesa que se encuentra a mi lado un álbum de fotos. Con sutileza lo tomo curiosa, la tapa de cuero no dice absolutamente nada, arqueo una ceja pasando mi mano sobre esta. Cautelosamente abro el álbum de fotos, una fotografía suelta llama mi atención de la primera página, la tomo levemente, ah, recuerdo esa foto, fue una de las pocas que nos hemos hecho con Jeremías en el transcurso de mi entrenamiento, estábamos descansando y se me ocurrió molestarle con los efectos de una aplicación, ambos hacemos caras raras y divertidas, todo parecía tan normal en ese entonces, ahora puedo recordar con añoranza aquellos tiempos donde me dedicaba a molestar a mi ángel custodio, donde mi cabello era teñido de color azul y nada en mi había cambiado en lo absoluto. ¿Qué hace esta fotografía aquí?

Le doy vuelta y puedo leer la fecha en la cual ha sido sacada, seguida de una leve anotación "Serena se veía tierna", mis mejillas se encienden, esa es la letra de Jeremías, sin duda alguna. Mi mirada se posa sobre la primera fotografía del álbum, allí se ve a un joven Jeremías vestido como en la época colonial junto a una hermosa mujer de gran vestido y peinado extravagante: su prometida.

Un extraño sentimiento me invade, es confuso, Jeremías jamás ha podido olvidarla por lo poco que sé y eso me hace sentir extrañamente mal, un pequeño dolor aparece en mi pecho, todo lo que Jeremías hoy es, fue gracias a ella, la mujer que le enseñó a vivir, le enseñó a sonreír, la mujer que cambió al serio y terco ángel. Su muerte lo destrozó, más él siguió adelante teniendo en mente todo lo que ella le había enseñado, recordando aquellos hermosos momentos vividos a su lado, recordando la hermosa sonrisa de su mujer.

Ella es lo que yo jamás seré para Jeremías. A su lado, solo soy una niñata caprichosa, no tengo nada que enseñarle a Jeremías, no tengo nada que darle a cambio, él nunca me verá de la misma forma que veía a esta mujer. 

¿Por qué mi pecho duele tanto con este pensamiento? ¿Por qué quiero llorar? Es asfixiante, es confuso, tan solo, verlo feliz al lado de otra mujer… pensar en todo lo que ella le dio a él, todo lo que le enseñó me duele, me lastima y genera una extraña sensación de ansiedad en mí, ¿Y si Jeremías decide entonces comenzar a salir con Iman? Según Dylan, ella es su reencarnación, ¿Qué pasaría conmigo si él decide entablar una relación con Iman? No puedo perderlo, no… es imposible para mi perder a Jeremías. ¿Qué es esto? ¿Por qué pienso estas cosas?

Rafael sale del cuarto donde ha dejado a Jeremías, suspira levemente, Gabriel llama mi atención entonces quitándome el álbum de entre las manos.

—A Jeremías no le gustará saber que estuviste husmeando en su álbum. —susurra con una picara risa, me guiña el ojo— Guardaré el secreto.

El ángel coloca el libro en la mesita de donde lo he sacado, frunzo los labios pensativa.

—¿Qué es este lugar? —pregunto mientras Rafael se acerca a mi para curar mi herida, Gabriel se sienta a mi lado y comienza a desvendar la pierna.